David Golumbia, un sagaz observador del libertarismo en el ciberespacio, expuso claramente el vínculo entre criptomonedas y tecnolibertarios en su libro del 2016 The politics of bitcoin: Software as right-wing extremism, donde concluía: “el bitcoin y la tecnología de la cadena de bloques en la que se basa satisfacen necesidades que solo tienen sentido en el contexto de la política de derechas”.
El primer bloque de la cadena de bloques de bitcoin se creó en el 2009 y contiene, junto con datos sobre la propiedad de los primeros bitcoins, el siguiente texto: “The Times, 3 de enero de 2009. Ministro de Economía al borde del segundo rescate bancario”. Nadie sabe quién creó el bitcoin, pero esa referencia a los rescates bancarios durante la crisis financiera mundial apunta a que se concibió desde el principio como un rechazo a la intervención gubernamental en las finanzas.
Peter Thiel, referencia tecnolibertaria
Desde el 2009, los tecnolibertaristas han adoptado la criptomoneda como una posible alternativa al dinero fíat y las finanzas reguladas, tratando de poner en práctica las fantasías del tecnolibertarismo propias de Silicon Valley acerca del dinero privado que se remontan al menos a la década de 1990. En su libro The contrarian: Peter Thiel and Silicon Valley’s pursuit of power, el periodista Max Chafkin describe cómo el entonces director ejecutivo de PayPal, Peter Thiel, declaró a la prensa que los gobiernos “utilizan la inflación y, a veces, la devaluación masiva de la moneda... para quitarles la riqueza a los ciudadanos” y que si PayPal despegaba, “haría imposible que los gobiernos regularan sus economías, lo que llevaría a... la erosión del Estado nación”. PayPal no logró provocar en los gobiernos, los bancos centrales y la oferta monetaria la disrupción deseada por Thiel, pero ahora las criptomonedas se están utilizando como arma con fines similares.
¿Qué ha logrado la revolución de las criptomonedas?
Está claro que las criptomonedas no han logrado materializar las grandes ambiciones tecnolibertarias de crear un dinero privado. Las criptomonedas sin respaldo, como el bitcoin, no funcionan como dinero debido a su volatilidad; la oferta fija del bitcoin también hace que sea intrínsecamente deflacionario, lo que anima a sus poseedores a conservarlo como inversión en lugar de gastarlo. La mayoría de los criptoactivos que han tratado de capitalizar la popularidad del bitcoin se consideran también inversiones especulativas, más que medios de pago (aunque el bitcoin y otros criptoactivos se utilizan con frecuencia para pagos ilícitos y para eludir sanciones económicas).
Tampoco se ha cumplido la aspiración de la tecnología de la cadena de bloques subyacente al bitcoin de descentralizar el control económico. Al fin y al cabo, una cadena de bloques no es más que una base de datos, por mucho que teóricamente permita que cualquier ordenador que la aloje añada nuevas transacciones. Un sistema necesita ofrecer algo más que la oportunidad teórica de un control descentralizado para llegar a ser realmente descentralizado en un sentido económico significativo; y nunca fue realista esperar que la tecnología de la cadena de bloques alterara los incentivos para la centralización económica.
El Congreso está a punto de aprobar la legislación deseada por el sector de las criptomonedas que allana el camino para que Silicon Valley altere el sistema bancario y los mercados de valores
El control de las operaciones de cadenas de bloques se ha centralizado en manos de intermediarios no regulados (a menudo incluso no reconocidos) entre los que se encuentran los desarrolladores principales que mantienen el software de la cadena de bloques y los pequeños grupos de validadores de transacciones que tienen el poder de decidir qué transacciones se validan y en qué orden. También ha surgido una multitud de otros criptointermediarios, los más importantes de los cuales son las plataformas de intercambio de criptomonedas (criptobolsas) en las que los usuarios confían para comprar y vender criptoactivos.
A pesar del fracaso de las grandes ambiciones del bitcoin, el sector de las criptomonedas ha logrado impulsar las ambiciones tecnolibertarias de un modo mucho más pedestre: ha conseguido convertir el entusiasmo por la cadena de bloques y las promesas de descentralización en un arma para dar paso a una edad de oro del arbitraje regulatorio (así como del fraude y la estafa). Si se logra convencer a los legisladores y reguladores de que la tecnología de cadena de bloques es demasiado descentralizada para regularla, proliferarán las lagunas jurídicas susceptibles de ser explotadas.
