Carol Tavris,psicóloga social, investigadora y escritora:

“Nadie se cree del montón”

Tengo 81 años. Nací en Los Ángeles y sigo en California. Mi querido esposo falleció hace unos años. Tengo novio –no convivimos–, un hijastro de mi marido y 2 nietos. Creo que vivimos en un mundo extraño y difícil. Soy progresista, creo en las políticas públicas. Cultural y emocionalmente soy judía, pero no religiosa. (Foto: Don Byrd)

¿Nos autoengañamos?

Constantemente. Si un pensamiento o un comentario entra en conflicto con la visión que tenemos de nosotros mismos como personas bondadosas y competentes, nos autoengañamos y justificamos.

¿No nos gusta equivocarnos?

Cuanto más inteligentes, competentes y bondadosos nos creemos, más nos costará aceptar la evidencia de que nos hemos equivocado o que le hemos hecho daño a alguien.

¿Y entonces?

Tendemos a culpar a otra persona. Justificamos el autoengaño porque nos permite seguir por un camino que tal vez sea destructivo, pero del que no somos capaces de salir.

Y esa autojustificación, ¿es algo cerebral, psicológico?

En nuestro cerebro tenemos un mecanismo llamado disonancia cognitiva, que alude a la incomodidad que sentimos cuando tenemos en la cabeza dos ideas contradictorias o sostenemos una creencia antitética con nuestro comportamiento.

¿Es un comportamiento adaptativo?

Sí. Nos resulta útil creer que hacemos lo correcto, lo moral y lo óptimo. Tener esa creencia es lo que nos permite dormir tranquilos por la noche. La disonancia cognitiva no es más que un impulso.

¿Como tener hambre o sed?

Sí, es un impulso mental. Por ejemplo, un fumador sabe que fumar es malo pero le gusta. Para reducir la incomodidad, o deja de fumar o justifica fumar.

¿Nos resulta difícil reconocer nuestros errores?

Cuanto más importante es una creencia para mí, más seguro estoy de que tengo razón y más difícil es admitir que cometí un error. En el libro tenemos el ejemplo de médicos y otras personas a quienes les resulta casi imposible admitir que cometieron un error.

¿Y por qué?

No porque sean malos médicos, incompetentes o crueles, sino porque la idea que tengo de mí mismo es que soy un cirujano competente. ¿Y me vienes a decir que tengo una opinión médica obsoleta...? ¡Anda, y vete a la porra con esos estudios!

Habrá quien decida escuchar y mejorar.

Es fácil admitir que cometimos un error cuando ese error no nos importa, cuando no refleja el concepto que tenemos de nosotros mismos. ¡Y madre mía la memoria!

¿Qué?

La gente discute sobre cosas que recuerdan de manera diferente, porque tenemos la sensación de que la memoria no se altera. La memoria es una colección constante de reinterpretación de acontecimientos.

¿Con arreglo a qué?

Damos forma a nuestros recuerdos para que se ajusten a lo que creemos ahora y no a lo que sucedió. Cada vez que contamos un recuerdo lo modificamos un poco, por ejemplo añadiendo recuerdos de otra persona.

¿El coste de la autojustificación?

Que nos quedamos atascados en una creencia obsoleta o errónea y por tanto atascados en nuestras relaciones, trabajo, salud...

¿Y cuando nos demuestran la equivocación?

Todavía nos reafirmamos más. Los estudios revelan que la evidencia, las pruebas, no nos hacen cambiar de opinión ni de creencias, a causa de esa autojustificación. Primero viene la creencia, y lo que yo creo afecta lo que veo y lo que soy capaz de aceptar o cambiar.

Triste realidad, pues.

A un médico corrupto se le ocurrió la idea de que las vacunas causan autismo. Un fraude demostrado que le hizo perder la licencia de médico. Pero consiguió que mucha gente se aferrara a que las vacunas son perjudiciales. Y ha creado un problema muy serio.

¿Con difícil solución?

Una vez la gente se aferra a la creencia de que las vacunas son perjudiciales, insisten en su error. Cuantas más pruebas de que se equivocan, más les cuesta aceptarlo.

¿Los políticos son los reyes de la justificación?

Todo lo que diga un político es munición para sus enemigos. Fíjese que los líderes crueles justifican sus crímenes como lo mejor que se podía hacer. Augusto Pinochet dijo: ‘Yo salvé a mi país del comunismo y del caos’. Y seguro que dormía del tirón.

¿Nos creemos mejores o peores de lo que somos?

Hay estudios que demuestran que la mayoría se cree mejor que la media. Nadie cree estar en la media.

¿Cómo nos curamos del autoengaño?

Si supiera la respuesta me darían el premio Nobel de la Paz. Lo único que podemos hacer es entender cómo funciona la disonancia cognitiva y la autojustificación, lo que nos permite replantearnos nuestras creencias.

Es una forma de control de la arrogancia.

Todos deberíamos tener creencias que sustentan nuestra vida, pero deberíamos poder cambiarlas si es necesario.

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