‘Victoria’
Al recoger el último premio Planeta por su novela Victoria (Planeta), Paloma dedicó unas hermosas palabras de gratitud a su marido. Le pregunto a Paloma por ese detalle y me dice que toda escritora necesita que su pareja la respalde, esto es, que proteja su espacio y su tiempo para escribir. Mientras el marido se encarga de todo lo demás... y es también su primer lector y esforzado documentalista. Que lo sepan las lectoras –las mujeres son las que más leen– que gustan de leer a mujeres como Paloma: detrás está el respaldo de un hombre comprometido con el trabajo creativo de su mujer. En Victoria ha sido la austriaco-estadounidense Hedy Lamarr (1914-2000) una gran inspiración: “Eran tiempos en que el sueño americano era la libertad. Hoy eligen a Trump, otro sueño”.
Ha novelado usted Berlín.
Viajé a Berlín con mi pareja hace cuarenta años. Pensé: ¿verán mis hijos caer este muro un día?
¿Pisó entonces el otro lado?
Sí: escaparates vacíos, marcas de balazos en fachadas, uniformes policiales, coches feos, tristeza, grisura...
Y vimos caer el muro, un día de 1989.
Me impresionó. ¡Pocas veces veremos cambiar el mundo conocido tanto!
El muro, enclave trágico.
Bien lo cantó Nino Bravo en su Libre .
Qué canción fabulosa.
Canta a un joven de 18 años “que quiso al fin volar”: se arriesgó a saltar el muro... y cayó abatido por las balas de los guardias de la Alemania del Este, los vopos .
Eso había leído.
El chico estuvo una hora agonizando, pidiendo ayuda.
No sabía.
Nadie le ayudó: cayó del lado oriental y los vopos no pisaban esos cincuenta metros de zona de seguridad. El chico falleció... en brazos de otro vopo de 20 años.
Era niña por entonces, usted: ¿cómo era, qué hacia?
Jugaba a policías y ladrones en el patio del colegio. Mi padre era catedrático de veterinaria en Zaragoza.
Aquella niña ¿leía?
Leía las novelitas de Enid Blyton: Los cinco, Los siete secretos...
Somos de la misma quinta.
Y Las aventuras de Pinocho : me impresionó la ingratitud de Pinocho con su padre carpintero, Gepetto.
¿Y cuándo se arrancó a escribir?
Tarde. Me casé muy jovencita. Y sentí que estaba en el mundo para algo más: me licencié en Historia y en Derecho y trabajé como abogada. Hasta que colgué la toga.
¿Y eso?
Lo verbalicé durante una cena, en voz alta: “¡Voy a escribir una novela!”. Tenía 40 años. Ya era madre de un hijo, había plantado un árbol... ¡Sólo me faltaba el libro!
¿Y qué escribió?
El gran arcano , novela de aventuras e intriga sobre los orígenes del cristianismo. Vehiculé el rechazo a un catolicismo integrista que se infiltró en la familia y que me robaba el amor de mi madre.
Escribir es vengarse, también.
Ya no paré. Publiqué La brisa de Oriente : un joven monje que viaja de ida y vuelta de Europa a Tierra Santa, sufre la cruda contradicción entre lo que su mente ha aprendido y lo que su corazón siente.
¿Y qué tal?
Me sentí alineada con lo que escribía. Lo mismo con El alma de las piedras , sobre la génesis del camino de Santiago.
Lo caminaré yo este verano...
Pero también me hundí en la Guerra Civil con Las tres heridas , en torno a una pareja. En La sonata de silencio me adentré en la posguerra.
¿Y en Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido ?
Una mujer juez, respetada, decide encarar un secreto: puede conocer a su ausente padre biológico.
¿Exploró usted su propia relación con su padre?
A los padres de la generación del mío no les dejaban entrar en la sala de partos. Eran alejados de sus bebés...
Bien visto, tiene razón.
Mi padre, al morir, estaba orgulloso de mí.
Y usted se fue ya a Berlín con La sospecha de Sofía .
A la Europa dividida por el muro, mediante una intriga en torno a un matrimonio español.
Y sigue ahí con Últimos días en Berlín.
Un hombre huye de la revolución soviética, asiste en el Berlín nazi al encumbramiento de Hitler...
Y, ahora, Victoria, premio Planeta.
Victoria canta en un club nocturno en el Berlín de posguerra y los rusos le fuerzan a cumplir una misión en Estados Unidos.
¿Qué ha pretendido señalarnos?
Los costes de reconstruir sociedades rotas por la guerra. La endeblez de los derechos de la gente al ventilarse intereses de Estado, como la caza de brujas del maccarthismo: señalar y enjuiciar a alguien por sus ideas, por el color de su piel...
¿Qué ha aprendido?
Que filtrar falsedades y chismorreos es destructivo, daña a inocentes. La victoriosa democracia... cae ante la maledicencia: inventa fantasmas y cercena libertades.
Empezando por la de periodistas.
Todo periodista tiene un poder extraordinario en una sociedad abierta: ¿usas tú bien el tuyo?
¿Yo? Procuro no sembrar miedos.
¡Gracias! Entre el miedo y el amor, ¡que venza el amor! Yo creo que al final siempre vence el amor.
