Surge un nuevo complejo militar-industrial

Vanguardia Dossier

Startups como Anduril y Palantir vienen produciendo armas no tripuladas que ya compiten en costos y eficiencia con los tradicionales contratistas del Pentágono

La IA con aplicaciones militares, según ha mostrado Palantir

IA con aplicaciones militares, de Palantir 

Palantir

En algún momento de este verano, Anduril Industries (una startup del ámbito de la defensa con sede en el sur de California) comenzará la construcción de Arsenal-1, la primera fábrica diseñada en Estados Unidos para la producción en masa de drones de combate de gran tamaño. Cuando esté terminada, en el 2026, la instalación producirá miles de sistemas de armas no tripuladas (o autónomas) para el Departamento de Defensa de Estados Unidos y otros clientes militares. Las instalaciones de Anduril, que se desplegarán en Columbus (Ohio), ocuparán 465.000 metros cuadrados e incorporarán múltiples líneas de producción de vehículos aéreos no tripulados (drones) o aviones sin piloto.

Los directivos de Anduril sostienen que las armas no tripuladas y autónomas desempeñarán un papel cada vez más importante en los campos de batalla del futuro y sustituirán a los seres humanos en muchas funciones de combate. Entre los dispositivos que la empresa espera fabricar en Arsenal-1 se encuentra el Fury, un gran avión sin piloto con el tamaño y la apariencia de un gran tiburón. La Fuerza Aérea de Estados Unidos tiene previsto adquirir 2.000 drones de ese tipo para que acompañen a los futuros aviones pilotados en misiones de alto riesgo sobre zonas en conflicto.

Anduril y otras compañías tecnológicas orientadas a la defensa sostienen que el ejército estadounidense debe aumentar la compra de armas no tripuladas como Fury y también reducir su dependencia de las empresas de defensa tradicionales

Según insisten los responsables de la empresa, con la construcción de Arsenal-1, Anduril no solamente contribuye a acelerar la entrega de armas no tripuladas al ejército estadounidense, sino que también es pionera en la introducción de nuevos medios de producción de armas altamente automatizadas. “Gran parte de lo que hacemos aquí es diseñar sistemas autónomos y armas que pueden fabricarse en serie”, declaró Chris Brose, director de estrategia de Anduril, en una rueda de prensa celebrada el 15 de enero del 2025 para anunciar el proyecto. Con la construcción de Arsenal-1, añadió, Anduril está “cambiando la forma en que se lleva a cabo la fabricación en materia de defensa a nivel de diseño, a nivel de cadena de suministro y a nivel de software”.

Ese mensaje esconde (aunque de forma nada velada para los lectores informados) una crítica directa a los fabricantes de defensa tradicionales de Estados Unidos, muchos de los cuales son conocidos por sus largos retrasos en la entrega de importantes sistemas de combate. Lock¬heed Martin, una de las mayores compañías del sector, comenzó a trabajar en el caza furtivo F-35 en el 2001 y entregó el primer avión de prueba en el 2006, pero no alcanzó la producción a pleno rendimiento hasta marzo del 2024.

Lo que Anduril y otras compañías tecnológicas orientadas a la defensa están diciendo es que el ejército estadounidense no solamente debe aumentar la compra de armas no tripuladas como Fury, sino también reducir su dependencia de las empresas de defensa tradicionales. Dicho de otra manera, están pidiendo al ejército norteamericano que cambie la alianza existente con el complejo militar-industrial (CMI) por otra nueva alianza, formada en gran parte por las startups tecnológicas de Silicon Valley y sus extensiones en otros lugares.

El complejo y sus guardianes

La noción misma de complejo militar-industrial, que vincula a los gigantescos contratistas de defensa con figuras poderosas del Congreso y las fuerzas armadas, fue formulada por el presidente Dwight D. Eisenhower el 17 de enero de 1961, en su discurso de despedida al pueblo estadounidense. “Nos hemos visto obligados a crear una industria armamentística permanente de enormes proporciones”, afirmó, citando las presiones de la rivalidad de la guerra fría. Sin embargo, pese a esas presiones, añadió: “Debemos protegernos contra la acumulación de una influencia indebida, ya sea buscada o no, por parte del complejo militar-industrial”.

