‘Dramalovers’
Los algoritmos lo saben, las malas noticias, lo que nos asusta, los cotilleos malévolos son nuestra carnaza favorita: el drama nos absorbe y, cuanto más sensacional resulta, más fuerte la emoción, más clics. Es la economía del estrés, y todos estamos dentro. “Muchos de mis pacientes llegan con una larga lista de cosas que están mal en su vida, en su interior y en el mundo”. En Adictos al drama. Cómo liberarte del rol de víctima y dejar de crear caos a tu alrededor (Alienta), Lyons nos explica que las personas que sufren dicha adicción a menudo experimentan entornos caóticos en la infancia y adoptan el caos como su estado de estabilidad, de modo que lo provocan el resto de su vida. “El cerebro se activa con el estrés, lo interpreta como vida. Por eso el drama se siente tan vivo aunque te destruya”. Hay que reconocer lo bueno y marinarse en ello.
¿Montamos dramas de nimiedades?
Todo el rato. Lo pequeño se vuelve gigante porque no sabemos cuánta energía, atención o emoción poner.
¿Y hay quien se engancha al drama?
Sí, hay adictos al drama, lo necesitan: la intensidad, la ansiedad, el caos… son su anestesia. Les distrae del vacío interno.
¿Provocamos caos para que nos quieran?
A veces, sí. Hay quienes aprendieron que el amor llega con crisis. Para ellos, el caos es un lenguaje de amor. Discuten, exageran… porque ahí es donde se sienten vistos.
¿Es apego al sufrimiento?
Sí, y profundo. Muchos se apegan al dolor porque es lo que conocen.
A menudo les montamos el drama a quien más queremos…
Es el ciclo de creación y destrucción. Tirar de alguien para acercarlo y luego empujarlo. Como si el amor solo se pudiera expresar en medio del torbellino.
Usted fue un drama queen …
Total. Llamaba a mi ex una y otra vez, incluso cuando empezaba a estar mejor. Creía que era adicto a él… pero era peor: era adicto al drama. De adolescente intenté suicidarme para llamar la atención.
¿Para provocar empatía?
Sí, sufría acoso y pensé que nadie me escucharía si no forzaba a los demás a sentir mi dolor. Hoy lo llamo empatía armada .
¿Enfocarnos en lo que está mal nos convierte en dramáticos?
Cuanto más te centras en lo negativo, más alimentas el caos. Sin darte cuenta reprogramas tu sistema nervioso para vivir en alerta y lo dramático se vuelve tu normalidad.
¿Vivimos una epidemia de dramatismo?
Absolutamente. Antes el drama era íntimo; ahora es global. Vivimos en una economía del estrés, donde todo compite por activarte: medios, redes, política… Todo se ha vuelto performativo para captar tu atención.
¿La adicción al drama es contagiosa?
Sí, más que el amor. El estrés se transmite sin palabras: con una mirada, una respiración acelerada. Si alguien vive en caos, probablemente te arrastrará con él.
¿Tragamos estrés de segunda mano?
Sí, las neuronas espejo lo replican. Tu cuerpo reacciona como si el caos fuera tuyo. Por eso, estar cerca de un adicto al drama agota, aunque tú no digas ni una palabra.
¿Cómo relacionarse con un dramático?
Con empatía y distancia. No puedes salvarlos, solo puedes identificar el patrón.
¿Sienten que si quitan el pie del acelerador se van a morir?
Literalmente. La velocidad, la urgencia, el caos… les da sentido de vida. Si se detienen, aparece el vacío. Y eso, para ellos, es más aterrador que el conflicto.
¿De dónde surge esta adicción?
De una necesidad primaria insatisfecha: ser visto, escuchado. Por eso hay tanto dolor y caos que se vuelve normal. Es como una muñeca rusa de capas traumáticas que se repiten hasta volverse identidad.
Explíqueme eso de la matrioshka.
En el centro está la necesidad de ser visto. Encima, el dolor por sentirse solo. Luego, el entumecimiento para no sentir. Después, la búsqueda constante de sensaciones.
¿Nos engancha más el drama que la paz?
Sí, porque activa el sistema nervioso, y la atención sigue a la activación. Lo que más te estimula, aunque sea negativo, es lo que más te atrapa. Por eso el drama vende, engancha, y enferma. Nuestro cerebro se activa con el estrés y lo interpreta como vida.
Los adictos al drama son agotadores…
Para ellos también. Viven atrapados en crisis constantes. Y lo peor: sienten que no pueden dirigir su propia realidad.
¿Cómo nos afecta el drama ajeno?
Nos engancha. El cotilleo es una forma de evitar mirarte a ti mismo. Te metes en el drama de otros para no procesar lo que te duele. Es anestesia disfrazada de entretenimiento.
¿Qué es el drama bonding ?
Es cuando el caos une. Las crisis compartidas actúan como pegamento emocional. El chisme, la indignación común, los conflictos… nos hacen sentir conectados. Es un vínculo basado en el estrés, no en la intimidad real.
¿Sin drama hay síndrome de abstinencia?
Sí. Cuando el sistema nervioso se acostumbra al caos, la calma se siente como vacío.
¿Y usted sabe cómo desengancharnos?
Hay que pasar por cinco etapas: conciencia de estar atrapado, cambiar patrones, habitar tu historia sin adornos, soltar el apego al sufrimiento y sentir que puedes estar con otros sin montar un drama. Es un viaje de volver a ti, sin necesidad de crisis para sentirte vivo.
Sugiera alguna práctica para empezar…
Reconocer lo bueno y marinarse en ello. Busca momentos agradables, por pequeños que sean, y sumérgete en esa sensación como si fueras una esponja. Así, poco a poco, reprogramas tu sistema para disfrutar de la paz sin necesidad de crisis.
