De camino al cielo del mundo
Ahí está, no es una excepción de la naturaleza humana, está lleno de achaques pero a sus 86 años se prepara para subir de nuevo a la cumbre del Manaslu (8.163 m). “Ahora hay unos patrocinadores que quieren hacer una película maravillosa, pero andan buscando el apoyo de alguna cadena de televisión. No sé si saldrá. Lo que sí sé es que yo voy a ir”. Es el único alpinista en el mundo que ha escalado 10 montañas de más de 8.000 m después de cumplir los 60 años. ¿Su secreto...?: ha hecho de la rutina del entrenamiento (4 horas diarias de ejercicios de equilibrio, fuerza muscular, bicicleta) y el sacrificio –desde los horarios a la dieta– un placer. Tiene una familia y amigos que le apoyan, y aunque parezca lo contrario, su meta no es atesorar ochomiles sino subir a la montaña. Calcula que se ha pasado más de seis años por encima de 5.000 m de altitud.
¿Es usted un superhombre?
No. Tengo artrosis, una prótesis en la rodilla izquierda, me he operado de cataratas, los audífonos me funcionan fatal, a veces me duele la espalda y me destrocé la pierna derecha en el Himalaya.
Con 86 años ha subido al Aconcagua.
Sí, 6.962 m; me preparo para subir uno de los 14 ochomiles, el Manaslu (8.163 m), para conmemorar los 50 años del primer ochomil español.Vamos a volver en septiembre para hacer un documental.
Desde que se jubiló se pasa la vida subiendo picos.
Los 65 los celebré subiendo al K2, la segunda cima más alta de la Tierra, en Pakistán. He subido 10 ochomiles después de cumplir los 60 años. De los 14 ochomiles tengo 12.
¿Le pesa?
Soy de los pocos alpinistas que han ido tantas veces a esas alturas, y nunca he tenido una congelación. Tengo los dedos de las manos y de los pies feítos, con artrosis, pero enteros.
Hace dos años tuvo un accidente grave.
Cayó el primero y me arrastró junto con dos personas más: me rompí tibia y peroné. Fisura abierta a 7.400 m. Pero estoy aquí entero, y esta mañana he estado escalando.
¿Suerte?
Siempre pensé que íbamos a salir de allí, pero fue muy duro. Las primeras ocho horas no teníamos ni camilla; unos sherpas y mi amigo me ataron y me arrastraron con cuerdas tirando de la pierna rota... Yo me desmayaba, volvía, me desmayaba, pero debíamos perder altura. Y aquí estamos.
¿Qué tiene usted con la montaña?
Era la posguerra, pasábamos tanta hambre que a los 11 años dejé la escuela y me puse a trabajar, el reto más importante era comer. De encuadernador pasé a tapicero, siempre me ha gustado. En vacaciones me fui con un amigo a La Pedriza.
¿Y qué tal?
Con una lona y unos palos hicimos una tienda de campaña. Y allí descubrí, después de vivir en un sitio tan miserable, ya que en mi casa no había agua ni váter, que la montaña era maravillosa, pura libertad.
¿Qué le ha enseñado la pobreza?
Que esa no era manera de vivir.
¿Qué le da la montaña?
Me da mucha paz, y hacer ejercicio me sienta muy bien. ¿Quién le iba a decir a aquel niño que llegaría a la Antártida?
¿Feliz?
Sí, tengo amigos por todo el mundo.
Tiene al mundo impactado por sus 86 años.
Sí, eso es cierto. Pero me lo he trabajado: hago ejercicio desde niño, cuido mi alimentación y tengo un entorno familiar y de amigos que son muy buena gente.
¿Algún otro ingrediente?
Nunca peleo, pero lo he visto a mi alrededor y eso es lo que realmente te hace vivir infeliz y te quita las ganas de todo.
¿Qué ha sido lo más bonito de su vida hasta el momento?
Llegar a tener una familia tan unida y bien avenida, es un éxito. Algo hemos hecho bien Cristina y yo para tener esa suerte.
Más allá de subir ochomiles, ¿qué persigue en su vida?
Ser un buen ejemplo: seguir vivo y con ganas de vivir. Me gusta la vida y me gusta este mundo, con sus problemas y maravillas.
¿Para quién le gustaría ser ejemplo?
Para todo el que dice “ya estoy mayor para esto”, o los desesperados que se jubilan y no saben qué hacer con su vida. No hay que rendirse ante la edad, ¡hay tantas cosas por hacer! La vida del jubilado es fantástica. Pero...
…
Hay que llegar en buenas condiciones mentales, físicas, y a ser posible económicas. Queda mucha vida por delante.
Usted colabora con los nepalíes.
Sí, durante el terremoto repartimos muchos kilos de arroz y reconstruimos siete escuelas. En los sitios a los que acudes habitualmente tienes que integrarte, ayudar.
El Everest está lleno de basura.
¡Estoy harto de oír esa tontería!, es la montaña menos maltratada del mundo, solo se sube dos meses al año. Hay basura, es cierto, pero sería muy fácil que no la hubiera. A mí me da mucho más miedo cómo estamos contaminando el mar.
Todo suma.
Lo peligrosísimo del Everest son las colas, porque un cambio de tiempo allá arriba, ya ha ocurrido, va a hacer una masacre.
¿Su experiencia más íntima en la cumbre?
En la montaña me siento unido al todo; y además allí conocí a mi mujer y me cambió la vida. Para que veas cómo es Cristina: cuando yo iba al Everest no tenía patrocinador, salvo una época muy buena con el BBVA, pero a los 61 ya nadie me quiso, estaba desesperado. ¿Sabes lo que me dijo?
…
Me dijo: “Carlos, tú vete, luego cuando vuelvas lo arreglas”. ¡Eso es una maravilla!
