Una de las imágenes icónicas del regreso del presidente Donald Trump a Washington fue la colección de multimillonarios del sector tecnológico (entre ellos, Jeff Bezos de Amazon, Sundar Pichai de Google, Mark Zuckerberg de Meta y Elon Musk de SpaceX) sentados cerca de él durante el acto de toma de posesión. Ese mismo día, Trump creó el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) y nombró director a Musk. Este, con ayuda de un pequeño círculo de jóvenes programadores y tecnólogos, se puso de inmediato a recortar presupuestos, despedir empleados, acceder a datos confidenciales y, en términos generales, desmontar las operaciones del Gobierno federal.
Los demócratas y los críticos tecnológicos han denunciado la opacidad, la rapidez, la ausencia de rendición de cuentas y la aparente ilegalidad de muchas de las acciones del DOGE. El espíritu del actuar rápido y romper cosas ha tenido un efecto inmediato y perjudicial en los organismos centrados en cambio climático, educación e investigación científica; pero, en la política exterior de Trump, la influencia de los tecnolibertarios es más indirecta. Al menos a corto plazo, ha habido un alto grado de coincidencia entre los intereses expresados por la derecha tecnológica y el Gobierno. La tecnoderecha no se ha apoderado de la política exterior de Trump, sino que la ha amplificado en tres ámbitos.
1. Favorecer las empresas de EE.UU.
En primer lugar, existe una clara sinergia entre las grandes tecnológicas y la política exterior del Gobierno de Trump para promover los intereses de las compañías estadounidenses en el extranjero. Silicon Valley quiere y espera el apoyo del nuevo Gobierno en la lucha contra los esfuerzos de los gobiernos extranjeros por regular la tecnología; en especial, la ley de Mercados Digitales, la ley de Servicios Digitales y la ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea. Zuckerberg, por ejemplo, ha descrito la ley de Servicios Digitales como un arancel para las empresas estadounidenses. Con ocasión del anuncio de la nueva estrategia de moderación de contenidos y eliminación de la verificación de datos en Meta (medidas con las que espera ganarse el favor gubernamental), Zuckerberg declaró: “Vamos a trabajar con el presidente Trump para hacer frente a los gobiernos de todo el mundo. Van a por las empresas estadounidenses y presionan para aumentar la censura”.
En la Cumbre de Acción sobre IA celebrada en París en febrero, J.D. Vance no describió la IA como una amenaza existencial, sino como una herramienta del poder económico y militar estadounidense
El Gobierno ha utilizado una retórica similar. El presidente Trump ha atacado directamente las multas de la Unión Europea a Apple, Alphabet y Meta por las violaciones de la ley de Mercados Digitales y en enero del 2025 las calificó de una “forma de impuesto” en el Foro Económico Mundial de Davos. Además, el representante de Comercio de Estados Unidos ha iniciado investigaciones sobre la Unión Europea, el Reino Unido, Turquía y otros países que aplican impuestos sobre los servicios digitales a las compañías estadounidenses.
Asimismo, ha habido un interés compartido en cambiar la política exterior estadounidense en relación con la inteligencia artificial para alejarla de la seguridad y el riesgo con el fin de promover las oportunidades de las empresas estadounidenses. Durante el gobierno de Biden, quince compañías de IA firmaron compromisos voluntarios para avanzar en un desarrollo tecnológico seguro y transparente. Estados Unidos, consciente del riesgo existencial de los modelos de frontera, colaboró con aliados y socios a través de la OCDE, el G-7, las Naciones Unidas, la Alianza Mundial sobre Inteligencia Artificial y otros encuentros internacionales para definir normas comunes sobre la gobernanza mundial de la IA. También promovió una red internacional de institutos de seguridad y, por ejemplo, firmó un memorando de entendimiento con institutos de seguridad del Reino Unido para avanzar en la ciencia de medir, evaluar y abordar los riesgos de la IA.

Sam Altman, de OpenAI Inc., en la reunión sobre IA de París este 2025.
La derecha tecnológica y el Gobierno de Trump han argumentado que ese enfoque del riesgo ha frenado el desarrollo de la tecnología estadounidense. La campaña presidencial de Trump afirmó que la orden ejecutiva de Biden sobre IA “obstaculiza la innovación en IA e impone ideas radicales de izquierda en el desarrollo de esta tecnología”. En su discurso en la Cumbre de Acción sobre Inteligencia Artificial celebrada en París en febrero del 2025, el vicepresidente J.D. Vance no describió la IA como una amenaza existencial, sino como una herramienta del poder económico y militar estadounidense. Declaró que “Estados Unidos de América está a la cabeza de la IA, y nuestro Gobierno se propone que siga siendo así”. Y añadió que el gobierno de Trump cree que “el exceso de regulación puede matar un sector transformador” y que no aceptará que unos gobiernos extranjeros “aprieten las tuercas” a las compañías tecnológicas estadounidenses. Estados Unidos actuará en solitario, sin aliados, si es necesario.
