Llorar sin lagrimales
Dani era marino mercante. Navegaba por el Pacífico Sur en un buque con carga de gas de Perú a Japón. El capitán obligó a los marinos a revisar los extintores. No era cometido de la marinería y Dani amagó una negativa, pero se jugaba el empleo. Obedeció. Desmontó y remontó cinco extintores. El sexto, defectuoso, ¡estalló! Le voló media cara, devastó sus ojos. Tras un año de operaciones y dolores (algunos persisten) entendió que no vería. Quiso morir. Pero estaba el mar. Se aferró a su pasión por el mar. Hoy navega en su patín catalán a vela como una flecha: ha circunnavegado la isla de Wight en trece horas muy duras. Se lo había propuesto, entrenó... y al entrar en la bahía, Dani lloró: “Durante media hora estuve llorando... sin lágrimas, porque no tengo lagrimales, pero lloraba, lloraba...”.
Usted es ciego.
Yo soy navegante.
Navegante invidente.
Circunnavegué con patín catalán la isla de Wight este verano, allá en el canal de la Mancha.
Sin ver.
Perdí la vista en enero del 2018. No veo. Pero he aprendido a captar el entorno con el oído, el tacto, mi culo....
¿Culo?
En mi culo y mi estómago, sentado en mi patín a vela, percibo lo que le sucede en el mar y alineo mis reacciones.
¿Y cómo sabe el rumbo, sin ver?
Me ayudo de tecnología háptica.
¿Qué es eso?
Llevo un chaleco háptico que incorpora una cinta que rodea mi torso y que va vibrando en los doce puntos de las horas del reloj: las doce en el esternón, las seis en la espalda, y cada vibración indica el rumbo.
¿No teme chocar con nada?
El chaleco, conectado asimismo a un GPS, me señaliza boyas, objetos, naves... Lo activo regularmente y siento otra clase de vibraciones, y así suplo mi falta de visión.
¿Y con eso le basta?
Y el sol en la cara, el viento en la piel, las salpicaduras... Todo es información.
Es portentoso navegar ciego.
“¡Estás navegando solo!”, me gritó un día mi asistente desde la lancha que me escoltaba y me daba indicaciones con megáfono. ¡Fue el instante más feliz de mi vida!
¿Cuándo sucedió eso?
Hace un año.
¿Le costó mucho?
Soy ciego desde hace siete años, por un accidente en el barco mercante en que trabajaba. Me explotó un extintor en la cara. Al año no quería vivir, decidí dejarme morir...
...
¡No concebía vivir así! Yo era marino y con 32 años pilotaba buques mercantes de 300 metros de eslora... ¡y ahora tenía que cogerme del brazo de mi madre para cruzar una calle! No podía soportarlo.
Ya.
Un año después del accidente, ya en enero de 2019, me metí en la cama en casa de mi madre y dejé de comer y de beber: pasé días así, me consumía, ya me moría...
¿Qué le salvó?
Mi madre. Me dijo: “Hijo, haces lo fácil y egoísta: irte. ¿Y yo, que he luchado por ti y te amo, qué?”. Ella y Lady me salvaron.
¿Quién es Lady?
Mi perrita. Metida en la cama conmigo, no se apartaba de mi mientras yo moría. No quise dejarla sola tampoco a ella.
¿Y volvió a comer y beber?
Sí, y y fui a la ONCE, y aprendí de nuevo a ducharme sin ver, a limpiarme sin ver, a vestirme sin ver, a cocinar sin ver, ¡a todo!
¿Es muy complicado?
Pruebe. Mi psicólogo, Miguel, iba diciéndome todo lo que sentiría y yo le pregunté: “¿Tú cómo lo sabes?”. Me dijo: “Porque he pasado seis meses con los ojos vendados”.
¡Eso es un profesional!
Y un día, ya espabilado, Miguel y yo hablamos de la vida y él me preguntó: “¿A qué aspiras?”. Y yo le dije: “Yo quiero navegar y un día... dar la vuelta al mundo”.
Ambicioso, usted.
¡Quiero vivir! Era eso, es eso: querer vivir. Si quieres vivir, todo será posible. Fui a la Barceloneta, a una escuela de patín-vela catalán, se negaron y yo insistí, insistí...
¿Qué es un patín-vela catalán?
Dos cascos unidos: patín catalán, se llama, es un invento de aquí, de 1899, a remo al principio. Y en 1920 le puso una vela Rafel Escolà, que tenía un astillero en el que hacía barcas en la Barceloneta.
Insistió, insistió, usted...
Me dejaron familiarizarme con un patín varado en la arena, durante un mes seguido. Luego, ¡al mar! Me caí mucho...
Hasta que un día...
Fui integrando sensaciones hasta crear un protocolo propio de navegación para ciegos, que pronto será universal. Y diseñamos este chaleco hecho con la startup catalana White Jackett): un día habrá chalecos así para que ciegos puedan moverse en tierra, en aeropuertos, estaciones...
¿Cómo le ha ido el reto de circunnavegar la isla de Wight?
¡Lo logré desafiando la mala mar! Ha sido mi reto para visibilizar mi proyecto Yes We Sail, apadrinado por Grant Dalton.
¿Y qué reto afrontará ahora?
Haremos del Port Esportiu Masnou (y su club) el primero inclusivo de España. Y formaré un equipo para navegar en el Mundial de Vela de Omán, en diciembre.
¡Eso es ya!
Será un paso para que vuelva a haber competición de vela paralímpica en los Juegos de Brisbane 2032. No hay discapacidades, hay capacidades distintas. ¡Haré que todos los ciegos del mundo pueden navegar!
