Los barceloneses paseaban con un orden no impuesto

El álbum

Ruego observar con detenimiento y minuciosidad esta estampa memorable de la noble calle Ferran. Estaba en su apogeo. Exige, con todo, el siguiente proemio.

A finales del siglo XVIII, la calle Escudellers principió a enarbolar la primacía como arteria comercial; había acumulado hasta catorce tiendas francesas, pues gente muy principal escapada a causa de la revolución decidió asentarse en ella.

Cuando a mediados del siglo XIX fue tendida la calle Ferran, por su línea recta y su anchura generosa, en comparación con la que había imperado en la ciudad amurallada, al instante tuvo efecto este atractivo. Aunque había otro superior: haber proyectado todas las plantas bajas para alojar locales comerciales. De ahí que pronto lograra desbancar a Escudellers.

Guardaban la derecha por iniciativa propia para así caminar mejor en la tan angosta ciudad antigua

El hecho de concentrar a lo largo de la calle una tienda tras otra en ambos costados, y de alta categoría, por fuerza había de atraer a cada vez más público. La dimensión razonable pero no exagerada de la anchura creaba con rapidez una intensidad excepcional, superior a la de la Rambla.

Dicho todo esto, ruego observar con calma y minuciosidad lo muy ordenada que desfila semejante multitud de corte burgués. A lo largo de la acera de la izquierda, en búsqueda de la caricia de un sol amable, todo el mundo que aparece apretujado va en la misma dirección. Igual sucede a su costado; cuantos no han cabido siguen hacia adelante paseando por la calzada.

ALBUM PERMANYER 21 agost

Asombra el orden que agrupa a tantos peatones 

FREDERIC BALLELL / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

A lo largo de la acera de la derecha sucede el mismo ritual e impera igual orden, tanto en la calzada como en la acera. La única diferencia es que caminan en sentido contrario siguiendo filas bien prietas.

Unos y otros guardan la derecha con naturalidad, por iniciativa y sin imposición. Ese estilo tan razonable y eficaz se mantuvo sin la menor apretura en el Eixample.

El capitán general de Catalunya Primo de Rivera se percató de tal singularidad, y nada más pegar el golpe de Estado, quiso imponer lo mismo en las caóticas calles madrileñas: guardar la derecha. Se lo de­saconsejaron…

Me consta que los madrileños elogian Barcelona por ser una ciudad hecha para el disfrute del paseo. El Eixample ofrece un sinfín de aceras de cinco metros arboladas y conectadas que rodean todas las manzanas. ¡Gracias, Cerdà!

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...