Los nuevos padres
En reconocimiento a sus logros, la revista Discover la citó en el 2002 como una de las 50 mujeres más importantes de la ciencia, y ha sido seleccionada como una de las 21 líderes en comportamiento animal (2009). Con esa mirada, desde la ciencia y la antropología, ha estudiado a los nuevos padres, esos que se entregan a los cuidados de sus bebés. Lo cuenta en El padre en escena (Capitán Swing), en el que argumenta, con una gran cantidad de investigaciones, que esta transformación de los nuevos padres no es solo cultural, sino profundamente biológica: “La biología del varón varía de forma sorprendente cuando cuida a un bebé. Los hombres en contacto íntimo prolongado con bebés muestran respuestas casi idénticas a las de los cuerpos y cerebros de las madres. Desarrollan un potencial asistencial que pocos hombres creían poseer”.
Hábleme de las virtudes de su yerno.
Al criarme en Texas, jamás vi a un hombre cambiar un pañal; en mi infancia, los varones no cuidaban de los bebés, y cuando vi a mi yerno hacerlo con tanta dedicación y ternura, me impresionó.
¿Algo sostenido en el tiempo?
Tuvo una baja muy generosa y tenía vacaciones acumuladas, cosa que mi hija no tenía. La antropóloga evolutiva que llevo dentro dijo: ¡pero esto qué es, si somos primates!
¿Los simios macho no cuidan de sus crías?
No. Empecé a investigar y descubrí que la crianza paterna es una práctica mucho más extendida de lo que creía por distintos motivos: mi yerno por cuestiones ideológicas, pero en Filipinas, por ejemplo, los hombres cuidan de sus bebés porque las mujeres tienen más facilidad para encontrar trabajo.
¿Nueve de cada diez padres ayudan a alimentar y cambiar a sus bebés en EE.UU.?
Son los datos que arroja una encuesta e, incluso si exageraban, es inconcebible que un hombre en mi niñez admitiera algo así.
No estaba bien visto.
Los hombres no se enorgullecían de cuidar de sus bebés, ha habido un gran cambio y está ocurriendo en muchos países. Incluso hay grupos de hombres que se reúnen para aprender a cuidar, y eso tiene consecuencias muy importantes para la sociedad.
¿Qué ha descubierto como antropóloga?
Cuando nuestra especie estaba evolucionando en el pleistoceno en África, el 60% de las calorías venían de plantas recolectadas por mujeres. Para sobrevivir, el grupo compartía la comida y el cuidado de los bebés.
Entonces, ¿ellos también cuidaban?
En cierto modo, pero que un hombre cuide directamente a su bebé es algo del siglo XXI, y empezamos a ver los cambios que se producen en sus cuerpos y en sus cerebros.
¿Qué cambios son esos?
Los niveles de prolactina suben, que es lo que fomenta la lactancia, pero también una respuesta de cuidados y amor. La testosterona baja y hay picos de oxitocina: la hormona responsable de la filiación y el bienestar.
Eso de que baje la testosterona a muchos no les gustará.
Luego vuelve a subir, pero esa resistencia tiene que ver con las definiciones de masculinidad: si la entendemos como ser buena persona y cariñoso, el problema desaparece.
¿Y qué producen en el cerebro masculino esos cambios hormonales?
Lo que vemos en el cerebro de un hombre que se implica en la crianza es que se activan las partes más nuevas en el córtex frontal. En las madres, se activaban las áreas más antiguas del cerebro, la amígdala y el hipotálamo. Pero un estudio científico en Israel con parejas homosexuales nos dio una gran sorpresa.
Cuéntenos.
En el caso de padres homosexuales, cuando monitorizaban sus cerebros mientras miraban fotos de ellos con sus bebés, lo que se activaba era el sistema límbico, que es muy primitivo, y el hipotálamo y la amígdala.
Como en las madres.
Exacto. Los hombres tienen el mismo equipamiento neuronal que las mujeres.
¿Siempre ha sido así?
Evolucionamos a partir de los peces y hay especies en las que los machos son los encargados de proteger los huevos. Esos circuitos neuronales han permanecido latentes, y a día de hoy se están activado.
¿En qué beneficia a los hombres esa paternidad comprometida?
Las causas de muerte en ascenso en EE.UU. para los hombres son los suicidios, las sobredosis y el alcohol, motivadas porque se sienten excluidos, necesitan que se les necesite, y los bebés adoran a quien les cuida. Los hombres están más sanos si cuidan, es así de fácil.
Ganamos todos, pues.
Los estudios dicen que quienes cuidan de bebés tienden a tener más interés por la paz y el futuro del planeta; si conseguimos tener más hombres que se preocupen por el futuro de su descendencia más que por su estatus y el poder, ganaremos mucho.
La maternidad encoge el cerebro, ¿también la paternidad de los nuevos padres?
Sí, y todavía no sabemos por qué, pero la biología del varón varía de forma sorprendente cuando cuida a un bebé. También la amígdala les crece, y la gente más prosocial tiene amígdalas más grandes.
Son cambios notables, ¿hay más?
Los machos rana, que son los que cuidan de las crías, tienen picos de dopamina, y los receptores del cerebro que responden a ella son los mismos que responden a las drogas y al alcohol. Y hay una hipótesis interesante.
…
Se podría defender que los hombres que cuidan son menos susceptibles a otro tipo de adicción porque son adictos a amar a sus bebés, como vemos en las madres. Una madre ratona adicta a la cocaína pulsa antes la palanca que libera a sus bebés que la de la droga.