El fotógrafo quiso regalarse una imagen de lo más artística

Tras una primera sede flotante y sencilla, el Real Club Marítim decidió convocar un concurso en 1911 para poner en pie el edificio que la sociedad deportiva ambicionaba y merecía.

Lo ganó el arquitecto Eduard Ferrés, pero fue desestimada su construcción por un coste económico inasumible. Entonces fue escogida la propuesta del ya destacado y admirado arquitecto Enric Sagnier. En 1913 estaba terminada la obra, pero no fue inaugurada hasta mediados de 1914.

Permaneció apostado aguardando cazar el ‘Calisay’ de Sagnier enriquecido con este creativo contraluz

La nueva sede del Marítim se hizo célebre de inmediato; la voz popular barcelonesa siempre tan acertada la bautizó Calisay por la asombrosa semejanza con el perfil tan original de la botella del licor que por conventual merecía ser venerado.

En una ciudad levantada entre medianeras, una construcción a cuatro vientos se distingue de inmediato y si encima aporta una originalidad indiscutible y de bien ganado atractivo, su fama está ganada. El Marítim Calisay de Sagnier fue de inmediato admirado como una escultura, que no como un simple edificio.

ALBUM 18 desembre

La fiesta que se celebraba no era el objetivo, sino captar este contraluz atrevido

FREDERIC BALLELL / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA

Esta nueva sede, pues sólo llevaba dos años de existencia, era reconocida como un éxito; por su originalidad, categoría y situación, atraía más que nunca la presencia de socios.

La imagen recoge el ambiente de recién acabada una fiesta con asistencia más que nutrida. La hora es avanzada tal como lo confirman los presentes en primer plano, que parten algo apresurados hacia casa.

En cambio, la formidable terraza que a modo de corona rodea el edificio se ha convertido en un mirador de lo más atractivo para contemplar la de bellos contrastes ignotos que se dibujan en una Barcelona cada vez más de espaldas al mar.

El instante recoge con acierto este contraluz llamativo convertido en tan irresistible espectáculo que los asistentes a la fiesta han salido a la terraza para saborearlo.

Merece ser destacado el acierto del fotógrafo, el notable Frederic Ballell, quien siempre dedicado a captar a diario las noticias no ha dudado en regalarse la obtención de este contraste huidizo; estoy convencido de que no le ha sorprendido, sino que ha vuelto a la hora exacta para inmortalizar este seductor contraluz nocturno. Los fotógrafos que son artistas se imponen regresar al lugar, sabedores de la mejor hora para disparar su cámara e inmortalizar el mejor efecto que les regala la luz.

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