Obama, turista en Barcelona

Obama, turista en Barcelona
Expresidente de Amics de la Rambla

Existe un tópico de la empresa familiar, especialmente en Catalunya, que dice que el abuelo crea el negocio, los hijos lo mantienen y los nietos lo cierran. Escuchando a cierta opinión pública, incluyendo a algunos políticos y gobernantes, da la sensación de que se quiera aplicar esta máxima al turismo, ignorando los muchos años de trabajo invertidos para situarnos como un destino de referencia mundial. Al menos, así lo parece según algunos argumentos que justifican incrementar al máximo la tasa turística que abonará quien nos visite.

Decir que un turista que paga mucho puede pagar un poco más es una atrevida exageración y, por otra parte, desear que solo vengan viajeros de alto nivel adquisitivo es una injusticia que avanza el riesgo de convertir Barcelona en un destino elitista. Un matrimonio normalito, que quiera pasar unos días con sus hijos, preferirá un lugar de fiscalidad más realista en el que, además, podrá prepararse el desayuno en un piso turístico sin ser señalado como culpable de la falta de vivienda.

El turismo de calidad no es el que más
gasta sino el que más respeta la ciudad

Quien tenga mucho dinero debe ser muy bienvenido, pero el turismo de calidad no es el que más gasta sino el que más respeta. Una despedida de soltero gasta muchísimo más que un grupo de pensionistas, pero destroza la tranquilidad del espacio público porque las leyes que debieran impedirlo son las que irónicamente siguen sin cambiar. Sin contar que el novio y sus amigos quizá destinen gran parte de su presupuesto a comprar servicios o productos que no pagan impuestos precisamente.

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Imagen de archivo de turistas en la Rambla

Mané Espinosa

Que el visitante contribuya fiscalmente es de justicia pero, a cambio, démosle una ciudad limpia y segura de la que, en primer lugar, se beneficien los residentes habituales. Y aceptemos que hay tantas formas de turismo como personas que viajan, todas legítimas, gasten más o menos.

Se habla del turismo cultural como nuevo objetivo principal y es una aspiración deseable, por lo mucho que tenemos por ofrecer y, todavía, por descubrir nosotros mismos. Como es excelente venir tras conseguir mesa en un restaurante de fama global, para someterse a algún tratamiento de salud o siguiendo alguna competición deportiva. Pero mientras el comportamiento sea cívico y se haga uso de negocios legales, que venga quién quiera a comerse unas bravas en el centro o a tomar el sol en la playa.

Hace ahora dos años Barack Obama estuvo en Barcelona junto con su esposa Michelle y el matrimonio Spielberg para asistir a un concierto de Bruce Springsteen y, lógicamente, todos ellos lo hicieron al más alto nivel. Pero, como explica el expresidente de los Estados Unidos en su libro Los sueños de mi padre, su primera visita fue a finales de los ochenta, llegando en autobús y caminando hacia la Rambla como mochilero. La misma persona, dos situaciones vitales y dos fiscalidades extremamente distintas, pero disfrutando de la misma ciudad. Esta es la exitosa grandeza turística de Barcelona.

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