Los riesgos y oportunidades de vivir en una Europa en crisis fundacional

Vanguardia Dossier

Los fundamentos sobre los que se asienta la UE –la norma, la democracia y la alianza transatlántica– sufren hoy el embate de Estados Unidos desde fuera con apoyos dentro de la Unión

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Grafiti europeísta en París en medio de la ola de auge ultra en Europa. 

Joel Saget / AFP

Los EE.UU. de Donald Trump prefieren la fuerza a la norma. Abandonan tratados internacionales como el de la Organización Mundial de Comercio para imponer sus propias condiciones. Donde antes había concesiones recíprocas se impone el unilateralismo, donde se respetaba el principio de la no discriminación se discrimina sin rubor; donde se trataba a los países más pobres y vulnerables del mundo de manera especial, se les imponen ahora condiciones draconianas. Abandonan el Acuerdo de París sobre el cambio climático al que tildan de wokismo; se retiran del acuerdo nuclear iraní y se saltan el derecho humanitario en Próximo Oriente. Hacen un uso preventivo de la fuerza, incluso aunque no exista un riesgo inminente, como en el caso del ataque contra Irán, saltándose la legalidad internacional. Todo sirve para justificar el “America first”. EE.UU. debe ganar y los demás deben perder.

Esto casa mal con los principios fundacionales de la UE, una construcción basada en el derecho, con un entramado institucional y un ordenamiento jurídico propio y que declara en el preámbulo de su Tratado el respeto por el Estado de derecho. Casa mal también con el compromiso expresado por la UE en el artículo 3 del Tratado con el estricto respeto del derecho internacional y en particular de los principios de la Carta de las Naciones Unidas. La UE no es perfecta en su respeto del derecho internacional, lejos de ello, pero en ningún caso hace de la violación del derecho o de la norma internacional una bandera.

Los EE.UU. de Donald Trump anteponen la libertad a la democracia. Cuando se antepone la libertad de los ciudadanos al respeto de las decisiones judiciales, a la libertad de prensa o a la libertad académica, se pretende colocar al ciudadano por encima de la democracia. La democracia son derechos y libertades individuales, pero también pesos y contrapesos, respeto por la opinión del otro, tolerancia e instituciones independientes. Fue particularmente doloroso para Europa escuchar en Munich al vicepresidente de EE.UU. explicar que la mayor amenaza para la democracia en el continente no viene de Rusia o China, sino del interior de la UE. Fue escucharle decir que los gobiernos europeos socavan la democracia al alejarse de sus valores e ignorar las preocupaciones de los votantes sobre la migración y la libertad de expresión. Curioso comentario cuando apenas unas horas antes el propio Donald Trump amenazaba a aquellos medios de comunicación que usaran el término golfo de México en vez de golfo de América, su nueva invención geográfica.

La UE ha adoptado la Brújula de la Competitividad, un plan quinquenal para cerrar la brecha de innovación, facilitar el acceso a energía limpia y asequible y reducir las dependencias externas

En tercer lugar, la nueva Administración estadounidense renuncia a cultivar alianzas y busca sumisión. La Alianza Atlántica se debilita cuando el presidente de los EE.UU. cuestiona el compromiso de su país a defender cada milímetro del territorio de la OTAN; se debilita cuando se imponen aranceles unilaterales astronómicos al comercio transatlántico o cuando se prefiere negociar con Putin bajo sus condiciones que seguir aportando apoyo a Ucrania. La Alianza se acaba cuando se reclama por la vía unilateral la soberanía de una parte del territorio europeo, Groenlandia. La UE se enfrenta hoy más sola al retorno de la guerra al continente europeo y a la brutalización de las relaciones internacionales.

