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Vecinos de la Rambla lloran la pérdida de identidad del paseo más simbólico de Barcelona

Urbanismo

Los residentes se quejan de la desaparición de las farolas del siglo pasado y de la eliminación del pavimento del paseo, que emulaba las olas de un río que iba hacia el mar

Las farolas de cinco puntos de luz, las únicas que sobrevivirán a la transformación de la Rambla 

Àlex Garcia

La gente visita París para ver la torre Eiffel. Viaja a Nueva York para disfrutar de los rascacielos y subir a lo más alto del Empire State. En Berlín, el muro que separaba estados. En Venecia, los canales navegables. Y en Barcelona, Gaudí y el Barça. Orillando el cliché y los tópicos de cada cosa, y dejando de lado la mucha oferta que todas las metrópolis blanden al margen de las rutas clásicas, el forastero busca lejos de casa elementos y experiencias únicas, más todavía en un ecosistema comercial y de restauración tan globalizado. Mantener el hecho diferencial, repiten los expertos, es lo que marca el éxito turístico, sobre todo si lo que se busca es que los forasteros repitan, una de las asignaturas pendientes de la capital catalana. En eso de la singularidad siempre ha sobresalido la Rambla, un paseo simpar, canalla, original, único, que atraviesa por un largo proceso de transformación. Los vecinos, sin embargo, empiezan a intuir que el resultado será una arteria “deshumanizada y sin personalidad”, un poco como ha sucedido con la reforma de Via Laietana, aunque en ese caso la calle nunca tuvo demasiada identidad.

La piqueta, este martes, arrancando las baldoses en forma de ola de la Rambla 

Carlos Márquez Daniel

Los residentes del paseo más simbólico de la capital catalana no se quejan de las obras, que empezaron el 3 de octubre del 2022 en un tramo de apenas 150 metros, entre el museo de Cera y el monumento a Colón. Van viendo el avance de la piqueta y en el resultado echan de menos elementos reconocibles. Como las farolas que gracias al Arxiu Municipal ya pueden verse en las fotos de principios del siglo pasado en la Rambla. Los vecinos las han visto desaparecer del tramo ya terminado y, al parecer, solo sobrevivirán las 15 que tienen forma de candelabro. Pueden verse en los cinco puntos en los que se abrían los portales de la muralla medieval que Pere II hizo construir a finales del siglo XIII.

¿De verdad creen que el barcelonés vendrá a la Rambla? Quizás para cómo ha quedado, pero aquí no se les ha perdido nada”

Jaume DoncosPropietario tienda Casa Beethoven

César Algora, vecino y miembro de Amics de la Rambla (aunque no habla en nombre de esta entidad) se queja de un proyecto que, a su modo de ver, “desvirtúa por completo el paseo”. “En lugar de recuperar o preservar el carisma de la Rambla, se lo estamos quitando, convirtiéndola en un lugar cualquiera, anodino”. Un portavoz del Ayuntamiento confirma que las farolas de un solo brazo se cambian “por un modelo contemporáneo que actúa como soporte único de banderolas, señales de tráfico y otros elementos urbanos de la vía pública”. La misma voz señala que los retirados no son originales; son “réplicas que quedarán bajo custodia del área de iluminación pública” del Consistorio.

El nuevo 'scalextric' de la Rambla, donde ya se trabaja en la parte central de la zona alta 

Àlex Garcia

Otro elemento que deja paso es la baldosa en forma de ola, un homenaje al origen de la arteria, que antes de su urbanización era una riera. “No podemos pretender –sostiene Algora– que esto sea de nuevo la Rambla modernista, pero hay un abismo entre esos tiempos y eliminar todo lo que daba personalidad a la calle. Solo quedarán los árboles”. Este martes, las máquinas empezaron a arrancar el suelo del paseo central ante la atónita mirada de algunos vecinos y curiosos que inmortalizaban el momento con sus teléfonos móviles. 

Jaume Doncos, propietario de la histórica tienda de música Casa Beethoven, comparte su visión sobre la reforma echando mano de la historia: “Desde siempre, el poder religioso, político y económico se ha dedicado a eliminar la identidad; es la manera más fácil de manipular a la gente”. Primero fue el comercio y ahora, argumenta, es el momento del urbanismo. “¿De verdad creen que los barceloneses vendrán a la Rambla por el simple hecho de haberla reformado? Quizás un día, para verla, pero nunca más, porque no se les ha perdido nada aquí a no ser que estén de paso”. Considera “una vergüenza” que desaparezcan las baldosas y las farolas y lamenta, en definitiva, que el Ayuntamiento “haya decidido que la Rambla de toda la vida tenga que desaparecer”.