Jean Reno,actor, publica su primera novela:

“No te puedes quedar con los bolsillos llenos de aplausos, ama”

Tengo 76 años. Nací en Casablanca, Marruecos, y vivo en Nueva York. Tres matrimonios, seis hijos y un nieto. No me interesa la política, yo a mis hijos les digo: “Vamos a trabajar y a mantener las cosas bien, juntos”. Me gusta la idea de un Dios, a veces lo veo, en el universo o en la naturaleza, y a veces no. (Foto: Jesús Hellín / STUDIOMEDIA19)

Deme una imagen de su infancia en Casablanca.

Calor, jugar, el mar, mucho mar y muchos sueños, sueños de Europa. Desde los 11 años todo mi grupo de amigos soñábamos con Europa.

¿A qué se dedicaban sus padres?

Eran emigrantes andaluces. Mi madre, costurera, y mi padre, linotipista, un obrero. Me repetían: “No me vas a mentir” y “Tienes que trabajar”, y eso me quedó.

Su madre murió siendo usted un adolescente.

Tenía 17 años, me cerré en mí mismo y me fui a París a estudiar teatro. Todavía me duele la muerte de mi madre, esa herida no se cerró.

¿Cómo recuerda su época de París?

No sabía cómo, pero sabía que iba a ser actor, así que era despreocupado. Era un emigrante, siempre busqué el calor del grupo y poder hablar de nuestros sueños. Quince años después monté un grupo de teatro.

Tres matrimonios; ¿qué ha aprendido?

Es mágico. Cuando vi a mi mujer actual, Zofia, supe que era el amor de mi muerte.

¿Y cómo es el desencuentro?

Antes de ella yo tenía preguntas en mi cabeza sobre el amor, me daba la sensación que mis exmujeres no me habían conocido profundamente y no me sentí muy amado. Con ella me quedé sin preguntas.

¿Por qué ha escrito una novela de aven- turas?

Es una novela de amor, la aventura y todo lo demás viene porque ellos se encontraron y se amaron.

¿Se mete en la psique de una mujer?

La veo, sueño con ella: va en bicicleta, tiene un gato, le gusta el mar… Yo no me meto en su cabeza, esa mujer no me pertenece, estamos juntos en la aventura.

¿Piensa seguir escribiendo?

Sí, con la covid llegó mi momento. Estaba pasando unos días en una casa que tenemos en el sur de Francia y quedamos confinados, yo le daba vueltas a una palabra: el proyecto.

¿Qué proyecto?

Todos los actores viven alrededor del próximo proyecto, y en ese momento no había proyecto y no quise quedarme a la espera.

¿Qué hay de su vida en esta novela?

La muerte de la madre y también el amor, soy muy romántico.

¿No le ha decepcionado el amor?

No, yo sé que no somos perfectos.

Emma, su protagonista, acaba emocionalmente rota. ¿A usted le ha pasado?

Sí, los divorcios fueron difíciles, no comprendes por qué no funciona la cosa.

¿Cuál fue su terapia?

Cruzar el Atlántico con un amigo. El mar es como un espejo, te ayuda a descubrirte. Supe que no hay que mezclar mañana, ayer y hoy. Y que no hay que separarse de la gente. Las personas te quitan, pero también te dan.

¿Cómo le afecta cumplir años?

Hay días que no me quiero mucho, que el cuerpo me dice: “Estás muy cansado, siéntate”, y yo no quiero sentarme. ¡Es tan humano! Queremos que siempre nos vean bien. La vida no es fácil, tienes que entender quién eres hoy, quién es el otro, y tienes que continuar.

¿Necesita silencio para conocerse?

En Francia vivo en un pueblo de 359 habitantes, es el lugar del silencio, pero no me puedo quedar mucho tiempo, tengo que moverme.

¿Ha tenido sentimiento de culpa?

Sí, porque no hablé demasiado con mi padre. Él no hablaba mucho y yo tampoco.

¿Con su madre sí?

Mucho, nos poníamos en el balcón y observábamos a los vecinos cuando se iban a trabajar: “¡Mira, mira!, a ese hombre se le ve su porvenir”, decía. Yo no lo veía, claro; creo que lo que le interesaba era empujarme a mirar. Escucho y miro mucho desde entonces.

¿La última vez que se redescubrió?

Sigues y aprendes, todo el mundo aprende, la diferencia es cómo lo devuelves. Cuando tienes éxito no te puedes quedar con los bolsillos llenos de aplausos, tienes que devolver ese amor.

¿Cómo lo hace usted?

Yo hago mucha caridad; pero ayer, en la presentación de mi libro, una rubia me preguntó cómo podía ser más feliz.

Qué difícil pregunta.

No soy un gurú, pero le dije: “Trate de vivir junto a los otros”. “Merci”, me dijo.

¿Cómo se vive ser un expatriado?

Lo primero es que no te vean, no te miren, que no te digan “usted no es de aquí, váyase”; tienes miedo de eso, yo me callé mucho.

¿Qué merece la pena en la vida?

Para mí es muy importante que me digan: “Coge el chubasquero que parece que va a llover”, eso merece la pena en la vida.

¿Cómo le ha influido medir 1,88 ?

Me han dejado tranquilo. Los hombres pequeños pelean mucho: “¡Mira, mira! ¡Aquí estoy!”.

¿Qué le han dado los años?

Lo que estamos haciendo, conversar tranquilamente. Antes tenía miedo, ahora no tengo miedo del otro.

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