El antagonismo de la Administración Trump hacia la Alianza transatlántica podría ser el detonante de una mayor integración europea, el más consecuente desde la fundación de la UE en 1948. El compromiso de Europa con la Alianza transatlántica no es un símbolo de su debilidad ni de la incapacidad del continente para reunir la energía política necesaria para una mayor autonomía. Lo cierto es que los países europeos ya han realizado importantes esfuerzos para mejorar sus capacidades económicas y de defensa. La UE desearía preservar las relaciones con su aliado estadounidense e impulsarlas a futuro. Pero la imprevisibilidad y el comportamiento predatorio de EE.UU. obligan a la UE a tomar las riendas de su futuro. Lo contrario seria quedar a merced de potencias que buscan retornar a un mundo de esferas de influencia, en la que Europa lo sería, probablemente, de Rusia.

Estas tres grandes fracturas obligan a la UE a reforzar su proyecto. No a abandonar los principios fundacionales de la construcción europea, pero sí a repensar la manera de mantenerse fiel a ellos. Se trata de construir soberanía para seguir siendo UE, un modelo único de prosperidad, solidaridad y democracia.

Más soberanía e integración

Una mayor soberanía europea pasa hoy por impulsar una mayor integración de los mercados europeos, por invertir mas y mejor en la defensa europea y por proteger la democracia, todo ello tejiendo lazos más estrechos con otros países y regiones deseosos de construir relaciones basadas en el derecho, en el contrato, y no en el unilateralismo.

Mucho se ha escrito sobre la necesidad de mejorar la integración europea. El diagnóstico es claro y contundente. Ahí están los informes de los ex primeros ministros italianos Enrico Letta y Mario Draghi, uno con propuestas para profundizar el mercado único y el otro sobre la mejora de la competitividad europea. Ambos son dos caras de una misma moneda: el tamaño nos da poder, la unidad nos da capacidad para resistir a los embates externos.

Italian secretary of the Democratic party Enrico Letta guest at the tv broadcast Porta a Porta. On the screen, the italian prime minister Mario Draghi. Rome (Italy), May 31st, 2022 (Photo by Massimo Di Vita/Archivio Massimo Di Vita/Mondadori Portfolio via Getty Images)

Tanto el exprimer ministro italiano Letta como el expresidente del BCE Draghi han hecho públicos planes para relanzar Europa. 

Mondadori Portfolio / Getty

Los informes muestran el potencial de avanzar en la integración en los mercados de capitales, la energía y la tecnología, pilares fundamentales de la capacidad económica y la seguridad europeas. El tono, algo dramático, de ambos informes y el debate posterior pretendían movilizar a las capitales europeas para que actuaran. En cambio, generó pesimismo en Europa y, fuera de Europa, se ha interpretado como una señal de declive.

Pero con la agitación causada por los erráticos anuncios de la Administración Trump y el creciente riesgo de recesión, quizá sea un buen momento para mirar más allá de los titulares. Por ejemplo, las comparaciones entre la economía de EE.UU. y la UE tienden a verse distorsionadas por la fortaleza del dólar. Ha bastado con el declive del dólar para que mejore la comparación. Pero si se mide en paridad de poder adquisitivo, la brecha en el crecimiento de la producción entre Europa y EE.UU. es menor. Y la diferencia se basa fundamentalmente en un retraso tecnológico europeo y en el coste de la energía.

Europa hoy ofrece estabilidad y previsibilidad, características muy valiosas en el volátil entorno global actual. A nivel macroeconómico, la inflación se ha desacelerado, con la disminución de los costos de financiamiento. Además, los déficits y la deuda pública son menores que en otras grandes economías, lo que permite un importante margen de maniobra en caso de que sea necesario en una recesión.

Avances europeos

Entretanto Europa avanza. Desde principios del año, la UE ha adoptado la Brújula de la Competitividad, un plan quinquenal para cerrar la brecha de innovación, facilitar el acceso a energía limpia y asequible, y reducir las dependencias externas excesivas. Se trata de encontrar un nuevo equilibrio entre sostenibilidad, competitividad y seguridad. Bruselas también ha adoptado un paquete ómnibus para simplificar las normas sobre sostenibilidad e inversión, aportando un alivio burocrático estimado en 6.000 millones de euros de particular interés para las pequeñas y medianas empresas. Dada la antipatía de la Administración Trump hacia las políticas climáticas, es un buen momento para invertir en tecnologías verdes en Europa.