Como ya se ha mencionado, las criptomonedas se han utilizado para eludir las sanciones económicas y las normas contra el blanqueo de capitales. También se han utilizado para eludir la declaración de impuestos, la regulación bancaria y la regulación de valores. Un arbitraje regulatorio desenfrenado socava las leyes adoptadas para proteger la seguridad nacional, las víctimas de delitos, los inversores y la estabilidad de nuestro sistema financiero. Ese tipo de perjuicios solo pueden justificarse, como observó David Golumbia, si se considera que cualquier efecto negativo de lo que haga el sector de las criptomonedas más allá del alcance de la ley es un precio que vale la pena pagar por la capacidad de operar al margen del control de un banco central o un Gobierno elegido democráticamente.
¿Quién ha impulsado esta revolución?
Las criptomonedas se describen a veces como un levantamiento surgido de abajo que prosperó hasta convertirse en una comunidad o un ecosistema, pero en realidad es un sector con ánimo de lucro creado por algunas de las personas más poderosas de Silicon Valley. Quizás nadie haya tenido más influencia en la creación del sector de las criptomonedas que el multimillonario inversor de capital riesgo Marc Andreessen. En el 2013, su compañía Andreessen Horowitz realizó una primera inversión en la criptobolsa Coinbase fundada por Brian Armstrong. En el 2022, Andreessen Horowitz ya había financiado más de 7.600 millones de dólares en criptomonedas e iniciativas relacionadas y respaldado al menos 75 empresas de criptomonedas/cadena de bloques, hasta el punto de que su reputación y su éxito financiero han quedado indisolublemente ligados al éxito del sector de las criptomonedas.
En el 2023, Marc Andreessen publicó un Manifiesto tecnooptimista en el que proclamó: “El mercado se disciplina de forma natural: el vendedor aprende y cambia cuando el comprador no aparece, o sale del mercado”. Ahora bien, Andreessen Horowitz no dejó que fuera la mano invisible del mercado la que decidiera que el sector las criptomonedas ganara o no impulso. En su lugar, desplegó la estrategia del blitzscaling (escalada relámpago) establecida por PayPal en la década de 1990 y utilizó la financiación subvencionada, las grandes campañas mediáticas, el arbitraje regulatorio y las actividades de lobby para generar un crecimiento vertiginoso cuyo objetivo era frustrar los intentos de regular los múltiples perjuicios del sector las criptomonedas.
Criptomonedas representadas en un anuncio de la plataforma Coinbase
La financiación barata era entonces fácil de conseguir; una enorme cantidad de dinero llegó a los fondos de capital riesgo entre 2020 y 2022 porque en ese momento los inversores buscaron mayores rendimientos como consecuencia de los bajísimos tipos de interés existentes. Y el sector del capital riesgo decidió dónde desplegar esa financiación barata. Pese a su reputación de aceptar riesgos, las empresas de capital riesgo suelen tomar decisiones de inversión poco imaginativas. Suelen seguir el rebaño y acaban financiando los modelos de negocio y las tecnologías que están de moda; sobre todo, aquello que no es intensivo en capital y puede escalarse con rapidez. El período 2020-2022 destacó por la cantidad de inversiones de riesgo que acudieron en tropel a diversos sectores: las compañías de reparto ultrarrápido, las tecnologías financieras en general y, de modo más especifico, las criptomonedas.
Las criptomonedas nunca han desarrollado una aplicación estrella más allá de la especulación y la actividad ilegal, por lo que su comercialización obligó a los capitalistas de riesgo a crear una historia más convincente. Un antiguo socio de Andreessen Horowitz se refirió a la firma como “una compañía de medios de comunicación que se monetiza a través del capital riesgo”; y Andreessen Horowitz organizó una campaña mediática sobre las criptomonedas con innumerables entrevistas y publicaciones que proclamaban el potencial revolucionario de la descentralización de la cadena de bloques. A muchos les resultó difícil resistir al atractivo del relato difundido por Andreessen Horowitz, aunque esa gran promoción publicitaria era, en el mejor de los casos, poco sincera. Si la tecnología de la cadena de bloques pudiera producir una verdadera descentralización económica, ninguna entidad centralizada obtendría beneficios y, sin la posibilidad de obtenerlos, ninguna empresa de capital riesgo financiaría proyectos de criptomonedas.
