Katriona O’Sullivan,doctora en Psicología y profesora universitaria:

“Lo más difícil fue vivir pensando que yo era un fracaso”

Crecí en Hillfields, un barrio pobre de Coventry (Inglaterra), con cuatro hermanos. Mis padres eran adictos a la heroína. Vivo en Dublín. Estoy casada y tengo tres hijos. Soy profesora en el Trinity College. Mi política activa es la igualdad de oportunidades y la inclusión. No tengo creencias. (Foto: Javier Ocaña / EFE)

Crecí con hambre de comida, de amor y autoestima. Mi infancia fue aterradora y muy inestable.

Padres heroinómanos.

La primera vez que encontré a mi padre con sobredosis tenía 5 años. Recuerdo la aguja clavada en su brazo. Mi madre se prostituía para poder drogarse. Todo era muy traumático. Soy la tercera de cinco hermanos.

¿Todos se han salvado?

No, ha habido adicción en todos nosotros, y dos viven una vida difícil de delitos y prisión. Si tus padres no te han amado, piensas que hay algo mal en ti, esa es la banda sonora de mi vida.

¿Nunca deja de sonar?

Llevamos la infancia dentro. Nuestro camino está determinado por nuestra historia. Yo soy una de las pocas afortunadas que escaparon al destino marcado por la adicción de mis padres.

¿Cómo vivían en casa?

En un pozo de suciedad, con agujas, botellas y colillas por el suelo, un sofá rojo cubierto de manchas de orines y vómito. En casa la gente entraba y salía, allí se entregaban y vendían drogas. Siempre había gente tirada por casa.

¿Quién les cuidaba?

Nadie. Mojaba la cama, por la mañana no tenía ropa limpia, no me cepillaba los dientes, no me peinaba, tenía piojos. Los niños no querían jugar conmigo porque olía mal.

¿Cómo marca eso la vida?

Es una vergüenza pegada a los huesos. Queda un hambre de vínculo y a menudo buscas eso en lugares equivocados. El mundo siempre es para ti amenazante, y eso está en mi biología, soy como un animal perseguido.

¿Todavía se siente así?

Cuando estoy en una situación estresante hay fisuras en mis sentimientos vitales, la estructura que sostiene mi edificio es inestable, tengo que aprender a superar esa predisposición a la oscuridad.

¿Sufrió malos tratos?

La primera vez que me violaron tenía 7 años, y hubo muchas más. Los niños que viven en la pobreza tienen 10 veces más probabilidad de sufrir abusos, pero no se habla de eso.

Fue madre con 16 años.

Quería a ese chico y me quedé embarazada; él desapareció. La mayor parte de cosas que me ocurrieron no fueron decisiones conscientes. El desprecio de la sociedad me afectaba, plantaba cara pero me hería. Mis padres me echaron de casa, no querían un bebé. Viví en una casa abandonada y luego en un albergue de madres adolescentes.

¿Cómo era su relación consigo misma?

Ha sido lo más difícil de sanar. Siempre pensé que yo era un fracaso, y que había algo malo en mí que hacía que no me quisieran.

Usted es más que una superviviente.

Una niña víctima de abusos tiene esa fractura. Rebuscar en mi pasado y encontrar esa niña y acogerla ha sido el camino más duro de mi vida adulta; no estoy del todo sanada, pero estoy mucho mejor: tengo esperanza.

¿Admiraba usted a su madre?

Sí, aunque ella siempre estaba borracha o drogada yo pensaba que era guay y diferente.

Solemos olvidar la mirada de los niños.

Cuando le dije que me habían violado, me respondió: “A mí también”. Mi madre era incapaz de ayudarme porque ella también era una víctima. Pero el perdón y la comprensión me dan paz, cosa que ella nunca tuvo.

¿Su padre se desintoxicó?

Sí, y nos dio un hogar a mí y a mi hijo, eso me permitió salir adelante.

¿Cómo salió del caos emocional?

Con ayuda. De niña dos profesoras me ayudaron: la señorita Arkinson me decía que era valiosa, me daba comida, me aseaba en el baño del colegio y me traía ropa interior limpia.

Bravo, señorita Arkinson.

Cuando tuve a mi hijo dejé la secundaria y un profesor vino a casa y me convenció de que volviera, que tenía guardería. Entonces había recursos para ayudas públicas. Hoy el sistema está diseñado para que fracases y responsabilizan a los jóvenes de no tener salida.

¿La trataron psicológicamente?

Sí, y me ayudó a no abandonarme; y la educación para adultos era gratuita, así acabé doctorándome. Yo creía que no era inteligente, hoy sé que puedo ser brillante. El talento está por todas partes pero las oportunidades no.

Una adolescente destrozada, sin amor, sin respeto, ¿cómo tiene esperanza?

Hubo gente que vio potencial en mí y estuvieron ahí cuando decaía.

¿Cayó usted en las drogas?

Sí, tengo ese impulso de aliviar el dolor con sustancias, era una reacción al trauma, pero conseguí rehabilitarme en un centro. Nadie escoge ser adicto. Para mí lo más difícil fue vivir creyendo que yo era un fracaso.

¿Cuánto tardó en sentir que encajaba en la sociedad?

No encajo en el mundo académico y tampoco en el de la pobreza, pero encajo con mi marido y mis hijos, tengo amor en mi hogar, ese es el mayor éxito en mi vida, tener vínculos.

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