Hay vida más allá del sofá
Tal vez ustedes, como yo, queden agotados con solo imaginar que corren dos maratones diarios diez días seguidos... Como hace Fernanda Maciel. Después tal vez se consuelen pensando que es solo un alarde físico por el que hay que felicitarla, pero sin mayor trascendencia. La ultracorredora, en cambio, nos confía que es incapaz de pasear por la montaña sin “ganas de esfuerzo y velocidad”, y revela que, tras sus ultramaratones, observa en su cerebro “neuroplasticidad; pienso más claro y me conecto mejor con el aquí y ahora”. En su vídeo de la Transpirenaica –un monólogo de sorpresas, llantos y alegrías– queda claro que la ha vivido intensamente. Mucho más que quienes la hemos visto en el móvil... Desde el sofá. Y es que Maciel nos está recordando la intensidad vital perdida mientras empuñamos el mando a distancia.
Del cabo Higuer en el Cantábrico al de Creus en 12 días...
...y 12 horas. Son 800 kilómetros por la GR-11 a través de las montañas. Corría setenta kilómetros de media al día sin equipo de apoyo y llevaba encima todo lo que necesitaba...Cinco kilos de peso.
¿Solo cinco kilos de mochila?
Compraba comida en los refugios del GR si cuando llegaba aún estaban abiertos. Así que pasé una semana comiendo bocatas.
Ese también es un récord no menor.
Y lo filmé todo yo sola con la cámara Go-Pro para un documental, “TALA|The North Face”...
...en el que llora a menudo.
Soy mujer: no temo a mis emociones.
¿Alguna otra ventaja por serlo?
Las mujeres sabemos cuidarnos mejor; sobre todo los pies y la piel. Y en las pruebas largas de resistencia necesitas prestar atención al detalle –en eso también somos mejores– y autodisciplina al alimentarnos.
¿Alguna ventaja femenina en el físico?
Las chicas acumulamos más grasa que los hombres y esa es una gran reserva de energía en una prueba como esta... Piense que yo corría en un día lo que atletas bien preparados corren en dos o tres.
¿La peor etapa de su travesía?
La quinta: la que sale de Panticosa bordeando el pico del Infierno...
Subí los Enfers, un tres mil, hace años y aún me duelen los riñones al recordarlo.
Y descansó después. Pero yo no podía...
¿Qué otras travesías ha culminado?
Gané la Everest Trail Race en Nepal en el 2013; soy plusmarquista mundial FKT del monte Vinson en la Antártida en el 2022 i en el Aconcagua en el 2016 y ahora también la mujer más rápida en la travesía del Pirineo en autosuficiencia por la GR-11.
¿No le tienta el “slow mountain”?
En la playa me encanta tumbarme; pero cuando estoy en la montaña siento como una explosión, un fuego interno en mí y tengo que expresar esfuerzo y velocidad.
¿No se pierde la contemplación?
Todo llegará. Corriendo tengo ahora más cerca el sufrimiento y la capacidad de explorar mis límites como mujer y persona.
¿Para cuándo el camino de Santiago?
Lo hice –790 kilómetros por el lado francés– en 10 días corriendo casi 80 al día.
¿Tiene usted buena edad maratoniana?
Cuarenta y cinco. La madurez mental compensa la potencia que vas perdiendo.
¿Ha heredado alguna ventaja genética para ser ultracorredora de montaña?
Soy brasileña. Nací en Belo Horizonte y conocí a mi exmarido catalán en un ride, una carrera de aventura de 500 km corriendo, en bici y en kayak...
La verdad es que estoy agotado...
¡Vaya! Inspire hondo por la nariz y espire lento por la boca. Trabajé en una ONG medioambiental en Madrid y luego me vine a los Pirineos con él y entrenábamos.
¿Siempre ha corrido?
A los 8 años ya competía. Sobre todo me gustaba correr en la montaña y, ya de mayor, en ultramaratones de montaña: el Pirineo me ha enseñado muchísimo.
Pero vive en Chamonix, en los Alpes.
Sin dejar de entrenar. Pero allí pasan tres helicópteros por minuto. Los Pirineos son mucho más solitarios y salvajes.
¿Planificó hasta el último detalle?
Eso es imposible. Primero seguí un plan A, que me vi incapaz de seguir al segundo día, porque sufría calambres en los brazos y piernas, cuello y diafragma...
¿Algún suplemento? ¿Pastillitas?
Además de los bocatas, tenía sobres de proteínas que se acabaron enseguida.
¿Dormía siempre en refugio?
O sobre la manta térmica en el suelo que llevaba más la chaqueta Gore Tex, plumón y un pantalón largo de urgencia.
¡Sufrió usted la ola de calor corriendo!
Sí: salí el 1 de julio y llegué el 13.
¿Qué fue lo peor tras los Enfers?
Tenía muchas alucinaciones por la adrenalina en el cuerpo y el estrés de ir siempre sola solo con el móvil con poca o ninguna cobertura...
¿Se ha perdido mucho?
Por la noche con las alucinaciones. Vi un pueblo cuando eran los ojos de un rebaño de ovejas y la noche siguiente me lancé a un río creyendo que era el camino.
¿Empezaba a correr de madrugada?
A las dos cada jornada. Y al ser mujer me daba apuro que me vieran tan sola. El mayor estrés era estar sola, a veces perdida y sin hablar. Y pasé miedo alguna noche.
¿Ha conquistado un espacio para las mujeres?
Espero que sí. Las chicas tenemos inculcado en el subsconsciente que alguien nos debe proteger y la verdad es que no lo necesitamos. Tenemos que descubrir aún que somos muy capaces de ir solas a todas partes.