Repensar para ganar

Opinión

Repensar para ganar

Todos los acontecimientos políticos de los últimos tiempos muestran que el ciclo político que se inició el 2010-2012 se acaba. Por el camino han quedado muchas esperanzas, frustraciones, sufrimiento, victorias, derrotas y desavenencias. Pero si hoy existe un consenso en el mundo independentista es que no estamos donde queríamos llegar y no estamos contentos de cómo se cierra este ciclo político. Hay que decir que no podemos pensar que se cierra un ciclo político como el que hemos vivido, simplemente, por el resultado de las últimas elecciones en Catalunya, sino que estos resultados más bien son la consecuencia que confirma este final de etapa. El momento en que se encuentra hoy Catalunya y el nuevo ciclo que se abre ya daba señales de asomarse hacia el 2020, coincidiendo con la pandemia, con la reducción lenta pero constante del votante independentista, una ola reaccionaria que lo intoxicaba todo, la pérdida progresiva del peso del catalán en la calle, el alejamiento de los jóvenes del soberanismo, el enquistamiento de problemas, el repliegue identitario respecto a la población extranjera, etcétera.

El caso es que en el anterior ciclo del 2010-2020 todos estos elementos no estaban sobre la mesa. Y ante este nuevo escenario tenemos dos opciones: podemos seguir mirando atrás preguntándonos qué se podía haber hecho mejor, lamentándonos de lo que no fue; o bien empezar a construir un proyecto político ganador que sea capaz de plantar cara a un contexto adverso y que dé esperanza a una mayoría de catalanes que quieren vivir en un país libre y de progreso. No se trata de resistir; se trata de ofrecer una propuesta política ganadora. Y lo hemos sabido hacer en otros momentos.

Podemos seguir mirando atrás o bien empezar a construir un proyecto político ganador

En el inicio del último ciclo político fuimos capaces de abrirnos y de representar los anhelos y las esperanzas de buena parte del país. A partir del 2017, seguramente, nos centramos más en nosotros, en los partidos, en los rivales, en las entidades, y ya no nos dirigíamos tanto a la ciudadanía. Como partido, tenemos que dejar de hablar de nosotros y escuchar más a los catalanes y las catalanas. Esquerra Republicana tiene mucho trabajo que hacer en los próximos años, pero hay como mínimo tres cosas que tenemos que hacer si queremos que Catalunya vuelva a ganar y que nosotros seamos el instrumento para que eso ocurra.

En primer lugar, no podemos renunciar a tener un proyecto para todo el país. Una de las cosas buenas del último ciclo electoral ha sido la implantación de ERC en toda el área metropolitana. Actualmente, somos la segunda fuerza en la mayoría de las ciudades metropolitanas, y ninguna otra formación independentista puede competir electoralmente, por ejemplo, en el Baix Llobregat. Tenemos que ser el partido de los municipios pequeños y medios, pero también debemos tener la voluntad de ser un partido con proyecto y ambición para ser protagonistas en Barcelona. Porque Barcelona y su área metropolitana nos necesita. Tenemos que ser la fuerza central del país que interpela a todo el mundo, viva donde viva. Solo ERC puede hacerlo.

En segundo lugar, debemos renovar el discurso. En los últimos tiempos hemos hablado un lenguaje en el que nos sentíamos cómodos, pero creo que los catalanes y las catalanas no nos han entendido. Y no es su culpa. De poco sirve abusar de un discurso estéticamente transgresor si el país ya no está aquí. Hablamos de derechos cuando la gente no los percibe en su día a día y de poco sirve que salgamos entusiasmados con una idea muy “alternativa” o fetichista, ya sea para querer parecer una cosa que no somos o por complejos que no hay que tener. Se ha dejado de hablar claro y se ha abusado del tacticismo. Desgraciadamente, todo eso nos ha llevado a perder autenticidad y la gente ha desconectado de nosotros.

La gente ha desconectado de nosotros

El coste de la vida se ha disparado por la inflación, los jóvenes no pueden acceder a una vivienda, crece la inseguridad y los ricos cada vez son más ricos, mientras que los puestos de trabajo son más precarios y aumenta la incertidumbre y la ansiedad respecto de nuestro futuro. Los jóvenes, las mujeres, los trabajadores, las clases medias empobrecidas nos dicen que, más que discursos, quieren certezas. Por lo tanto, ajustar el lenguaje político a las vivencias de la gente tiene que ser una prioridad para nosotros. No reconectaremos con la gente si no hablamos de los temas que le preocupan con su mismo lenguaje. Sin complejos ni malabares ni copiando agendas o mensajes de otros partidos. Hay que tener discurso propio. Es decir, mensajes, conceptos, imaginarios, que sintonicen con la sociedad catalana para representar una Catalunya moderna, progresista e independentista/soberanista.

Y finalmente, mejorar el lenguaje y la comunicación es imprescindible para llegar a la gente. Pero lo más importante es que todo eso va de política. Y no me refiero solo a trabajar para sacar adelante aquello que creemos conveniente -que también-, sino a hacer política y a explicar claramente hacia dónde queremos ir, a llegar acuerdos con otros partidos y con la sociedad para mejorar la vida de la gente. Tenemos que hacer política desde la apertura, pensando en el conjunto del país y con propuestas trabajadas que ayuden a sacar el país adelante. El mundo que tenemos enfrente está más fragmentado que el de hace diez años  y requerirá de liderazgos que sepan sumar y llegar a acuerdos.

El país y nuestro futuro pide una fuerza atractiva, incansable e insobornable

Los partidos políticos grandes son aquellos que saben conectar con amplias capas de la sociedad. Y sus liderazgos tienen que ser capaces de leer bien los tiempos que vivimos. Mirando más hacia fuera que hacia dentro e interpretando bien cada momento para conectar con la ciudadanía. Sin miedo a hacer autocrítica. Tenemos que volver a ser centrales y protagonistas. Debemos aportar esperanza con certezas. Entendiendo la complejidad del país, como no la entiende nadie más, con máxima ambición nacional y social.

Catalunya necesita una izquierda independentista abierta, fuerte, seria, preparada y presente en todos los pueblos y ciudades. Hoy hacen falta proyectos y políticas nuevas que puedan acompañar una Catalunya que ha cambiado. Para representar un proyecto nacional progresista para unos nuevos tiempos. Sin renunciar a nada. El país y nuestro futuro pide una fuerza atractiva, incansable e insobornable. Eso es lo que somos y desde aquí es como recuperaremos la autenticidad y credibilidad perdidas. Y estoy convencida de que pronto, si hacemos lo que tenemos que hacer, los catalanes y las catalanas volverán a ver todo eso en nosotros.

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