2. Renovar el arsenal
En segundo lugar, también existe una clara coincidencia entre los intereses de los tecnolibertarios y los miembros del Gobierno de Trump en los esfuerzos por rehacer la base de innovación de la defensa y acelerar las compras militares. Si bien el Gobierno federal financió la investigación y el desarrollo de las tecnologías que dominaron la guerra fría, hoy las empresas privadas innovan en software, semiconductores, sistemas de información cuántica y otras tecnologías nacientes que son fundamentales para la seguridad nacional. De los catorce sectores tecnológicos identificados como críticos por el Departamento de Defensa, el sector privado encabeza once de ellos. Eso es especialmente cierto en el ámbito de la IA. Aunque en los últimos años se han producido grandes aumentos en la inversión federal (sobre todo, en aplicaciones de defensa), en el 2023 las inversiones del sector privado estadounidense en IA ascendieron a más de 65.000 millones de dólares. Como resultado de ese cambio en I+D, el Pentágono ha simplificado las adquisiciones y desarrollado nuevas relaciones con el sector privado a través de organizaciones como In-Q-Tel y la Unidad de Innovación de Defensa.
Al mismo tiempo, las compañías tecnológicas, tanto las grandes como una nueva generación de empresas centradas en la tecnología de defensa, se han lanzado a trabajar con el Pentágono en materia de IA. Las nuevas compañías orientadas a la defensa (como Palantir y Anduril) y sus proveedores de capital riesgo creen que el Departamento de Defensa gasta demasiado en plataformas heredadas (como aviones de combate y portaaviones) y que las capacidades bélicas de Estados Unidos pueden hacerse más letales con drones baratos, autonomía y software de vanguardia. Se trata de algo anterior al segundo mandato de Trump. En las semanas posteriores a la publicación por parte del gobierno de Biden en octubre del 2024 del Memorando de Seguridad Nacional sobre IA, muchas de las mayores compañías del sector (entre ellas, OpenAI, Anthropic y Meta) anunciaron nuevas asociaciones con el Gobierno estadounidense para trabajar en aplicaciones de defensa e inteligencia. Un mes después, Anduril y Palantir anunciaron la formación de un consorcio para acelerar la adopción de la IA con fines de seguridad nacional.
Trump y los tecnolibertarios creen que Beijing se aprovechará de las barreras autoimpuestas a la innovación y se adelantará en la carrera por desarrollar sistemas de IA aún más potentes
En cualquier caso, el poder de lo que algunos han llamado “el complejo militar-industrial de la IA” parece crecer bajo Trump. Múltiples tecnólogos y asesores de Palantir, Anduril y Scale AI han sido designados para ocupar puestos de alto nivel en el Departamento de Estado, el Pentágono y la Oficina de Política Científica y Tecnológica de la Casa Blanca. Como se ha señalado más arriba, el Gobierno de Trump y los libertarios del sector tecnológico sostienen que los funcionarios estadounidenses se han centrado demasiado en el riesgo y la seguridad, y que una regulación excesiva frena el crecimiento de la tecnología tecnointeligente. También comparten la creencia de que Beijing se aprovechará de las barreras autoimpuestas a la innovación y se adelantará en la carrera por desarrollar sistemas de IA aun más potentes, por lo que la herramienta más eficaz que puede utilizar el Gobierno es la desregulación.
3. Apoyar la extrema derecha europea
En tercer lugar, la derecha tecnológica y muchos de quienes rodean a Trump creen que los funcionarios europeos han censurado de forma injusta y antidemocrática los movimientos populistas. El movimiento MAGA ha interferido activamente en la política europea, amplificando la desconfianza en las élites y las instituciones. Musk se ha presentado en X como defensor de la libertad de expresión, ha apoyado a Alternativa para Alemania, atacado al Partido Laborista británico y promovido teorías conspirativas. Además, es posible que el algoritmo de X haya sido ajustado para potenciar las voces de la derecha.
Por supuesto, los ataques de Musk también sirven a sus intereses económicos, puesto que se enfrenta a acciones reguladoras por parte de la Unión Europea y el Reino Unido. Sin embargo, la Casa Blanca de Trump parece compartir los objetivos de desestabilizar la Unión Europea y hacer deslizar la política europea hacia la derecha. En su discurso de febrero en la Conferencia de Seguridad de Munich, J.D. Vance dijo que la mayor amenaza para las democracias europeas no provenía de Rusia o China, sino de su propio seno; acusó a los “comisarios” europeos de reprimir la libertad de expresión y al continente de alejarse de “algunos de sus valores más fundamentales”. Semanas después, Trump declaró que “la Unión Europea se formó para joder a Estados Unidos”.
