‘Presentes’, el libro
Paco Cerdà es un periodista que se documenta para luego narrar con un brío literario que corta la respiración: El peón, 14 de abril y, ahora, Presentes (Alfaguara), libro donde relata día a día, de pueblo en pueblo y de persona en persona (a lo Vuillard) el alucinado traslado ¡a pie! del ataúd de José Antonio Primo de Rivera de Alicante a El Escorial a fines de 1939. Las trincheras desventraban aún los campos de España. Cerdà ha indagado a muchos que participaron en aquella peregrinación que fundaba una dictadura. Y casi le cuesta la vida a Cerdà: frase corta, forzando el uso del punto y seguido, le provocó una artritis que palió con Enantyum, analgésico que a su vez le provocó un broncoespasmo casi letal. ¡Qué peligrosa, la frase asmática, de Paco Cerdà! Las palabras, ves tú, pueden matar.
Presentes, ¿quiénes?
Falangistas de toda España y personas humildes de los pueblos y familiares y jerarcas y supervivientes de la Guerra Civil.
Presentes, ¿dónde?
De Alicante a El Escorial son 476 kilómetros, recorridos a pie, paso a paso, de pueblo en pueblo, a diez kilómetros por día.
Presentes, ¿cuándo?
Del 20 al 30 de noviembre de 1939: diez días con once noches. Sucedió justo seis meses después de ganar Franco la guerra.
Presentes, ¿cómo?
Uniformados con camisa azul mahón, bordados en rojo yugo y flechas, fusiles boca abajo, en la noche con hachones, con letanías, a hombros el ataúd del Ausente.
¿“El Ausente”?
Así le llamaron los sublevados hasta que en otoño de 1938 Franco oficializó su muerte en una ceremonia. Le había fusilado el 20-N de 1936 en la prisión de Alicante por un pelotón faísta-cenetista, lo que se ocultó para evitar desmoralización.
¿Dónde quedó el cuerpo del fusilado?
En una fosa común del cementerio de Alicante, y desde la Victoria, en el nicho 518. Y, tras la peregrinación, en El Escorial.
¡El Escorial!
Panteón de reyes y emperadores: símbolo de grandeza. El 30 de marzo de 1959 pasó a la basílica del Valle de los Caídos.
¿Por qué reconstruye aquella romería?
Vi la filmación del (pre) No-Do de 1939 y me impactó esa escenografía tan nazi atravesando mi país: ¡era la fundación teatralizada del nuevo régimen dictatorial!
¿Un gran guiñol propagandístico?
Propaganda y asunción de una figura, José Antonio, que Franco mixtificó.
¿Se entendían Franco y José Antonio?
Franco era militar y general: su referente era el cuartel. José Antonio era un abogado y orador: su referente eran los poetas.
¿No idealiza usted a José Antonio?
¡No! José Antonio fue apologeta de la violencia, lo que es execrable, como lo fue su fusilamiento. Fusilar a alguien, sangre y vísceras, ¡es inhumano y repulsivo!
¿Se conocían Franco y José Antonio?
Coincidieron en la boda de Ramón Serrano Súñer, como testigos: eran antitéticos, nunca simpatizaron, discreparon mucho.
¿A quién se le ocurrió ese traslado?
A Dionisio Ridruejo, jefe de propaganda de Franco, joseantoniano. Franco glorificaba a José Antonio para apropiárselo.
¿Cómo veía Europa todo esto?
Todos los gobiernos europeos asistieron al entierro. El franquismo orilló aquel fasto al caer vencidos lo nazi y el fascio.
Pero quedó el Cara al sol .
Con un verso de José Antonio: “Y traerán prendidas cinco rosas, la flechas de mi haz”. Se rodeaba de poetas y sostenía que “vale más una ilusión que una realidad”.
¿Se conocieron José Antonio y Lorca?
José Antonio admiraba a Lorca y su poesía. Se saludaban.
¿Supo José Antonio desde la cárcel que Lorca había sido asesinado en Granada?
Si conoció el crimen... ¡lo detestó, seguro!
¿Recorrió usted el trayecto?
En mi coche, sí. También cubrí a pie uno de los diez tramos: un pie tras otro, no avanzas, paisaje y tiempo son estáticos.
¿Qué pasaba en los pueblos por los que pasaba el ataúd de José Antonio?
Se estaba fusilando en esos pueblos, el miedo impregnaba a las familias.
¿También la suya?
Mi bisabuelo, electricista en Burjassot, sería concejal republicano en la guerra. Fue encarcelado en 1939. Y en 1943, fusilado por la dictadura en el paredón de Paterna.
Lo lamento...
Mi libro Presentes alude a los que asistieron al traslado del ataúd, como Andrés, caballero mutilado... Cada parte del cuerpo mutilada otorgaba unos puntos... Y yo me pregunto... ¿qué valdrá una vida?
¿Hay respuesta a su pregunta?
Me lo pregunto en cada libro: ¿qué merece la pena? Creo que no hay que ser indiferente a las cosas de la vida, es la muerte. Y permitirte que el corazón elija.
Habrá escuchado muchos testimonios personales al documentarse...
Al desfile mortuorio asistieron miles de personas. Y en una firma de mi libro, el nieto de una de ellas... me susurró algo.
¿Qué le dijo?
Que a su abuelo le obligaron a fusilar en Paterna, al pobre. Y según este nieto, esto dijo su abuelo al morir: “Qué guapo era”.
“Qué guapo era”, ¿quién?
El hombre al que una bala suya mató en el paredón. Y el nieto y yo pensamos que... ese muerto guapo pudo ser mi bisabuelo.
Dos inocentes: ¡maldita guerra!
Se hincaron monolitos de mármol en cada una de las diez etapas de aquel peregrinaje. Solo ha quedado... uno. Pero la palabra perdura mucho más que el mármol.