Será capaz Trump de mezclar un hotel de lujo con el establo del niño Jesús?
Sujétame el cubata.
“El presidente más grande de la historia de América nos cuenta el nacimiento más importante del mundo”
“Cuando José y María llegaron finalmente a Belén, todo estaba ocupado [ sold out ], como en uno de mis hoteles de lujo”.
Es la voz del presidente de Estados Unidos narrando en un libro para niños el nacimiento del Hijo de Dios.
El Nacimiento dibujado por Junceda y la cubierta del cuento de Trump
“Al final, un posadero les ofreció su establo para dormir junto a los animales”, se lamenta el hotelero de oro.
Es uno de esos libros infantiles con un botón en cada página para que una voz te lo vaya contando, en este caso con la dicción de “tu presidente favorito”. Todo narrado en ese tono humilde que exige la Navidad: “En estas páginas –leemos en la presentación de esta novedad editorial– escucharás al presidente más grande de la historia de América compartiendo sus pensamientos sobre el nacimiento más importante que el mundo ha conocido, el nacimiento de Jesucristo”.
La voz de Trump –puedes regular su volumen– está creada por el ente llamado a la divinidad, la inteligencia artificial, como los vídeos de Charlie Kirk subiendo alado al Paraíso.
“Hemos capturado su inconfundible voz y estilo para dar vida a esta historia sagrada y alegre”, escribe la editorial, President’s Bible, que forma parte de la constelación del business presidencial. Y lo han conseguido, ese estilo. Trump habla a los niños del gobierno de Roma como si hablara de Joe Biden: “No era el mejor gobierno, honestamente”. Y en un libro anterior, donde Trump explica la historia del Arca de Noé, afirma que el diluvio bíblico “definitivamente no es una FAKE NEWS”.
Este cuento de Navidad está bendecido por una estrella del trumpismo, Anna Paulina Luna, congresista republicana por Florida. “¡Me encanta!”, dice en la promoción. En el gran pesebre en el que están convirtiendo Washington, Anna Paulina es el fichaje perfecto. Le gusta moldear figuritas –propone con entusiasmo que el rostro de Trump se esculpa en el monte Rushmore– y es la maga ideal para colocar el ángel sobre el establo: hace unos días aseguró con rotundidad que “los seres interdimensionales” son reales y sostiene que no puede revelar más sin violar los protocolos de seguridad nacional.
Como siempre, el problema no es Dios, es su club de fans: la editorial aspira a crear una costumbre tipo pavo de Acción de Gracias: “Empezad una nueva tradición, escuchad juntos la voz de Trump”, se lee en la promoción con la foto de un abuelo y sus nietos recogidos en torno al libro. Es como la piedra fundacional de Els pastorets de Oklahoma, con el tono tuitero de Trump sustituyendo a la narrativa noucentista de Josep Maria Folch i Torres.
Escribir Els pastorets en 1916 fue fácil , pero ¿se hubiera atrevido el prolífico autor a escribir y publicar un tierno cuento de Navidad en la Barcelona de la guerra y los templos incendiados?
Sujétame el cubata.
Es el cuento de Navidad más desconocido, disimulado y sensacional del que tengo noticia. Fue publicado por la popular revista infantil En Patufet y se titula Els camins retrobats.
Cuenta la historia de dos chicos adolescentes –Janet y Janot– de un mísero e imaginado pueblo del Pirineo catalán, Vallcatau, que deciden escapar de casa atraídos por la vida y la sensualidad de la metrópoli (¡ay, la tentación!).
“Llegados al suburbio de la gran ciudad, se empezaron a dar cuenta que la gente era más o menos como la de su pueblo (...), y que no todos los olores que sentían eran de perfumería”.
Colgados en la calle, muertos de frío, Janot le pregunta un día a su amigo si es consciente de la festividad que se acerca: Janet había pensado lo mismo. Y, arrepentidos, deciden regresar a casa.
Ya cerca de Vallcatau, exhaustos y con una nevada arreciando, observan “una extraña claridad que teñía de rosado la blancura de la nieve”.
Es un refugio de pastor pirenaico. Al entrar ven a un hombre con un bastón, y a su lado, “reposando en un rústico banco, una mujer, su mujer, mecía amorosamente, encima de su falda, a un pequeño niño con pañales”.
“Es para ellos, para este infante, que he encendido la hoguera –les dice el pastor–. ¡Pobre gente! Iban también de camino y les ha pillado la nevada”.
En Patufet ( republicanos católicos que surfeaban como podían la guerra y la fe ) publicó el cuento el 17 de diciembre de 1937. Era Navidad, pero no se podía decir ni celebrar abiertamente.
El gran Josep Maria Junceda dibujó las tres ilustraciones del relato, y la última fue probablemente, sin que se notase, la única imagen pública del Belén esa Navidad en Cataluña.
Para agradecer el calor que les habían dado, Janet acercó sus labios al niño “y lo besó con reverencia en la frente. Y girándose hacia Janot, que se había quedado contemplándolo, le dijo:
–Venga, dale también las gracias.
–De buena gana –respondió, acercándose para besar al niño”.
Tras beber el tazón de leche caliente que el pastor les ofreció, siguieron su camino para poder llegar cada uno a su casa antes de medianoche.
“Unos brazos amorosos los acogieron, y un beso selló sus frentes, beso de paz, de aquella paz duradera que, al final de todos los caminos reencontrados, está reservada a todos los hombres de buena voluntad”.
¿Cursi y moralista? Un rato. Pero, entre el escalofriante vacío moral de Trump y la insoportable moralina del otro extremo, me quedo con la Navidad clandestina de Janet y Janot.