A medida que el panorama geopolítico se ensombrece, el euro digital está cobrando impulso. Europa ha despertado tras la orden ejecutiva de la Administración Trump que se centra en promover el desarrollo y el crecimiento de las monedas estables respaldadas por dólares en todo el mundo, para fortalecer su dominio de los sistemas de pago internacionales. Otros países también han entendido el mensaje estadounidense. Por eso China ha redoblado sus esfuerzos para desarrollar el yuan digital. Los países Brics también trabajan para vincular las iniciativas digitales de sus bancos centrales en una plataforma común.

El apoyo a Ucrania, tanto financiero como con medios defensivos, es un elemento fundamental de la estrategia de seguridad europea y debe mantenerse tanto tiempo como sea necesario para vencer a Rusia

Europa necesita también reducir su dependencia de proveedores de medios de pagos extranjeros (un 65 % de los pagos con tarjeta realizados dentro de la eurozona se procesan mediante medios de pago como Visa y Mastercard) y de los pagos mediante aplicaciones móviles, que están dominados por empresas tecnológicas no pertenecientes a la UE. Esto es también fuente de vulnerabilidad. De ahí la importancia de la iniciativa del euro digital, lanzada en el 2021 y que se ha acelerado tras la llegada de Trump a la Casa Blanca.

Son pasos en la buena dirección, pero es necesaria más ambición y sobre todo mayor rapidez. Sobre todo en la integración de los mercados energéticos que a la postre reforzarían la competitividad europea y en los mercados de capitales que nos permitiría invertir en nuestras prioridades.

La defensa tras la conferencia de Munich

El segundo talón de Aquiles de Europa es la defensa. Desde ese punto de vista la conferencia de seguridad de Munich del 2025 tuvo una gran virtud: los europeos comprendieron, de una vez por todas, que asegurar su propio futuro requiere construir una disuasión europea creíble. Por ello, en los meses posteriores a Munich hemos visto esfuerzos a nivel de la UE, así como en las capitales europeas, para aumentar drásticamente el gasto en defensa, abordar las deficiencias críticas de capacidad, impulsar una base industrial de defensa más competitiva y construir un verdadero mercado europeo de la industria de la defensa.

Se han flexibilizado las normas fiscales vigentes en Europa para permitir a los estados miembros desviarse de la senda recomendada de gasto neto hasta en un 1,5% anual para impulsar el gasto en defensa. Se pondrá a la disposición de los estados miembros un préstamo de hasta 150.000 millones de euros para apoyar la adquisición conjunta de equipos de defensa fabricados en la UE o en países socios con los que la UE tiene acuerdos bilaterales de defensa, como Japón, Corea del Sur y Noruega, o con los que el bloque podría negociar futuros acuerdos, como Turquía o Reino Unido. EE.UU. no figura en la lista. Se trabaja en planes para una mayor integración de los mercados de defensa, así como para movilizar capital privado y la capacidad inversora del Banco Europeo de Inversiones.

Europa necesita resistir la presión interna de la extrema derecha y defender la democracia. Puede activar sanciones a los países que cometan una “violación grave y persistente” de los valores europeos

En la cumbre de la OTAN de junio todos los miembros se han comprometido a aumentar su gasto de defensa. Es obvio que la situación fiscal de muchos países no permitirá alcanzar el nivel mencionado en el comunicado de prensa conjunto, pero no lo es menos que el sentido de dirección es claro: mayores inversiones en defensa y más ampliamente en seguridad. También es cierto que aunque EE.UU. ha firmado el comunicado que repite el compromiso de la Alianza con la defensa del territorio frente amenazas externas, el cuestionamiento regular por parte del presidente Trump del artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte debilita la capacidad disuasoria de la Alianza y por lo tanto desprotege a Europa.