Desde entonces, el debate sobre el poder acumulado por el CMI no ha dejado de agitar la política estadounidense. Varias personalidades destacadas han descrito la entrada de Estados Unidos en una guerra devastadora tras otra (en Vietnam, Camboya, Irak, Afganistán y otros lugares) como consecuencia de la influencia indebida del CMI en la formulación de políticas. Sin embargo, ninguna de esas denuncias ha logrado debilitar el férreo control del CMI sobre la adquisición de armamento por parte del Pentágono. El presupuesto récord de este año en defensa, de aproximadamente 850.000 millones de dólares, incluye 143.200 millones para investigación y desarrollo y otros 167.500 millones para la compra de armas. Esa cifra combinada de 311.000 millones de dólares, la mayor parte de la cual se destinará a enormes compañías como Lockheed, supera el gasto total en defensa de todos los demás países del mundo.

Palantir demandó y ganó un juicio al ejército estadounidense por negarse a tener la en cuenta en un importante contrato de procesamiento de datos. A partir de entonces el Pentágono se vio obligado a facilitar contratos a startups

Lo habitual es que esas gigantescas compañías sean elegidas como contratistas principales o “primarios” para los sistemas de armamento de primer orden: barcos, aviones, tanques, etcétera. Lockheed, por ejemplo, es el contratista principal del F-35; Northrop Grumman es el contratista principal del bombardero furtivo B-21; Boeing, del avión de combate F-15EX; y General Dynamics, del submarino de ataque de la clase Los Ángeles. Los equipos de alto valor como esos suelen adquirirse en grandes cantidades a lo largo de muchos años, lo que garantiza beneficios constantes a los fabricantes. Además, cuando la producción inicial de los sistemas se acerca a su fin, los fabricantes crean versiones nuevas o mejoradas y emplean a sus ejércitos de lobistas en Washington para convencer al Congreso de que financie las nuevas variantes.

La espada de Aragorn

A lo largo de los años, diversas organizaciones pacifistas y de desarme de Estados Unidos han intentado persuadir a los legisladores para que se resistan a los esfuerzos de presión del CMI y reduzcan el gasto militar, aunque no han logrado ningún éxito notable. Sin embargo, ahora ha entrado en liza un nuevo centro de poder (el sector tecnológico de Silicon Valley) y la ecuación del CMI está cambiando drásticamente.

Consideremos el caso de Anduril Industries. Fundada en el 2017 por Palmer Luckey, diseñador de gafas de realidad virtual, Anduril (que toma su nombre de la espada que lleva Aragorn en El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien) ha pasado en menos de una década de ser una pequeña startup en California a ser una firma multimillonaria con una base de producción en Ohio. Cuando se fundó, Anduril, como ocurrió con otras startups tecnológicas, se vio a menudo excluida de los grandes contratos militares que, según el estilo habitual del Pentágono, se redactaban de manera que favorecieran a los gigantes del CMI, con sus equipos de abogados y su dominio de los trámites burocráticos gubernamentales. Solo después de que Peter Thiel, de Palantir (otra empresa emergente orientada a la defensa cuyo nombre también deriva de El Señor de los Anillos) demandara al ejército estadounidense por negarse a tenerla en cuenta en un importante contrato de procesamiento de datos y ganara el juicio, se vio el Pentágono obligado a facilitar la adjudicación de contratos a startups como Anduril.

El éxito de Anduril en la obtención de contratos del Pentágono cada vez más importantes ha atraído el interés de grandes inversores que buscan oportunidades para beneficiarse del crecimiento previsto en el sector de las startups orientadas a la defensa

Además de competir agresivamente por los lucrativos contratos militares, Anduril se ha hecho famosa por las declaraciones públicas de su fundador, Palmer Luckey. Mientras que otros dirigentes empresariales suelen mostrarse cautos al hablar de las operaciones de contratación del Departamento de Defensa, Luckey ha criticado abiertamente la preferencia histórica del Pentágono por los contratistas tradicionales en detrimento de las inversiones en unas tecnologías avanzadas que, según él, son necesarias para vencer a China y Rusia en futuros conflictos.

