Mariuca Mesones,hermana clarisa:

“Nos piden oraciones por WhatsApp y por e-mail”

Vivo en el monasterio franciscano de San Juan de la Penitenciaría en Alcalá de Henares (Madrid). Soy la abadesa. Somos diez hermanas, siete mayores de 80 años. También soy vicaria de la Federación Castellana de Clarisas, que vela por la supervivencia de 17 monasterios en España. Oro por la humanidad a diario. (Foto: Jesús Hellín / STUDIOMEDIA19)

¿Es usted la jefa del convento?

Sí, la que manda y nadie hace caso. Cada tres años cambiamos, eso es sabio, pero como dice una hermana, si lo haces muy bien repites y si lo haces muy mal repites para aprender, y con eso llevo muchos años.

¿Qué le atrajo de la clausura?

Un ambiente de mucho trabajo intelectual, y descubrí que a través de la oración podía ayudar a todo el mundo. Pero es como cuando te enamoras, no sabes explicarlo.

¿Y qué contempla?

La creación de Dios en silencio, porque la oyes, la hueles, la ves, la sientes. Vivimos en un monasterio del siglo XVII, con unos jardines preciosos que hay que cuidar. Trabajo y silencio. Y también debemos estar atentas a que no nos inunden los ruidos internos.

¿Qué ha encontrado?

Plenitud de vida y felicidad continua a pesar de los problemas, y son muchos; aquí no caminamos a dos palmos sobre la tierra, caminamos sobre el suelo y nos duelen los huesos.

¿Demasiados problemas?

Puede que dos días me quiten el sueño, pero al tercero digo: “Señor, la cabeza te la dejo a ti y yo duermo porque ya se arreglará”.

¿Es efectivo?

Somos diez hermanas, cuatro mayores de 90 años, y tres mayores de 80. Las ves con sus andadores, tan vulnerables, débiles, pero luego la gente habla con ellas y dicen: “¡Menudo espíritu joven!”, despiden vida.

Cuidado no las echen.

Estoy velando, gracias a la ayuda de la oenegé Camino del Asombro, por el patrimonio y la supervivencia de 17 monasterios en España.

¿Cómo llegan a final de mes?

Hemos trabajado como administrativas 45 años para el difunto Banco Popular, años cotizados, así que tenemos nuestra pensión.

Han sabido cuidar de sí mismas.

Ahora vendemos nuestros mantecados en el mercado cervantino de Alcalá de Henares y las cunas que decoramos con ganchillo. Y somos guías turísticas de nuestro monasterio, que tiene un museo, y guías espirituales.

Caray.

La iglesia es monumental, organizamos conciertos corales, hay un acústica preciosa, y fomentamos el autoconsumo. Pero a veces arreglar unas ventanas nos viene grande.

Muy femenino.

Camino del Asombro nos ayuda y nos da popularidad. Nos hemos dado cuenta que debemos tener visibilidad. Es verdad que nuestra vida está en el interior de la clausura, ¡ pero hay gente que no sabe ni que existimos!

¿Y a la gente le gusta su compañía?

Mucho, y saber de nuestra vida. A mí me ha dado apertura de miras: a ver, no me voy a ir a al cine, pero sí que nuestra puerta está más abierta para que la gente venga a rezar, a pedirnos oraciones o consejo.

¿Acude más gente a orar?

Tenemos la eucaristía a las ocho y media, y claro, no venía casi nadie, y ahora de repente vienen 1.718 personas. Algo estamos ofreciendo que a la gente le va bien.

¿Alguna pregunta sorprendente?

Una señora se arrodilló junto a mí en la iglesia y me dijo: “Usted es monja de clausura”. Sí, le dije. “¿Y cuando está la puerta abierta no le entran ganas de salir...?”.

¿Vienen a contarles sus problemas?

Las personas te cuentan su historia, es bonito. Y ahora mucha gente nos pide oraciones por Whatsapp y por correo electrónico.

¡Ah, mira, que práctico!

Ha sido curiosísimo, hay un sacerdote que nos manda listas de enfermos porque la gente confía mucho en nuestra oración, dicen que estamos más cerca de Dios. Yo les digo que no, pero que le damos más veces la lata.

¿Ya no hay vocación de monja?

Realmente no, la sociedad ha cambiado mucho. Ya no hay cultura religiosa.

¿Le preocupa esa falta de vocación?

No, todo renace. Durante la Guerra Civil las hermanas tuvieron que huir del monasterio, con los años volvieron las que sobrevivieron y lo reconstruyeron con sus propias manos mendigando para comer. Gracias a ellas yo puedo vivir aquí ahora. Entonces, yo confío.

¿Y si dos monjas no se soportan?

La convivencia nunca es fácil. Ha habido temporadas tremendas, si te enfadas no te puedes largar a dar una vuelta, así que o lo arreglas o lo arreglas.

Cuál es su consejo para la gente.

Estar presente en cada momento, ahora están sonando mensajes, pues que suenen, yo estoy con usted. Ha llegado el tiempo del ser.

¿Y para la felicidad de las mujeres?

Ser una misma. Nunca perder la dignidad, luchar por lo que crees, y no ser sumisa.

Son monjas las que sirven a los obispos.

Exactamente, pero la culpa es nuestra. Depende de nosotras hacernos respetar.

¡Y la colada y la cena te la haces tú!

A ver, hay religiosas que tienen esa vocación, estar al cuidado de sacerdotes. La mía es servir a Dios, que no es ni hombre ni mujer, y está dentro de mí.

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