Camila Sosa Villada,actriz y escritora argentina:

“Necesito cada poco una buena pelea, soy pendenciera”

Miento con mi edad ¡siempre!, así que... Soy actriz y escritora. Nací en La Falda, Córdoba (Argentina), y vivo en Buenos Aires. Soltera como una perra. Sin hijos. ¿Política? Antifascista, anarquista, fascista conmigo misma. ¿Creencias? Rezo padrenuestros. ¿Mi ocio? Follar y follar. (Foto: Llibert Teixidó)

¿Con qué nombre le bautizaron?

Fui el niño Cristian Omar.

¿Qué clase de niño?

De noche, con nueve años, me enfundaba con una tela con blondas, saltaba por la ventana, me paseaba por las calles solitarias del pueblito...

¿Nadie en las calles?

Sola en la noche. Volvía a entrar por la ventana y me dormía... con la sensación de libertad mayor que jamás he sentido.

Pueblo pequeño...

...Infierno grande, ¡sí! Los niños me decían “maricón”...

Los niños son crueles.

Y no tan niños. Me insultaban, me escupían, me apedreaban... Me ocultaba entre unas matas. Me fui a Córdoba: de haberme quedado ¡me hubiesen matado!

Y sus padres, ¿qué decían?

Nos dedicábamos a la venta ambulante. Me ponían a vender pósters, yo aterrada de que me viese algún niño del colegio.

¿Qué vocaciones tuvo de joven?

Vocación de prostituta.

¿Transexual o travesti?

Lo de transexual suena a consulta médica. Prefiero travesti, que suena a semen y peligro, sangre, colmillo y dinero.

¿Sabían sus padres de su travestismo?

Con once años mi padre irrumpió en mi habitación, me sorprendió vestida de niña. Me golpeó. Mi madre me entregaba en sacrificio y él me atizaba, borracho...

Uf.

No se apiade, me asquea la mirada conmiserativa: soy demasiado jactanciosa.

¿Cómo se lleva hoy con sus padres?

Están mayores, achacosos... y yo les cuido.

...

Sí, eso me da placer, es mi regalo por haberme cuidado de pequeñita.

Poco le ayudaron luego.

Pasó algo bonito, tiempo después de prostituirme en un parque de Córdoba con otros travestis cuya regla de oro era no robarnos clientes, o si no... ¡paliza!

¿Recibió palizas?

Con mi oratoria retórica las sorteaba. Abandoné al ver un coche con compañeros de la facultad de Comunicación, donde estudiaba becada. Sentí vergüenza.

¿Qué aprendió en aquel parque?

Cómo sois, los hombres. Me veían como un trapo al que poder verter sus miserias... o lloraban como un bebé... Un amigo me dijo, tras follar: “No lo cuentes, por favor”.

El Gobierno español prohibirá la prostitución.

Misión imposible: eso ocurrirá siempre, le llamaremos masajes o lo que sea.

¿Y lo bonito que me decía que pasó?

Escribí Carnes tolendas y lo representé en el 2009, obra con textos míos y versos de Federico García Lorca y frases que mi padre profería en casa... A mi madre le gustó. Mi padre no quería verme desnuda al final de la obra. Pero cuatro años después... ¡vino a una representación!

¿Y?

A media obra, mi padre empezó a sangrar por la nariz. Algo se le quebró por dentro. Su camisa blanca enrojeció de sangre, empapada. ¡Qué bonito! ¡Qué simbólico!

Qué lorquiano.

Se aseó en el baño. Me vino al camerino, muy pálido, conmovido, cambiado: mi padre era ya otra persona.

El arte transforma.

Las personas pueden cambiar: ¡lo vi!

¿Qué versos de Lorca recitaba?

“Esto es el mundo, el mundo es fermento, sueño y agonía”, “¿Quién le puso al caballo bridas nuevas?”, “Hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora”... ¡Maravilla!

¿De qué hablaría usted con Federico, si pudiese?

¡De hombres! De los muchachos que viésemos...

¿Para qué sirve un poeta, un escritor?

Para nada... salvo para asombrarte un segundo, causarte un estupor, frenarte y deslumbrarte un instante.

¿Qué diferencia a la Camila jovencita de la de hoy?

Las tetas. El dinero. El paladar: adoro comer. No busco museos en una ciudad nueva, yo busco sus buenos restaurantes.

A aquella Camila, ¿qué le diría la que es usted hoy?

¡Mátalos a todos! Es que... con 19 años, yo quise suicidarme.

¿Y hoy?

Aunque preferiría no haber nacido, ya que estoy aquí prefiero refugiarme en la alegría, en la ternura (yo me dedico a la ternura) y en la pendencia.

¿La pendencia?

Necesito cada poco una buena pelea. Y sobre todo si he bebido. Me alivia.

¿Cuál es su plan de ocio ideal?

Follar una semana seguida. Tengo mi banquillo de amantes. O, mejor aún: un fin de semana tumbada en la cama, con champán en la mesilla y una serie en la tele.

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