“Los mayores contratistas de defensa están llenos de patriotas que, sin embargo, no tienen los conocimientos de software ni el modelo de negocio necesarios para desarrollar la tecnología que necesitamos”, afirmaron Luckey y sus principales colaboradores en su Documento de misión 2022. “Esas empresas trabajan con lentitud, mientras que los mejores ingenieros [de software] disfrutan trabajando a gran velocidad”. Además, “el talento en ingeniería de software capaz de desarrollar con mayor rapidez que nuestros adversarios se encuentra en el sector comercial, no en las grandes compañías de defensa”. Solo rechazando el antiguo CIM y adoptando el nuevo, afirmaba el texto, podrá el Departamento de Defensa obtener el armamento avanzado que necesita para imponerse en los conflictos futuros.

Vista aérea del Pentágono, Washington D. C.

Vista aérea del Pentágono, Washington D. C.

Dominio público

Respaldada por tales argumentos y por las acciones legales emprendidas por Palantir, Anduril comenzó a conseguir importantes contratos del ejército estadounidense. En febrero del 2023, el Pentágono comenzó a comprar el dron de vigilancia y ataque Altius-600 de la compañía para su uso por parte del ejército ucraniano y, en septiembre del 2024, el ejército anunció la compra de otro dron de Anduril, el Ghost-X, para vigilancia en combate. En un avance más significativo aun, Anduril y General Atomics (otro fabricante de drones) han sido seleccionados para diseñar los prototipos del Avión de Combate Colaborativo (CCA), un avión de combate furtivo sin piloto. Si es elegido como contratista principal del CCA, Anduril podría recibir decenas de miles de millones de dólares en nuevos contratos del Pentágono, lo que convertiría la compañía en la primera startup tecnológica en rivalizar con los grandes contratistas tradicionales en ingresos militares netos. Anduril es también una de las cuatro empresas seleccionadas por la Fuerza Aérea para desarrollar prototipos de su vehículo de prueba Enterprise, un dron de tamaño medio capaz de liberar enjambres de drones más pequeños de vigilancia y ataque.

El éxito de Anduril en la obtención de contratos del Pentágono cada vez más importantes ha atraído el interés de grandes inversores que buscan oportunidades para beneficiarse del crecimiento previsto en el sector de las start¬ups orientadas a la defensa. En julio del 2020, Anduril recibió nuevas inversiones por valor de 200 millones de dólares del Founders Fund de Peter Thiel y la destacada firma inversora de Silicon Valley Andreessen Horowitz, lo que elevó la valoración de la empresa hasta casi 2.000 millones de dólares. Un año más tarde, Anduril obtuvo otros 450 millones de dólares de esas y otras compañías de capital riesgo, lo que situó su valoración estimada en 4.500 millones de dólares, el doble que en el 2020.

Desde entonces, nuevos flujos de capital financiero han acudido a Anduril y otras startups de defensa, en lo que supone una importante iniciativa de los inversores privados para impulsar el auge de esas empresas y beneficiarse de su crecimiento a medida que llegan más contratos del Pentágono. Entre esos inversores se encuentra el vicepresidente J.D. Vance, cuyo fondo de capital riesgo privado, Narya Capital (otro nombre derivado de El Señor de los Anillos), ha invertido enormes sumas en Anduril y otras empresas militares y espaciales.

Entran en escena los trumpistas

El presidente Trump aún no ha presentado un presupuesto de defensa detallado para el próximo año fiscal, por lo que resulta imposible determinar cómo pretende distribuir la generosidad del Pentágono entre los contratistas de defensa tradicionales y los nuevos, como Anduril y Palantir. Sin embargo, Trump ha indicado que la solicitud presupuestaria para el 2026 será sustancialmente superior a los 850.000 millones de dólares solicitados por el gobierno de Biden para el gasto del Pentágono en el 2025; y es probable que la Cámara de Representantes y el Senado, controlados por los republicanos, voten a favor de un gran aumento, por más que prevea recortar el gasto en prioridades no militares como la salud, la educación, la vivienda y la protección del medio ambiente.