Los tecnolibertarios no solo desean revolucionar las finanzas. Algunos ven la cadena de bloques como una oportunidad para ‘salir’ del control gubernamental, lo que se plasma en el movimiento del Estado red
La tecnología de la cadena de bloques no solo es incapaz de cumplir sus promesas de descentralización, sino que también (según una carta dirigida a los máximos representantes del Congreso estadounidense y firmada por más de 1.500 tecnólogos independientes) “es poco adecuada para casi todos los fines que actualmente se promocionan como fuente real o potencial de beneficio público”. En cambio, el arbitraje regulatorio es el principal caso de uso de la cadena de bloques, y el arbitraje en la legislación sobre valores es especialmente útil para los capitalistas de riesgo como Andreessen Horowitz.
Los capitalistas de riesgo están muy atentos a la forma en que saldrán de sus inversiones: necesitan recuperar el dinero invertido en las startups en un plazo de unos 5 o 6 años para poder distribuir el capital entre sus propios inversores. Antes del auge de las criptomonedas, un capital de riesgo tenía dos vías de salida principales: o bien una start¬up se vendía a otra compañía; o bien una oferta pública inicial de las acciones de la startup permitiría al fondo de capital de riesgo vender su participación al público en general. Sin embargo, en muchas compañías de criptomonedas, los fondos de capital riesgo reciben tokénes criptográficos en lugar de acciones de la startup. Si la legislación sobre valores no se aplica a esos tokénes, los fondos de capital riesgo pueden utilizar las plataformas de intercambio de criptomonedas para vender sus tokénes al público en general mucho antes de que se produzca cualquier salida a bolsa. Cuanto más rápida sea la salida, menos probable es que las empresas de capital riesgo se comprometan con la viabilidad y el impacto a largo plazo de los modelos de negocio de las startups antes de financiarlas.
Fuerza política e ideológica
Antes del 2025, la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. (SEC) consideraba de modo general que la mayoría de los tokénes criptográficos debían cumplir la legislación sobre valores. Pese a que sus actuaciones coercitivas avanzaron lentamente en los tribunales (y muchos fondos de capital riesgo pudieron salir de sus inversiones en criptomonedas antes de que los tribunales tomaran medidas), las crecientes victorias judiciales supusieron una amenaza existencial para un sector criptográfico que tenía poco que ofrecer más allá del arbitraje regulatorio.
Entre el 2021 y el 2023, Andreessen Horowitz y otros agentes del sector de las criptomonedas ejercieron una fuerte presión para que se aprobara una legislación que consagrara un enfoque más flexible de la regulación de las criptomonedas; además, también presionaron a los propios reguladores para que se mostraran más complacientes. Los directivos de Andreessen Horowitz, por ejemplo, enviaron numerosas cartas a los reguladores federales, contrataron a un importante número de antiguos funcionarios y donaron millones de dólares a candidatos y comités de acción política favorables a las criptomonedas.
El sector de las criptomonedas mostró de verdad su músculo político en el 2024, año en cuyo ciclo electoral gastó unos 245 millones de dólares. Marc Andreessen, que antes había sido un gran donante del Partido Demócrata, cambió de lealtad política y mostró apoyo público a Trump en el 2024. Para explicar la decisión, citó en parte la postura reguladora más cautelosa del gobierno de Biden hacia las criptomonedas, y también lamentó que el público ya no apreciara las tecnologías financiadas por Andreessen Horowitz.
Las criptomonedas se han usado para eludir las sanciones económicas, las normas contra el blanqueo de capitales, la declaración de impuestos o la regulación bancaria
Los datos de una encuesta reciente indican que un 63% de los estadounidenses no confía en la seguridad de las criptomonedas y que menos de un 5% posee realmente criptomonedas (y la mitad de ese reducido grupo posee menos de 3.000 dólares). Pese a su limitado uso público, el sector de las criptomonedas se ha convertido en una de las fuerzas políticas más formidables de EE.UU. y gastó mucho más que cualquier otro sector en el ciclo electoral de 2024. Dicho gasto rara vez se destinó a anuncios sobre las criptomonedas; se utilizó, más bien, para financiar ataques no relacionados con las criptomonedas contra candidatos contrarios a ellas.