Por eso es necesario avanzar en la conversación sobre una realidad incómoda: la UE necesita replantear los acuerdos institucionales para su arquitectura de seguridad, una que no esté sujeta a los riesgos que plantea una OTAN dominada por un EE.UU. cada vez más hostil hacia la UE.

La UE necesita también reforzar su capacidad de disuasión. En este sentido es muy importante que Francia, potencia nuclear, haya mostrado su disposición a debatir la expansión de su programa nuclear más allá de sus fronteras. Como lo ha sido que Francia y el Reino Unido, las únicas dos potencias nucleares europeas, hayan decidido coordinar su disuasión nuclear para proteger a Europa.

Entre tanto, pese a la gran volatilidad en la postura estadounidense, y tras el fracaso de los intentos americanos de convencer a Putin de entrar en una negociación sobre Ucrania, Putin sigue bombardeando objetivos militares, pero sobre todo civiles en Ucrania, y Europa sigue ayudando a Ucrania en su defensa contra el agresor ruso. El apoyo a Ucrania, tanto financiero como con medios defensivos, es un elemento fundamental de la estrategia de seguridad europea y debe mantenerse tanto tiempo como sea necesario para vencer a Rusia.

Amenaza a los valores europeos

Pero quizás el mayor riesgo de la Administración estadounidense para Europa sea su hostilidad contra valores como la cooperación multilateral, la lucha contra el cambio climático, el Estado de derecho y la propia democracia. Con su retórica, Trump degrada el valor de estos principios. Con sus acciones en EE.UU. –contra abogados, universidades, oponentes políticos, científicos, periodistas– debilita la democracia americana y ofrece un modelo que emular a fuerzas políticas en Europa.

Basta con leer el reciente documento publicado por Samuel Samson, asesor del Departamento de Estado de EE.UU. y titulado La necesidad de aliados civilizacionales en Europa. No se trata de una opinión personal, sino de un documento oficial con el membrete del departamento y publicado en su sitio web. En él asegura que el retroceso democrático en Europa perjudica la seguridad, los intereses económicos y la libertad de expresión de EE.UU., por lo cual es hora de que EE.UU. actúe: las fuerzas de extrema derecha en Europa deben transformar sus sistemas políticos para que Washington pueda formar una alianza civilizada con naciones cristianas como Hungría. No es EE.UU. quien socava la democracia demoliendo instituciones públicas, bloqueando visas a quienes critican al presidente Trump, ignorando fallos judiciales, o expulsando de un modo ilegal a ciudadanos a cárceles en El Salvador. Según Samson es Europa la que es antidemocrática: Europa que permite la migración masiva, ejerce la censura digital y restringe la libertad religiosa.

'Atlas elemental moderno', por Tomás López, 1782

'Atlas elemental moderno', por Tomás López, de 1782. Europa se halla hoy entre dos grandes potencias, Estados Unidos y China. 

© Archivo Histórico de la Armada Juan Sebastián Elcano - Ministerio de Defensa.

Se describe a Europa como un vivero de fanáticos ultraizquierdistas, una Europa “que reemplaza sus raíces espirituales y culturales, que trata los valores tradicionales como reliquias peligrosas y que centraliza el poder en instituciones irresponsables”. El texto hace referencia a Aristóteles, Tomás de Aquino y el cristianismo medieval pero convenientemente no menciona la Ilustración, ni el racionalismo y la ciencia, ni la libertad individual, ni el gobierno representativo, ni el Estado de derecho o la separación de la Iglesia y el Estado.

En palabras del vicepresidente J.D. Vance, la Administración estadounidense busca cambiar la Unión Europa “desde dentro”, apropiándose así de la expresión usada por fuerzas antieuropeístas dentro de la UE.

