Ayuda eficaz
Emprendedor de éxito, dejó su carrera para fundar Ayuda Efectiva, una fundación que identifica con datos las formas más eficaces de la ayuda humanitaria, evaluando el impacto real de nuestras acciones, eligiendo causas prioritarias y apoyando las intervenciones más efectivas. Con mapas, datos e historias reales, nos muestra que hoy podemos saber con precisión qué tipo de ayuda salva más vidas al menor coste: “El trabajo que hacemos es recoger la investigación de los mejores evaluadores independientes, que nos permite donar a lo que esa investigación recomienda, con deducción fiscal, y recibiendo un informe”. Nos lo cuenta en Altruismo racional (Arpa Editores). “Financiando los programas más efectivos, una única persona en España puede ayudar a miles de personas y puede salvar varias a lo largo de su vida”.
¿En qué consiste Ayuda Efectiva?
Es una fundación que destina las donaciones a financiar los programas humanitarios que, con una misma cantidad de dinero, ayudan de forma más significativa.
¿Defiende el altruismo racional?
Sí, porque solemos ser solidarios cuando los medios hacen ruido; es decir: estamos delegando nuestro criterio ético a lo noticiable.
Suena a error.
Sí, porque por definición lo noticiable es lo no habitual, lo que se sale de lo común. Y actuamos como si el mundo fuera un remanso de paz en el que, de vez en cuando, surge una tragedia que requiere nuestra movilización.
Pero el mundo no es así.
800 millones de personas viven en pobreza extrema, algo inimaginable para nosotros. Su día a día es dramático. La mortalidad infantil es decenas de veces superior a la de España por enfermedades que son prevenibles.
¿Los errores más comunes al donar?
Guiarse exclusivamente por la emoción, una guía nefasta respecto al cómo ayudar.
¿Nos faltan datos?
Por primera vez en la historia los tenemos. Existe la figura del evaluador independiente, en Estados Unidos desde hace ya dos décadas. La mayor y más interesante oenegé dedicada a esto se llama GiveWell, que invierte 60.000 horas de investigación al año.
¿Y qué hacen?
Son profesionales independientes financiados por filántropos que hacen investigaciones respecto a cuál es el destino más efectivo de nuestro dinero, y lo comprueban con rigor como si fuera una inversión empresarial.
¿Sobre el terreno?
Sí, hay economistas del desarrollo que no están en una torre de marfil en Harvard, sino que pasan años sobre el terreno comprobando qué funciona y qué no. Averiguan por ejemplo si una determinada inversión realmente consigue que más niños se vacunen.
¿Y comprueban si llegan los fondos a donde tienen que llegar?
Sí, e identifican las organizaciones capaces de hacerlo al menor coste.
¿Qué es lo más útil que podemos hacer?
Preguntémonos mejor qué es lo más valioso al ayudar. ¿Es más valioso reducir la mortalidad infantil, por ejemplo, o que la gente tenga más ingresos?
Una pregunta compleja.
Una forma de afrontarla es preguntárselo a la gente más pobre del mundo: “¿En cuánto valorarías que tu hijo pequeño no falleciera?”. Muchos pensarán que tal vez esa gente está acostumbrada a la mortalidad infantil.
¿Qué dicen ellos?
La muerte de un hijo es para ellos tan dramática como para nosotros. Tenemos una humanidad compartida, solo cambian nuestras circunstancias. Si asumimos que evitar la mortalidad infantil es algo muy valioso y nos ponemos a ello, resulta que es muy sencillo.
Deme cifras.
Cada año, entre 250.000 y medio millón de niños pierden la vista por falta de vitamina A. Evitarlo cuesta menos de 2 euros al año por niño. Ayudar bien es muy barato.
Sorprendente.
La prevención de la malaria cuesta 5 euros: la mosquitera tratada con insecticida de larga duración, la distribución y explicarle a la gente la importancia de utilizarlas.
¿Y la vacunación?
Una iniciativa muy exitosa explica muy bien cómo es la pobreza extrema: ayudar a salvar la vida de un niño cuesta menos que un café.
Cuénteme.
Dar a las madres 1 euro por llevar a su hijo a vacunar, porque cuando tienes que andar kilómetros para llegar a un centro que igual está cerrado, sabiendo que eso significa que esa noche nadie cena y teniendo su hijo sano...
No les compensa.
En una charla TED, el británico Rory Stewart, que fue secretario de Estado de Cooperación Internacional, cuenta cómo llegó a un país del África subsahariana para evaluar un proyecto de 40.000 dólares.
¿En qué consistía el proyecto?
En que las niñas en la escuela tengan aseos para que no dejen de ir al colegio cuando tienen la menstruación. Lo que encontró fueron unas cuantas paredes, unos agujeros en el suelo y unos cubos. 38.000 dólares se fueron en supervisión, consultores y análisis.
¿Cómo se resuelve eso?
Es mucho más efectivo dar dinero a la propia gente. Ellos saben que si tuvieran una bicicleta podrían trabajar en cuatro pueblos de alrededor en lugar de solo en uno.
A veces pecamos de soberbios.
Comprando un congelador, algo que jamás se nos ocurriría en ningún programa de ayuda humanitaria, pueden vender su pescado tres días más, en lugar de que se les pudra.
Los datos están disponibles.
Si esos x euros que donamos a una oenegé los analizáramos con el rigor con que estudiamos una inversión personal, cambiarían mucho las cosas.
