La caída de 15 gigavatios en unos segundos que generó un día de incertidumbre en España, y sobre cuyas causas aún se debate, afectó a toda la península ibérica. Pero a algunos más que otros. En San Vicente del Monte, una pedanía del municipio cántabro de Valdáliga, la luz se fue unos segundos… y después reinó la normalidad. El apagón no existió.
¿Cuál es el secreto de este pueblo? Lo explica en un reportaje El Diario Montañés. En 2020, el pueblo decidió instalar una especie de batería de emergencia. Una compañía eléctrica local ideó un depósito lleno de baterías de litio que se activa si la luz salta o se corta. Aunque su autonomía en invierno es menor —entre tres o cuatro horas—, el lunes fue suficiente para que algún vecino admita al rotativo cántabro que no se enteró de que había habido un gran corte de luz en toda España hasta el día siguiente.
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La población, en todo caso, no hubiera extrañado la vida durante un apagón. No hace muchos años, una tormenta era una garantía de que se fuera la luz. E incluso a finales del siglo XX todavía sufrían apagones que podían durar días enteros. “Vamos al revés del mundo, antes se nos iba la luz por una tormenta cuando todos tenían y el lunes éramos los únicos con luz”, cuentan a El Diario Montañés dos operarios del Ayuntamiento de Valdáliga