El arte de no reaccionar
Es un autor superventas en Japón y dirige un centro budista en Tokio, pero quiere volver a la tierra de su infancia, Nara, para crear una escuela budista. Tiene la habilidad de hacer muy accesibles las herramientas que el budismo atesora desde hace 2.500 años. “La mente humana es un santuario de felicidad que la realidad externa no puede controlar. Una vez comprendido esto, lo único que queda por hacer es decidir qué clase de pensamientos colocas en ella. Cultivémosla desde hoy mismo para alcanzar la máxima satisfacción”, escribe en El arte de no reaccionar (Neko Books), en el que nos invita a ejercitar una forma de pensar más racional y calmada, entendiendo que las preocupaciones nacen de nuestras reacciones internas más que de los eventos externos. Si dominamos el arte de no reaccionar, nos evitaremos sufrimiento.
En Japón hay que estudiar muchísimo para entrar en una buena universidad. Yo cuando era joven estaba muy preocupado por el medioambiente, y pensé que a través del derecho y de la política, podría mejorar un poquito el mundo.
¿Y cómo le fue?
Una vez entré en la universidad, y creo que eso es común, consideraba que formaba parte de una élite y como algo natural empecé a moverme por el orgullo y la codicia, pero eso no iba a ningún sitio y fui consciente.
¿Cómo lo solventó?
Busqué la respuesta de la causa que me había llevado hasta ahí y cómo podía cambiarlo, y eso me llevó al budismo. Obtuve la ciudadanía india y me ordené monje.
¿Y qué descubrió?
Que no hay que creer en ilusiones. Una ilusión es algo que tenemos en la cabeza pero que objetivamente no existe, la persona que tenemos al lado no la ve. Al reaccionar ante el mundo exterior activamos el deseo.
¿Y la insatisfacción se convierte en la música de fondo de la vida?
La vida implica sufrir, una realidad que no se puede superar combatiéndola, necesitamos una manera de pensar más racional evitando reacciones superfluas.
¿Son todas superfluas?
Los sentimientos de insatisfacción, tristeza y dificultad para seguir adelante están en nuestro interior, pero pensamos que el mundo exterior los hará desaparecer, y buscamos símbolos de victoria como la riqueza y la reputación y entramos en ese bucle.
La rueda del hámster.
Las preocupaciones surgen de nuestros pensamientos internos más que de los eventos externos, y la reacción emocional a la que nos llevan son el origen del sufrimiento.
¿Cómo evitarlo?
Evitando reacciones prescindibles, observando con atención, siendo conscientes de nuestro estado emocional y alejándonos de los juicios.
Son prácticamente automáticos.
Los juicios son un hábito de la mente que generan sufrimiento porque condicionan nuestra vida. Para reducir nuestras preocupaciones debemos alejarnos de ellos.
¿Los peores son los juicios propios?
La falta de confianza es el resultado de un juicio innecesario, eso nos lleva por ejemplo a pensar que es mejor esperar ante una decisión importante o a esforzarnos más y más para ganar confianza llevándonos al límite.
¿No hay que reaccionar ante las ofensas y las injusticias?
Hay que dejar las reacciones del otro en manos del otro, son suyas, que no te ofendan, que no te duelan. Es cierto que un juicio de valor puede ser justo, pero no nos hace bien si ese juicio se vincula con nuestro deseo de atención y reconocimiento herido.
¿Oscilamos entre la euforia y la tristeza?
Sí, y la clave está en aceptar la realidad tal cual es. Solo comprendiendo que la necesidad de aprobación es la fuente de una sed interior podemos librarnos de la insatisfacción. Debemos observar los pensamientos que nos asaltan del pasado y del presente a diario y confiar en el futuro.
Observar nuestro estado emocional.
Si nos habituamos a ello podremos reducir reacciones prescindibles como la ira, el estrés, la tristeza o la angustia. Yo propongo la verbalización del estado emocional.
¿Nombrarlo?
Sí, de manera objetiva, nombrando lo que estamos haciendo y cómo nos sentimos: “Ahora estoy caminando”, “ahora estoy trabajando”, “fregando los platos”… Esto nos sirve para anclarnos en el presente y ser conscientes de nuestro estado emocional, algo elemental para nuestra salud mental.
¿Y para nuestra felicidad qué propone?
Si no quieres ser infeliz, no reacciones de manera desagradable; y, si quieres ser feliz, atesora reacciones placenteras. Si valoramos los placeres del día a día, estos se volverán más vividos.
¿Y si no ves la luz al final del túnel?
Puede que nos sintamos vacíos, cansados de todo, angustiados o airados y no nos guste nuestra existencia.
Usted estuvo ahí.
Cuando nos sintamos así, cerremos los ojos un momento, sintamos la respiración, miremos esa oscuridad y veremos nuestra propia mente. Cuando nos hayamos recuperado un poco, volvamos a salir al mundo exterior.
¿Y vuelta a empezar?
Ese es el ciclo de la vida real, volver atrás y dar de nuevo un paso hacia delante tantas veces al día como sea necesario durante meses y años, ese es el camino, debemos confiar en nuestra vida de ahora en adelante.
¿Cómo?
Comprendiendo que la mente humana es un santuario de tranquilidad que la realidad externa no debe controlarnos. Debemos poder decidir qué clase de pensamiento colocamos en nuestra mente.
