El Ayuntamiento de Barcelona trata estos días de convencer a 236 personas de que dejen de alimentar de manera compulsiva a las palomas de la ciudad. El dato es resultado de un estudio municipal realizado este año en función de las quejas vecinales en torno a esta costumbre. El plan Endreça también se encarga de las aves. Hace ya un par de semanas que cuatro equipos de informadores municipales vienen y van por los 40 puntos de la ciudad que más quejas vecinales despertaron las palomas. Hablamos de la plaza Catalunya, el paseo de Sant Joan, el parque de la Ciutadella... Se trata en verdad de una costumbre muy perjudicial para estos pájaros.
Tal y como explican los expertos, esta sobrealimentación supone una degeneración de la especie. Las palomas urbanas que fácilmente encuentran comida por doquier se acomodan y dejan de buscar frutos en los árboles, se habitúan a una dieta mucho más pobre y engordan. Además, en este contexto, los ejemplares más tontos y torpes sobreviven y se reproducen, transmitiendo así una herencia genética que empobrece a la población. Y la sobrealimentación también engorda la colonia, provoca concentraciones de ejemplares exageradas, extremo que facilita el contagio de enfermedades y que encima las estresa.
La población de palomas de la ciudad quintuplica los estándares recomendados
No es la primera vez que la ciudad emprende una iniciativa de este tipo. Los dispensadores de pienso anticonceptivo y los halcones que se dejan volar para que las espanten no son herramientas suficientes para controlar la presencia de estos animales. Hace mucho que Barcelona está sobrepoblada de palomas. En estos momentos suma más de 103.000 ejemplares. La densidad de población de las palomas barcelonesas prácticamente quintupplica a los estándares recomendados. Algunas llegan a repartir más de dos kilos de granos al día. Las consecuencias de esta costumbre no son anecdóticas. Una paloma se sacia con apenas 30 gramos. Los sobrealimentadores pueden doblar o triplicar una colonia en poco tiempo.
Pero el asunto es mucho más delicado de lo que parece. La mayor parte de las personas que alimentan a las palomas de manera compulsiva tienen problemas. Los informadores municipales que estos días contactan con ellas explican que muchas veces esta costumbre oculta carencias emocionales. Muchas de estas personas se sienten tan solas que acaban empatizando con estas aves de una manera desproporcionada. Pero cuando los informadores municipales tratan de hacerles ver que lo que hacen es contraproducente no suelen tomárselo bien, ya sea de una manera u otra. Para ellos este ritual es muy importante. Los servicios sociales del Ayuntamiento están al tanto de la situación.
Y luego están los chavales que almuerzan a la hora del recreo y demás personas que alimentan a las palomas de manera circunstancial. Esta gente reacciona de otra manera, sobre todo cuando los informadores añaden que en esta ciudad no está prohibido alimentar a los animales, pero sí que lo está dejar restos de comida en el espacio público. La sanción es de 600 euros. Otra fuente de sobrealimentación de las palomas son los restos de comida en las terrazas. Muchos de estos animales aguardan en las proximidades de los veladores a que la gente se levante y entonces lanzarse en picado, antes de que aparezca el camarero.