La competencia con China
El único asunto en el que la derecha tecnológica parece estar desviando y socavando la política exterior de Trump es en el impacto del DOGE sobre la competencia estratégica con China. Tanto el secretario de Estado Marco Rubio como el asesor de Seguridad Nacional Michael Waltz son reconocidos halcones de China. Durante su audiencia de confirmación, Rubio describió la República Popular China como el “adversario casi del mismo nivel más potente y peligroso al que esta nación se ha enfrentado nunca”. En enero del 2025, Waltz habló de la necesidad de reforzar la disuasión de Taiwán ante un ataque chino, fortalecer las asociaciones en el Indo-Pacífico, reducir la dependencia de China en materia de productos farmacéuticos y de minerales críticos, así como de contrarrestar la influencia de Beijing en América Latina. Musk, en cambio, tiene profundas relaciones económicas con China y con dirigentes de alto nivel en Beijing. La fábrica de Tesla en Shanghai es la más grande del fabricante de automóviles y produjo la mitad de todos los coches de la compañía en el 2024. Musk se ha opuesto públicamente a un proyecto de ley de gastos bipartidista que incluía medidas para regular las inversiones estadounidenses en China; ha comparado Taiwán con Hawái y ha dicho de la isla que era “parte integral” del continente.
Las acciones del Departamento de Eficiencia Gubernamental han dañado gravemente muchos de los instrumentos necesarios para la competencia económica y política con China
Las acciones del DOGE han dañado gravemente muchos de los instrumentos necesarios para la competencia económica y política con China. El desmantelamiento de la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid) y la suspensión de la ayuda exterior han mermado los recursos estadounidenses para competir con China por la influencia global en las economías emergentes. La capacidad para contrarrestar los relatos y la propaganda de Beijing se ha visto gravemente afectada por la congelación de la financiación de Radio Free Asia. Los despidos en el Departamento de Comercio han incluido a unas cuarenta personas de la oficina del programa CHIPS, que supervisa las inversiones en capacidades nacionales de fabricación de semiconductores destinadas a competir con China. El recorte de fondos de la Fundación Nacional para la Democracia, una organización sin ánimo de lucro financiada con fondos federales que apoya a grupos que vigilan los controles de internet en China, defienden a los uigures y tibetanos y ayudan a la sociedad civil y los colectivos laborales, fue visto por muchos como una victoria para Beijing, que lleva décadas criticando públicamente esa organización e impuso sanciones a sus funcionarios en el 2020. El cierre del Fondo de Tecnología Abierta, que proporciona herramientas de elusión a personas que viven bajo regímenes autoritarios, significa cortar el acceso a una internet abierta y a plataformas de mensajería segura.
Qué se puede esperar
Es poco probable que la alianza entre la derecha tecnológica y el Gobierno de Trump sea eterna. Aunque no tardaron en reconciliarse a través de publicaciones en X, la tensión entre Rubio y Musk por el ritmo de los recortes en los organismos federales estalló en una reunión del Gabinete celebrada en marzo. El mismo mes, en un discurso pronunciado en una cumbre tecnológica de alto nivel organizada por la empresa de capital riesgo Andreessen Horowitz, J.D. Vance trató de salvar la brecha entre la tecnoderecha y los populistas MAGA surgida tras los enfrentamientos públicos por las diferencias políticas en materia de inmigración, impuestos e inteligencia artificial. Vance argumentó que la desregulación, los aranceles, las exenciones fiscales y las restricciones a la inmigración fomentarían la innovación y la reindustrialización. Sin embargo, proporcionó pocos detalles sobre las decisiones políticas susceptibles de abordar en la práctica y de forma simultánea las preocupaciones de la derecha tecnológica y los populistas.
Aunque se produzca, la división entre la tecnoderecha y el presidente no irá acompañada de cambios drásticos en la política exterior de Trump. El regreso de Musk a Silicon Valley permitiría a Rubio y a otros halcones de China volver a recomponer algunos de los instrumentos de la competencia geopolítica, pero la pérdida de capacidades internas y de confianza entre los aliados y socios de Estados Unidos tendrá efectos a largo plazo. Trump es un nacionalista, interesado en las esferas de influencia, y está dispuesto a hacer tratos transaccionales con aliados y con adversarios. Lo que le importa a la derecha tecnológica es que el “Estados Unidos primero” signifique su dominio a través de la desregulación nacional y la defensa de los intereses económicos de las compañías estadounidenses a nivel mundial.
Adam Segal es titular de la cátedra Ira A. Lipman de Tecnologías Nacientes y Seguridad Nacional y director del Programa de Política Digital y Ciberespacial en el Consejo de Relaciones Exteriores