Europa necesita prepararse para resistir esa presión interna, para defender el Estado de derecho dentro de sus fronteras. Para proteger la democracia. Desde el Tratado de Amsterdam de 1999, la UE dispone de un instrumento poderoso para proteger el Estado de derecho: un procedimiento descrito en el artículo 7 del Tratado de la UE que permite a los estados miembros sancionar a un país cuando comete una “violación grave y persistente” de los valores europeos. Sin embargo, en la práctica, este instrumento requiere de la unanimidad para poder ser aplicado. Para sortear este requisito de unanimidad, la UE adoptó en el 2021 un reglamento que permite a la Comisión Europea suspender ciertos pagos de su presupuesto si una mayoría cualificada de los estados miembros determina que un Estado miembro ha incumplido los valores de la UE. Este reglamento ya se ha puesto a prueba recientemente cuando se han retenido fondos de recuperación de la covid a Hungría tras constatar que el país ha incumplido persistentemente el Estado de derecho. Existe también la posibilidad de aplicar el Tratado de la UE y suspender el derecho de voto de un Estado miembro en el Consejo Europeo.

Ampliación, alianzas y multilateralismo

La UE también debe promover la democracia en su vecindad utilizando su herramienta más eficaz: la ampliación de la UE. Las anteriores ampliaciones han demostrado que el propio proceso de adhesión a la UE otorga a Europa una gran influencia para transformar la gobernanza y la cultura política de los países candidatos. La guerra de Rusia contra Ucrania ha otorgado a la ampliación un nuevo significado y urgencia. La ampliación es hoy un seguro contra la inestabilidad geopolítica en las fronteras de la UE. Las zonas grises, los territorios de nadie, se convierten fácilmente en caballos de Troya a través de los cuales se puede desestabilizar la UE. Por ello la UE debería aspirar a otra gran ronda de ampliación para el 2030. Fijar una fecha concreta motivaría a los países candidatos a emprender reformas y fortalecer sus democracias con vistas a cumplir las condiciones para ingresar a la UE. Fijar una fecha también ayudaría a la UE a emprender las reformas internas necesarias para garantizar la funcionalidad de una Unión ampliada.

Apoyar el multilateralismo es hoy otra manera de construir resiliencia, de limitar el uso abusivo de la fuerza por terceros, de mantener espacios abiertos para la protección de los bienes públicos globales

Finalmente, es el momento para que Europa construya alianzas internacionales y apoye la cooperación internacional. Hacerlo no significa ingenuidad o debilidad. Apoyar el multilateralismo es hoy otra manera de construir resiliencia, de limitar el uso abusivo de la fuerza por terceros, de mantener espacios abiertos para la protección de los bienes públicos globales. Muchas son las alianzas que la UE está tejiendo, algunas como el acuerdo UE-Mercosur esperan la ratificación; otras como el acuerdo con India o Australia necesitan un impulso político; otras como el acuerdo entre la UE y los países de Asia-Pacifico del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP) comienzan a penas pero podrían ser la incubadora de las reglas del comercio internacional de mañana contribuyendo en el futuro a reformar la Organización Mundial de Comercio hoy paralizada por EE.UU.

En este mundo multipolar, donde el poder económico, militar y tecnológico esta más distribuido que durante la fundación del actual orden internacional, necesitamos un nuevo multilateralismo que refleje estos nuevos equilibrios y que sea capaz de avanzar de manera eficaz en sus objetivos. Una nueva legitimidad y eficacia a las que la UE puede y debe contribuir como lo ha hecho recientemente en la Organización Mundial de la Salud, liderando un nuevo tratado internacional para responder a las pandemias, o en la Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos que tuvo lugar en Niza (Francia) en la cual se ha adoptado un plan para la protección de los océanos.

Conclusión

La UE se encuentra en una crisis fundacional, en un cruce de caminos. Puede decidir invertir en una mayor soberanía, reforzar su integración, su seguridad y su democracia, para lo cual necesitará liderazgo y capital político. O puede decidir permanecer fragmentada, replegarse en arcadias soberanas nacionales, y el proyecto europeo morirá lentamente. Que no se diga que no se advirtió.

Arancha González Laya es decana de la Paris School of International Affairs (Sciences Po) y exministra de Asuntos Exteriores de España

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