Cuatro farolas llevan en Barcelona la firma de Antoni Gaudí, a pesar de que erróneamente se le atribuyen otras, como las de los paseos de Gràcia y Lluís Companys, que son en realidad de otro arquitecto, Pere Falqués. Dos de las luces gaudinianas están en la plaza Reial. Tienen seis brazos y están coronadas por dos culebras enroscadas y un yelmo. Las otras dos están en el Pla de Palau, tienen tres brazos y están presididas por una singular corona invertida, que podría interpretarse como un mensaje antimonárquico.
En un inicio, Gaudí realizó cuatro farolas para el Pla de Palau, dos junto a la Facultad de Náutica y otras dos junto a la fachada lateral de la antigua aduana, hoy sede de la Delegación del Gobierno, aunque en un estado de abandono notable y pendiente de una rehabilitación que nunca llega. Estas son las dos que han llegado hasta nuestros días. Se remontan a 1889, una década después de las realizadas para la plaza Reial. De hecho, las del Pla de Palau son una simplificación de las de 1879.

La corona invertida de la farola de Gaudí
Además del número de brazos, la diferencia esencial entre los dos tipos de farola es que las de la plaza Reial están coronadas con un casco alado que representa el caduceo de Mercurio, dios griego y romano del comercio, la negociación y los mensajeros.
Las del Pla de Palau tienen la citada corona invertida con dos cabezas de serpiente. Se podría interpretar como un símbolo antimonárquico del arquitecto de Reus. Se conoce que, en su juventud, Gaudí simpatizaba con los círculos liberales y anticlericales, aunque en sus últimos años se había convertido en un ferviente católico.
Así, el significado antimonárquico de la corona invertida es tan solo una hipótesis. Hay que señalar, sin embargo, que estas farolas se encuentran a pocos metros del que fuera palacio real de Barcelona, que se erigía frente al edificio de la Delegación del Gobierno. Había sido un antiguo almacén de lana que, en el siglo XVII, tras la Guerra dels Segadors, se habilitó como residencia del virrey de Catalunya y, más tarde, del capitán general. De ahí lo de Pla de Palau. En 1844, se convirtió en palacio real hasta que fue destruido en 1875 por un incendio, 22 años antes de que se instalaran las farolas de Gaudí. El genial arquitecto se llevó el secreto de las coronas invertidas a la tumba.