Garazi Sánchez,surfista profesional:

“Vivía conectada a la red, sufría ansiedad, hasta que desconecté”

Tengo 33 años. Nací y vivo en Getxo, País Vasco, pero viajo mucho. Vivo sola y no tengo hijos. Me preocupa la polarización política y social. Me entristece que no se esté priorizando la convivencia y el bien común porque perdemos todos. Creo en la naturaleza junto al ser humano para saber lo que nos hace bien. (Foto: Unai Irisarri)

Sale de una segunda lesión.

Sí, la primera fue en el 2018. Me operaron de la columna y me dijeron que no volvería a surfear.

Tras aquella lesión obtuvo los mejores resultados a nivel internacional.

A veces lo que nos dicen nos limita. Aprendí a creer en mí y a entender que todos nos equivocamos, incluso los expertos.

¿Cómo lo hizo?

Lo que dicen los especialistas no lo cuestionamos, pero desde mi pasión y mis sueños me negué a creer que no volvería a surfear y busqué otras respuestas. Por supuesto que a veces hay cosas imposibles, pero esa certidumbre te quita la fe, y si te dicen que no vas a poder es muy difícil que luches.

Dificilísimo.

La mente tiene mucho poder en el proceso de sanación, y ese ha sido un enorme aprendizaje. Cuando tengo lesiones pongo el foco en las personas que me ayudan a poder, tal vez lo consiga o no, pero es la única opción.

¿A cualquier precio?

Yo estoy muy en contra de medicalizar tanto a la gente en lugar de darles herramientas alternativas. A mí se me desregularizó la regla, probablemente por mis miedos debido a mi última lesión. El ginecólogo me dio anticonceptivos, pero yo elegí tratar mis miedos y todo volvió a la normalidad.

Cree usted mucho en usted misma.

Esa búsqueda de respuesta rápida, que te ahorra el esfuerzo y que te impide conectar contigo mismo, tiene mucho que ver con la tecnología. Cómo nos entra la información y a la velocidad que lo hace crea mucha ansiedad, y entonces nos atiborramos de ansiolíticos. Estar sanos requiere escucharnos.

Hábleme de su ansiedad.

La he sufrido en diferentes periodos, como cuando mis padres se estaban divorciando, o con mi lesión de la rodilla, que ha quebrado todos mis planes, pero soy consciente de que la ansiedad me estaba avisando de que algo no estaba bien, no es mi enemiga.

No ve la ansiedad como una enfermedad.

Exacto, y no es algo que se supere, sino que se aprende a gestionar.

La rodilla le impidió la posibilidad de participar en las pasadas Olimpiadas.

Sí, después de la rehabilitación decidí irme a México, a un rincón muy tranquilo con buenas olas, para empezar poco a poco. Pero no era el paisaje lo que debía cambiar, era yo: sufría ansiedad, todo el día conectada a la red, viendo lo que estaba pasando de cara a París.

Enganchada.

Sí, y el miedo a si podría volver o no se agrandaba; y estoy convencida de que ese miedo, esa ansiedad es la que también me impedía recuperar la salud física, lo explica la ciencia claramente, es un círculo vicioso.

Y decidió apagar el móvil.

Lo único que había cambiado en aquel lugar en el que yo me había sentido tan a gusto y tan en paz era la entrada de la tecnología. Quise comprobar qué pasaría si me desconectaba. Había idealizado ese lugar, pensaba que allí recuperaría la paz, eso que hacemos de poner la responsabilidad fuera de nosotros.

Sí, cien veces al día.

Decidí cerrar el canal de entrada de información a través del móvil y permití que me entrara la información que me rodeaba. Los primeros días sentía mucho vacío, normalmente salía del agua y lo primero era coger el móvil, o al despertarme. Eso me faltaba, y era incómodo tener que estar con mi mente.

¿Se aburría sin móvil?

Sí, pero me fui sintiendo más en paz con el hecho de estar donde estaba, y sentía más curiosidad por la gente de mi entorno; los primeros 15 días ni sabía el nombre de mi vecino y ahora es uno de mis mejores amigos.

Estaba allí de cuerpo y mente presente.

Sí, tenía mucha más presencia, más conciencia; y a nivel de salud mi cuerpo se desinflamó, dormía muchísimo mejor y mi piel, mi aspecto, mejoró.

¿Ha vuelto a la hiperconexión?

Fue un experimento de quince días, pero viendo el efecto que tuvo es algo a lo que quiero acercarme. Eso que dicen los ingleses de que el jardín del vecino está siempre más verde es lo que multiplican las redes, y encima son fantasías, irrealidades.

Todo el mundo parece feliz en Instagram.

Yo prefiero poner el foco en mí, y lo dice una persona que se pasaba 6 horas en redes, claro que tengo patrocinadores y obligaciones, pero he bajado la ratio, y cuando compito me desconecto.

Y decidió contarlo en un documental.

Gracias a Modo avión, que yo resumiría en más vida real y menos digital, me han contactado colegios y universidades que lo están utilizando para reflexionar sobre la relación que tenemos con la tecnología.

¿Qué le han contado los expertos?

Que tenemos más capacidad de la que creemos para recuperar el bienestar, pero requiere compromiso y esfuerzo, estar conectado con uno mismo; y que la conexión con la naturaleza y sus ritmos es esencial.

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