Con tanto dinero adicional para invertir, es seguro que el Pentágono aumentará su gasto en programas de armamento existentes, como el F-35, el F-15, el B-21 y el submarino de la clase Los Ángeles. También es probable que se destinen enormes sumas al caza F-47 de la iniciativa Dominio Aéreo de Próxima Generación, un avión furtivo de gran sofisticación que se espera que cueste alrededor de 300 millones de dólares por unidad. (El 47 del F-47 es un guiño apenas velado a la vanidad de Trump, ya que es el cuadragésimo séptimo presidente de Estados Unidos.) Ahora bien, es probable que el Gobierno también destine grandes cantidades a la adquisición de sistemas de armas autónomas; sobre todo, drones avanzados como el Fury de Anduril.

La creciente preferencia del Pentágono por el armamento de tecnología avanzada podría perjudicar a los antiguos contratistas de defensa. Entonces asistiremos a una batalla titánica entre ambos que tendrá su eco en las filas trumpistas

Por lo tanto, lo que queda por determinar es el equilibrio relativo que alcanzará el Gobierno de Trump en el gasto destinado a las compañías tradicionales del CMI y a las nuevas. Aunque ambos grupos experimenten un aumento en la adjudicación de contratos, un cambio en una u otra dirección podría resultar significativo a largo plazo. Si, como es probable, el presupuesto de defensa del 2026 incluye inversiones importantes en sistemas de armas autónomas como el CCA y el vehículo de prueba Enterprise, las repercusiones a largo plazo para el gasto militar estadounidense serán considerables.

La mayoría de los programas de armas no tripuladas del Pentágono se encuentran todavía en fase de investigación y desarrollo, por lo que en este momento consumen una financiación relativamente modesta (en comparación con sistemas maduros, como el F-15 y el F-35). Sin embargo, a medida que alcancen la fase de producción, esos proyectos comenzarán a recibir sumas mucho mayores, lo que podrá ponerlos en competencia con los programas más antiguos. Eso no supondrá problema alguno si el gasto neto en defensa sigue aumentando año tras año. Por el contrario, si, como indican la historia y la lógica económica, Estados Unidos se ve obligado en algún momento a detener esos aumentos anuales o incluso a gastar menos en adquisiciones militares, la creciente preferencia del Pentágono por el armamento de tecnología avanzada podría resultar perjudicial para los antiguos contratistas de defensa. En ese caso, asistiremos a una batalla titánica entre los contratistas de defensa tradicionales y los nuevos como Anduril por el acceso a los codiciados dólares del Pentágono, una lucha que sin duda dividirá a elementos clave de la coalición gobernante del segundo mandato de Trump.

Horizontal

Un F-35 en vuelo. 

AFP

La mayoría de los legisladores republicanos, que suelen depender de las contribuciones de las empresas tradicionales del complejo militar-industrial para financiar sus campañas, se verán obligados a apoyar en esa rivalidad a los grandes contratistas establecidos. Sin embargo, algunos de los principales asesores de Donald Trump, como J.D. Vance y Elon Musk, podrían empujar al presidente en la dirección opuesta. Musk ha expresado su profundo desprecio por la manera tradicional en que suele actuar el Pentágono; y, en especial, por su continuo gasto en el caza F-35, que no ha dado los resultados esperados. A medida que aumentan las capacidades de los drones, escribió en X, “algunos idiotas siguen construyendo aviones de combate tripulados como el F-35”.

El presidente Trump todavía no ha indicado su postura sobre el caza F-35, aunque sí que ha expresado apoyo a su sucesor, el F-47. A pedsar de todo, no cabe duda de que la brecha señalada por Elon Musk (entre las costosas armas tripuladas fabricadas por los contratistas de defensa tradicionales y los sistemas no tripulados más asequibles fabricados por empresas como Anduril, General Atomics o Palantir) se ampliará en los próximos años a medida que el nuevo complejo militar-industrial crezca en riqueza y poder.

Queda todavía por ver cómo abordará el antiguo CMI esa amenaza a su primacía, teniendo en cuenta que las compañías multimillonarias como esas no tienen por costumbre ceder terreno sin luchar; y ello enfrentará entre sí a algunos elementos poderosos del universo trumpiano.

Michael T. Klare es profesor emérito de Estudios sobre la Paz y la Seguridad Mundial en el Hampshire College e investigador visitante sénior en la Asociación para el Control de Armas de Washington DC

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