Ni robots ni IA: arquitectura
Reconforta entrevistar a un profesional creativo, al fin, que no confía en las máquinas para optimizar su trabajo sino en tierra, sí, toneladas de tierra, piedra y piedras y, sobre todo, madera. Y nada de las exóticas, sino de las que tenemos al lado de los cimientos de nuestras casas aún construidas con más hormigón, cemento, aluminio –muy contaminante– y toda clase de materiales que han convertido la construcción en un sector ecológicamente insostenible. Hoy España, empezando por la vivienda social, cuenta Bouzas y lo predica desde Harvard y Cornell, es ejemplo de la recuperación de esa arquitectura reintegrada en el entorno. Y con él, en nuestras vidas. Ahora solo falta que, además de sostenible, esa nueva construcción que sale de la tierra y vuelve a la tierra sea también asequible.
¿Por qué es arquitecto?
Mi familia es de Soutelo de Montes y allí los montes son madereros, comunales y un sostén para la economía del pueblo. Mi abuela los reclamó y obtuvo para todos cuando logramos la autonomía galega; por eso mi material favorito es la madera.
¿Es arquitecto por su abuela?
Y me crie jugando con las manos y ensamblando cosas con lo que tenía a mano: cajas, palos… Siempre me han gustado los planos, las maquetas, el portaminas, el flexo, la mesa inclinada...
Usted, además, es precoz, pero los arquitectos suelen triunfar mayorcitos.
Es una profesión de largo recorrido. Mi padre es arquitecto...
¡Hombre, eso ayuda!
Espere. Elegí estudiar arquitectura durante la crisis del 2008. En casa vivíamos una situación precaria, porque mi padre entonces perdió su trabajo, empleados, oficina...
Todos tenemos malos momentos.
Hasta el año pasado no recuperó su facturación, por eso aún soy consciente de que
me estoy metiendo en un berenjenal. Y
entonces decidí irme a estudiar a Madrid.
¿Por qué a Madrid estando Barcelona?
Quería salir de Galicia. Allí descubrí que había dos pulsiones en apariencia contradictorias, pero que en realidad son complementarias: nivel de experimentación y rigor técnico... Y un programa de becas internacionales.
Mola.
Con él pude trabajar en Japón, Santiago de Chile y Lisboa... Así pude triangular posiciones y ver que el mundo es más que España...y así hice un proyecto final de carrera que se hizo muy popular.
¿En Madrid?
Y muy castizo. Era Un buen Suceso , que recogía las ruinas de la tres veces destruida y reconstruida iglesia del Buen Suceso: destruida con la guerra de la Independencia, reconstruida y destruida con la Guerra Civil, y una tercera vez cuando se derrumbó...
¿Proyectó la cuarta reconstrucción?
Paseando en bici por El Pardo me encontré unas piedras ornamentales con la inscripción “El buen Suceso”. Investigué y vi que no estaban catalogadas desde que estaban ahí y que al ponerlas en el mapa marcan toda una línea. Y, en efecto, inventé un proyecto utópico y conceptual de iglesia a partir de las ruinas de la anterior con un juego de equilibrios. Y es la misma idea que nos inspiró el pabellón de España en la Bienal de Venecia
¿Por qué le encargaron el pabellón?
Lo ganamos por concurso. Todo lo he ganado por concurso o beca. En Un buen Suceso me interesaba tanto el edificio de madera como el bosque del que procede.
¿Cómo era el pabellón de la Bienal?
Con Roi Salgueiro, que había sido mi profe en el MIT y Harvard, tratamos de demostrar con el proyecto Internalities que en España estos cinco años ha habido una arquitectura magnífica.
¿Por qué la considera tan buena?
Porque ha respondido a cómo abordar las externalidades medioambientales...
¿Externalidad en el sentido económico?
Nos referimos a externalizar, por ejemplo, los residuos y sus costes, pero privatizar los beneficios. Nuestra arquitectura, en cambio, internaliza costes de construcción, que era una industria poco ecológica, para descarbonizarla al usar piedra, tierra y madera.
¿Cómo lo representaron en Venecia?
Con unas balanzas como símbolo que ha sido un éxito. La prensa británica decía que el único pabellón que no especulaba con construir de forma alternativa sino que lo demostraba era el nuestro. Y ha sido posible al tener la perspectiva que da vivir fuera de España. Empecé con una beca de La Caixa en Harvard y ahora soy profesor en Cornell.
¿Por qué es tan especial la arquitectura española?
Es admirada en el mundo sobre todo por su vivienda social y su disciplina tectónica...
¿Tectónica?
Sí, el ensamblaje de esos materiales naturales que es como una joyería, un diseño muy nuestro. Reducimos las emisiones de la construcción usando los materiales que tenemos al lado. Es la arquitectura de la tierra y del Mediterráneo.
Agradezco que no me hable de inteligencia artificial.
Ese futuro nuestro tiene que ver, más que con robots, con seres humanos y con la materia que nos rodea en nuestro entorno. También me interesan las instalaciones urbanas a veces en lugares conflictivos...
¿Para que la gente los recupere?
Hace dos años diseñé una persiana en una plaza a la que no iba nadie y de repente con la nueva sombra se convirtió en un espacio neurálgico. También proyecté otra cubierta en Braga, Portugal. Intento desafiar con estas piezas las estructuras tradicionales. Y siempre construyo con madera gallega, que es la que me gusta.