En abril tuve la oportunidad de ver clandestinamente los dos primeros capítulos de la serie inglesa True love . Lo escribí en esta columna con la esperanza de que algún traficante me la hiciera llegar entera (pagando, por supuesto). Felizmente, hace un par de semanas que Filmin la emite (seis capítulos) y podemos disfrutarla sin sentirnos culpables.
La serie, muy recomendable, cuenta la historia de un grupo de amigos septuagenarios que comparten un pacto para ayudarse a morir si les llega la agonía de una vejez cruel. La narración alterna la intriga policial (dos de los septuagenarios tienen un pasado como policía y militar) y las relaciones entre personas que, incluso cuando se quieren, no pueden evitar pensar en las vidas vividas y, sobre todo, en las no vividas.
La trama policial funciona, con giros que no se ven venir (mejor dicho: que yo no los he visto venir, porque ya se sabe que en eso de las series y las películas siempre hay enteraos virtuosos del toro pasado) y que enriquecen la intriga y destapan la parte más profesional de los protagonistas.
Leonard Cohen, en un concierto en el Palau Sant Jordi
Pero lo que es excepcional, aparte de los diálogos y la interpretación, es el retrato que la serie hace de la vejez. La cantidad de detalles que explican, sin necesidad de discursos, la realidad de una condición humana que lucha por mantener su dignidad sin perder la capacidad de compasión. En el tercer capítulo, en una de las escenas más emocionantes de la serie, suena el So long, Marianne, de Leonard Cohen, como un himno de despedida y rebeldía contra el mito de una esperanza de vida que, cuando es impuesta, no es ni esperanza ni vida.
La serie alterna la trama policial con una reflexión implacable sobre los estragos del paso del tiempo y la vejez
LA ISLA. Coincidencia: la serie reciente So long, Marianne , de ocho capítulos, que explica la etapa en la que Leonard Cohen se refugió en la isla griega de Hidra y conoció a Marianne Ihlen, la joven noruega de la que se enamoró. La serie (es ficción) cumple, más allá de la corrección, el objetivo de ilustrar con fidelidad una relación tempestuosa y el contexto bohemio de la época. La novedad es que, en vez de ser fagocitado por el carisma del cantante (interpretado por Alex Wolff), la historia se centra más en la vida de Marianne (interpretada por Thea Sofie Loch Naess). Ah, y aparece, en un papel secundario, la siempre indispensable Anna Torv.

