Ian Watson,escritor de ciencia ficción; autor de ‘Hard questions’ (preguntas difíciles):

“¿Están ustedes seguros de no haber muerto hoy durmiendo?”

Tengo 82 años: me regenero con transfusiones de luz radiante (radiactiva) en mi hospital, como el Doctor Who. Soy de Tynemouth, una ciudad inglesa igualita que Gijón, donde vivo ahora... con mi mujer española: la mejor de mis vidas. Diserto en el premio de Ciencia Ficción de la Universitat Politècnica de Catalunya. (Foto: Mané Espinosa)

¿Qué está pensando?

Lo que usted. Lo que todos los seres humanos ahora mismo. Busco patrones...

¿Repeticiones?

...En lo que está pasando ahora para así poder anticipar qué va a pasar a continuación y poder actuar para que no me devore algún bicho y tal vez devorar alguno.

¿Y si se equivoca?

Siempre será mejor tener ese patrón de lo que va a pasar, aunque no pase, que nada. Por eso los babilonios hace 3.800 años empezaron a buscar y encontraron patrones que se repetían en las estrellas sobre sus cabezas.

Todos tenemos nuestras teorías.

Somos humanos. Los babilonios inventaron la escritura y nos transmitieron esos patrones, con lo que se adelantaron incluso a la información de los que llevamos incorporados en nuestro ADN, que es una memoria de un millón de años más poderosa que ningún ordenador.

...Y hasta aquí hemos llegado.

Un momento. Espere. Una y otra vez todos los humanos preferimos pensar que somos fruto de nuestra inteligencia...

¿No lo somos?

...Antes que de nuestra suerte.

Habrá de todo.

¿De verdad? La mera existencia de vida sobre nuestro planeta –mire la soledad del espacio a nuestro alrededor– en un universo inmenso como el que nos ha tocado habitar es... ¡una lotería salvaje!

¿En qué sentido?

Que por el mero hecho de existir hemos ganado la lotería mil veces una detrás de otra. Pero preferimos cualquier explicación, como los babilonios, a la de la suerte. Preferimos concebirnos como hijos de nuestro mérito que de la fortuna...

Aún hay quien cree en el horóscopo.

...Y la suerte inmensa es que hemos sido los ganadores de la lotería de la vida en millones de millas a nuestro alrededor.

Pues habría que alegrarse.

Y, sin embargo, estamos tirando ese premio de lotería irrepetible por la ventana.

¿En qué sentido?

Estamos amenazando nuestra propia existencia como especie con guerras suicidas; aplicando la tecnología de forma irresponsable contra esa suerte irrepetible de la vida, de nuestra propia vida.

¿Usted la celebra?

¡Soy el maldito Doctor Who! Me regenero cada día a los 82 años.

¿Cómo?

El Doctor Who se regeneraba tras cada aventura con una infusión de luz radiante. Eso hago yo en mi sangre.

¿Usted también?

Por supuesto. El otro día me inyectaron con energía radiactiva –esto es literal– con un golpe relámpago en mis arterias.

¿No es una novela de las suyas?

Las mías eran novelas de ciencia ficción. Hoy son realidad, porque me dieron ese tratamiento en el hospital, y ya me ve ­ahora.

¡Hecho un chaval!

Me sentí como herido por el rayo, pero después renacido.

La buena ciencia antes fue ficción.

Y la dañina también. Eso me preocupa. Pero, pese a todo, le revelaré un secreto...

¡Adelante!

Con los años, los lectores y usted con ellos descubrirán que gran parte de su tiempo se derrochará en cuidarse para que no se acabe...

Me temo que ya lo vamos viendo.

...Pero si han sabido vivir, descubrirán también que seguirá valiendo la pena.

Háganos alguna de las preguntas que se hacía en Hard Questions .

Antes les pediré a mis amigos que no me feliciten el cumpleaños. Lo odio.

Tomamos nota.

Y la pregunta es: ¿si usted pudiera decidir cuánto va a vivir, sería usted?

Bezos, Musk y otros ultrarricos pagan la investigación para poder decidirlo.

Pero yo le diré cuál es el límite de ese sueño: es su identidad, que es su memoria.

Hay quien especula con cambiar de cuerpo y darle al nuevo tu vieja memoria.

A los 82 yo he ganado la carrera humana, que es la de alcanzar cierta longevidad; pero también sé que hay un momento en que tratar de extender esa carrera deja de tener sentido.

¿Por qué? ¿En qué momento?

En el momento en que dejas de ser, de puro decrépito, la persona que querías preservar de la desaparición. Ese día dejas de ser tú. En cualquier caso, tu identidad es tu memoria. Si la pierdes, ya no eres tú. Y recuerde que nuestra memoria tiene un límite. Y tengo otra pregunta al respecto...

¿Otra hard question?

¿Está usted seguro de no haber muerto hoy durmiendo?

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