Ante la pregunta de quién ha ganado dinero con la guerra en Gaza, uno pensará en la industria armamentística estadounidense, en los servicios de vigilancia que Amazon desarrolló para Israel, o en cualquiera de las 60 empresas que la relatora especial de la ONU, Francesca Albanese, mencionó en su famoso informe del pasado mes de julio. Pero no hace falta irse tan lejos. Mucho más cerca, a las puertas ya del enclave palestino, hay un hombre que ha aprovechado la guerra para sacar al menos 118 millones de dólares de los bolsillos de los gazatíes.
A Ibrahim al Argani lo conocen en el lado egipcio de Rafah como el rey del cruce. Hace ya más de una década, durante la insurgencia islamista en el norte del Sinaí, este empresario se alzó como el mejor aliado que el presidente Abdel Fatah al Sisi podía tener en la pequeña península al noreste del país, alejada de El Cairo por un desierto y por más de 300 kilómetros. Durante aquellos años, Al Argani formó una coalición de tribus progubernamentales que meses antes del estallido de la guerra en Gaza anunciaron que el Estado Islámico había sido completamente erradicado del Sinaí.
Luchar del lado de Al Sisi le ha granjeado a Al Argani construir una ciudad con el nombre del presidente en su región natal, ser patrocinador del Al Ahly -el mayor club de fútbol de Egipto- y pasar a liderar oficialmente a una treintena de tribus del Sinaí bajo el nombre de Unión de las Tribus Árabes, con El-Sisi como presidente honorífico. Además, tras la colaboración contra el yihadismo durante la última década, el régimen de El Cairo ha seguido confiando en el empresario para controlar no solo a los beduinos del Sinaí, sino también su frontera con Israel y Palestina, según explica Ahmed Salem, director ejecutivo de la Fundación del Sinaí por los Derechos Humanos.
Al Argani, de familia gazatí, demostró la pertinencia de su apodo a principios de la guerra, cuando aprovechó el monopolio de su agencia Hala Consulting and Tourism Services para pedir hasta 11.000 dólares de soborno a cualquier gazatí que quisiera huir de los bombardeos israelíes.
Pero fue durante los dos años siguientes que el rey del cruce se convirtió en el rey de la hambruna. Mada Masr, un medio independiente egipcio, explica en su última investigación cada una de las razones que le han valido el nombre. La principal de ellas es la fortuna que la principal empresa de Al Argani, Hijos del Sinaí, amasó durante el bloqueo israelí del paso de Rafah. Según la plataforma egipcia, Hijos de Sinaí pidió en el punto álgido de la guerra hasta 150.000 dólares a los comerciantes gazatíes para coordinar y transportar un solo camión. En caso de que los hombres de Al Argani encontraran en los contenedores materiales prohibidos en ese momento por Israel, la empresa impondría una multa de 70.000 dólares. Además, Hijos del Sinaí -que incluso durante el bloqueo pudo introducir mercancía a Gaza sin demoras superiores a las dos semanas- pedía 40.000 dólares por cada camión que pidiera expeditar su entrada a la franja.
Poco se sabe de las relaciones de Al Argani con Israel, más allá de que su hija fue tratada en el prestigioso hospital Hadassah de Jerusalén en enero del 2024. Al otro lado del paso de Rafah, el magnate contaba con cinco empresas palestinas que se repartían la distribución de su mercancía dentro de Gaza. En verano del 2024, esas cinco empresas se integraron bajo el paraguas de Aqsa, un conglomerado presidido desde el Sinaí por un empresario egipcio cercano a Al Argani.
Ahora, después del alto el fuego, el rey de la hambruna sigue lucrándose con la inspección de cada uno de los camiones que intenta cruzar la frontera. En un momento en el que la entrada de ayuda humanitaria y mercancía a Gaza sigue siendo limitada, los trabajadores de Al Argani inspeccionan cada contenedor en la autopista que lleva de su Sheij Zuweid natal -a nueve kilómetros de la frontera- al lado egipcio de Rafah. En ese tramo, Hijos del Sinaí inspecciona todos los vehículos, uno a uno y sin excepción. Según han contado a The New Arab camioneros egipcios, los agentes de Al Argani abren bolsas de harina que, de llegar, lo hará ya estropeada a una Gaza que se inunda por momentos. Y, como durante la guerra, si encuentran tabaco, móviles, ciertos tipos de medicamentos o suministros médicos -todos prohibidos-, toman fotos, confiscan el camión entero y llevan todo el producto a los almacenes de la empresa.
