Clotilde Leguil,psicoanalista y filósofa:

“La búsqueda constante de placer tiene algo de locura”

Tengo 56 años. Soy parisina. Casada, tengo tres hijos. Soy profesora de psicoanálisis de la Universidad de París 8 Saint-Denis. Me he visto muy interpelada por el movimiento #MeToo. La cuestión del abuso es un problema ético y político central que demanda cambios legislativos. Creo en el psicoanálisis. (Foto: Mané Espinosa)

¿Tóxico es solo un término de moda o hay algo más?

Define nuestra época, está por todas partes. Está en lo público y en lo privado. ¿Una relación amorosa que consume el tiempo y la energía de ambas partes? Tóxica. ¿Un jefe que no valora nuestro trabajo? Tóxico.

¿Un término heredado de los griegos?

Sí, deriva de toxikón , que designaba un veneno con el que los bárbaros impregnaban las flechas para cazar, pero que ha trascendido el campo de la química para abarcar la esfera de las relaciones interpersonales.

¿De la química al sentir humano?

Sí. Mientras que en el siglo XX tóxico solo se aplicaba a las sustancias químicas, a las drogas o los estupefacientes, hoy ha pasado a describir un amor dañino, relaciones que nos destruyen, herencia tóxica, dirección empresarial tóxica, líderes tóxicos.

Algo que nos daña.

La persona lo vive como una experiencia de malestar, de angustia en la relación con aquel otro, se siente como envenenado por una sustancia invasiva, porque se trata de relaciones tóxicas en una época de asfixia.

Eso suena fatal. ¿Cómo surge?

Una encrucijada entre lo íntimo, lo político y lo ecológico que nos ha llevado al punto de que nuestra manera de estar vivos pone en peligro el mismo hecho de estar vivo.

La sensación de toxicidad ¿es personal?

Sí, pero el sujeto no se da cuenta cuando está teniendo lugar, solo lo percibe cuando ha salido de la experiencia tóxica que ponía en peligro el deseo.

¿El deseo?

El deseo es un concepto muy importante en el psicoanálisis, que establece una distinción clara entre el deseo, que tiene una relación con el deseo del otro, y el goce, que dirige al sujeto hacia una búsqueda adictiva de siempre más placer.

Visto desde ese ángulo parece que el goce no nos conviene.

Sentirse intoxicado desde un punto de vista metafórico implica no poder separarse de esta sustancia que se ha introducido en nosotros.

¿Adictos al disfrute sin fin?

Hoy día, la angustia surge ante el exceso de impulsos, ante la desmesura de la humanidad en su búsqueda de goce.

¿También hay palabras tóxicas?

Cuando las palabras activan ese exceso de impulsos llega lo tóxico. Un ejemplo claro son las constantes declaraciones de Trump.

¿Lo tóxico está fuera y dentro de nosotros?

Sí, pero siempre nos interpela, nos afecta profundamente, nos va destruyendo lentamente.

¿Un planeta en proceso de intoxicación?

Sí, y a veces es esa pareja que vuelve el aire irrespirable, que corta las alas a sus hijos; ese amigo que da la impresión de ya no serlo; ese gerente que destruye la confianza acumulada durante toda una carrera.

Pero ahí no hay goce.

Estamos en una especie de segundo tiempo de la liberación sexual de los setenta. Y en esta nueva búsqueda del deseo de conexión acabamos perdiéndonos en el goce, en lo mío, y la asfixia tiene que ver con este exceso, esa búsqueda constante y adictiva del placer.

¿Qué diferencia una liberación de otra?

La del Mayo del 68 consistió en liberar las pulsiones sin interrogarse sobre el consentimiento del otro. Yo me pregunto si esa liberación excesiva no ha conducido a una forma de toxicidad.

¿Por qué?

Por haber perdido de vista el deseo del otro.

¿Por qué el mundo laboral genera tanta toxicidad hoy día?

Los discursos del mercado empujan al sujeto a evaluarse a sí mismo cada vez más para confrontarse sin cesar a la necesidad de hacer más.

¿La toxicidad se filtra también en las escuelas?

Sí. Los adolescentes que participan en el acoso escolar ceden a esa pulsión tóxica. Creo que está resurgiendo con fuerza la pulsión de muerte a través de experiencias de búsqueda de goce ilimitado.

Explíqueme el concepto de pulsión de muerte.

Freud dice que en cada uno de nosotros hay una tendencia a la destrucción del otro y de uno mismo, y hoy la palabra tóxico viene a designar esta pulsión de muerte que aparece bajo una forma nueva de un goce sin límites que domina nuestra civilización.

El discurso político también está cargado de toxicidad.

Sí, porque produce efectos de odio, de agresividad, de violencia, y destruye la posibilidad de vivir juntos.

¿Cómo desintoxicarnos?

Aceptando que la búsqueda constante de placer e hiperproducción para conseguirlo tiene algo de locura, y apostando por otro tipo de discursos como el decrecimiento .

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