El desembolso tuvo el efecto deseado. Desde el comienzo del segundo mandato de Trump, la Comisión de Bolsa y Valores ha retirado varias demandas clave que aplicaban la legislación sobre valores contra criptobolsas; y, en general, ha mostrado una actitud de permisividad hacia las criptomonedas. El Congreso está a punto de aprobar con el apoyo de ambos partidos la legislación deseada por el sector de las criptomonedas, y ello sin darse cuenta o sin que le importe que dicha legislación está allanando el camino para que Silicon Valley altere el sistema bancario estadounidense, así como los mercados de valores.
Entregar el control de nuestro sistema financiero a las élites de Silicon Valley supone necesariamente ceder terreno a sus sistemas de creencias. Es poco probable que su disrupción sea beneficiosa para el público (como han señalado muchos, “moverse rápido y romper cosas” es un enfoque peligroso en servicios financieros), pero encaja con las aspiraciones tecnolibertarias del reducido círculo de Silicon Valley.
El ultralibertario Peter Thiel es considerado el padrino de la mafia PayPal, entre cuyos miembros se cuenta Elon Musk; Thiel también empleó anteriormente al vicepresidente de EE.UU. J.D. Vance (de quien, según se dice, sigue siendo su mentor). La criptobolsa Coinbase empezó cuando Brian Armstrong presentó la idea a Y Combinator, una prestigiosa aceleradora de start¬ups de Silicon Valley; Y Combinator estaba entonces dirigida por Sam Altman, de OpenAI, y ahora la dirige Gary Tan (otro antiguo empleado de Thiel). Coinbase fue financiada por Andreessen Horowitz y ahora cuenta con su propia división de capital riesgo, lo que permite a Brian Armstrong inculcar los principios del tecnolibertarismo a las futuras generaciones de emprendedores.
El objetivo final del Estado red
Como vimos en los comentarios de Peter Thiel en los noventa sobre sus ambiciones para PayPal, los tecnolibertarios no solo desean revolucionar las finanzas. Algunos criptoevangelistas ven la cadena de bloques como una oportunidad para salir del control gubernamental en un sentido más amplio, y esas aspiraciones se han plasmado en el movimiento del Estado red.
El antiguo socio de Andreessen Horowitz y ejecutivo de Coinbase, Balaji Srinivasan, es autor de un texto fundacional de ese movimiento, The Network State (que cuenta con el respaldo efusivo de Marc Andreessen y Brian Armstrong; también Gary Tan es un destacado partidario). El libro aboga por la construcción de una red social, con criptomonedas y pasaportes basados en la cadena de bloques, en el éter para luego “materializarla en el mundo físico”. Srinivasan sostiene que eso puede crear un nuevo país sin los “feos” métodos (es el adjetivo empleado) de las elecciones, la revolución o la guerra. Como vía para poner en práctica dicho plan, Srinivasan, Thiel, Andreessen y Altman (entre otros) han fundado una comunidad en línea llamada Praxis. El manifiesto de Praxis espera con entusiasmo el fin de los gobiernos nacionales: “A medida que las comunidades locales se vayan disolviendo y los estados nación se tambaleen veremos a los estados red sustituir en tiempo real a los estados nación”.
El movimiento del Estado red toma la noción de salida del capital riesgo y la aplica a la gobernanza democrática. Los miembros de la élite de Silicon Valley, cuyo objetivo es salir de los estados nación, no invertirán en mejorar su funcionamiento; es posible que incluso prefieran verlos fracasar. Aunque el Estado red es una fantasía irrealizable, sus adeptos tecnolibertarios están dispuestos a fomentar un retorno al mundo anterior al new deal caracterizado por el caveat emptor (que tenga cuidado el comprador, la responsabilidad en la compra en suya) y los pánicos bancarios, con la esperanza de alcanzar sus sueños. Los miembros del Congreso que planean darles el control sobre nuestro sistema financiero están cometiendo un grave error.
Hilary Allen es profesora en la Facultad de Derecho Washington de la Universidad Americana
