El gran boxeador Schmeling combatió en 1934 en Montjuïc

El álbum

La llegada del púgil alemán Max Sch-meling a Barcelona en 1934 era noticia. La ciudad se caracterizaba por haber asentado un ambiente entregado al espectáculo del boxeo. Había ya glorias locales; baste citar a Gironès.

Schmeling había conseguido ascender al máximo estrellato de manera fulgurante, pues en 1930 conquistó el título de campeón mundial de los pesos pesados. Ya lo había perdido cuando llegó a Barcelona, en un desenlace a todas luces injusto y de lo más controvertido.

El empresario del púgil era el neerlandés Strauss, célebre por el gran escándalo de la ruleta trucada

El combate que había de librar aquí consistía en una exhibición frente a Uzcudun; el vasco era famoso por su condición de roqueño que no doblaba la rodilla y solo había sufrido un noqueo. Pese a que no estaba en juego título alguno, la expectación era grande; la prueba fue que unos 90.000 aficionados llenaron el aforo gigantesco del estadio de Montjuïc.

Aunque Schmeling era la noticia en esta foto, no había que desestimar la notoriedad de su esposa, la estrella cinematográfica Anny Ondra. El boxeador y su mujer merecieron ser recibidos por el president Lluís Companys y el alcalde Carles Pi i Sunyer.

PERMANYER 10 ABRIL

Strauss, Schmeling con su esposa y el torero el Gallo en el hotel Colón

PÉREZ DE ROZAS / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

La verdad es que en la imagen aparece otro personaje que estaba a punto de superar la nombradía de todos los citados, aunque por menos tiempo. Se trata del elegante que figura en primer término a la izquierda.

Era empresario de púgiles, neerlandés con pasaporte mexicano y hablaba español: Daniel Strauss. Estaba a punto de llevar a cabo unos pocos meses más tarde una jugada que cobraría fama. Y es que logró encandilar a los republicanos radicales de Lerroux, presidente del consejo de ministros, y Pich i Pon, alcalde de Barcelona, para instalar ruletas en una serie de casinos. Les ofrecieron un porcentaje de los eventuales beneficios: un sabroso 25% al primero y un 15% al segundo. Y claro, firmaron.

No eran ruletas habituales: el crupier podía situar cada vez la bolita sobre el número deseado. Comenzaron a funcionar en San Sebastián y Formentor; en el hotel Terramar de Sitges solo se pudo instalar, pues estalló tal escándalo que provocó una crisis de gobierno y dimisiones en cadena, amén de un merecido neologismo que hizo fortuna: straperlo, acrónimo de Strauss y Perlowitz, el socio. Por sinónimo de chanchullo , se afianzó en la guerra incivil, pero sobre todo bajo el franquismo. Y aún persiste…

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