Música contra la exclusión en el barrio más pobre de Girona

Iniciativa musical y social

El proyecto Música a l'Est, nacido hace cinco años, ha dado la oportunidad de aprender y formarse en un instrumento a un centenar de niños de los barrios más desfavorecidos de la ciudad

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Un grupo de niños que forma parte del proyecto han mostrado este sábado sus avances en un concierto celebrado en el patio de la Casa de les Arts de Mas Ramada.

Pere Duran/Nord Media

El pequeño Cristofer Arenas, de 10 años, estaba algo nervioso antes de salir al escenario en la que ha sido su primera actuación musical ante el público que este sábado llenaba el patio de la Casa de les Arts de Mas Ramada, en Girona. Nervioso, pero enormemente feliz por el resultado. “Creo que ha ido bien”, explicaba con una tímida sonrisa al ser preguntado por sus impresiones tras terminar la actuación. 

Hace un año y medio que toca el bajo eléctrico gracias al proyecto Música a l'Est, una iniciativa impulsada por la Fundació Casa de la Música que busca dar una oportunidad a niños que viven en los barrios del este Girona. Una zona que engloba los barrios de Vila-roja, Font de la Pólvora, Mas Ramada, La Creueta y el grupo Sant Daniel y que concentra los peores indicadores económicos y sociales de la ciudad.  

Se trata de una iniciativa de formación musical en los estilos de la Black Music dirigida a niños de entre 7 a 12 años 

“No se trata de crear músicos de élite, sino de musicalizar al niño, de darle la oportunidad de aprender a tocar un instrumento”, explica Adrià Bauzó, uno de los responsables del proyecto, junto a Jordi Planagumà, director de la Casa de la Música. Luego, el tiempo dirá si acaban dedicando su futuro a las artes musicales. 

Bien encaminado está Oriol Padilla, que se inició en esta escuela tocando la trompeta cuando tenía siete años. Ahora con catorce ha pasado a formar parte de la la Black Music Big Band Junior, integrada por niños de entre 8 y 15 años. Es el único miembro de estos barrios del este de Girona integrante de esta formación y ayer actuaba ante su público. Oriol ha roto su particular techo de cristal. 

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Oriol Padilla, en primer término, tocando la trompeta este sábado con la Black Music Big Band júnior.

Pere Duran/Nord Media

“En casa no nos podíamos permitir el lujo de estudiar trompeta, pero gracias al proyecto lo logré”, explica Padilla, que con su trabajo y espíritu de superación ha conseguido avanzar en su proyección. “La música siempre me ha gustado y para mi es muy inspiradora, yo antes cantaba para mi mismo hasta que me llegó esta oportunidad”, explica muy agradecido.

La música está muy presente en las vidas de los niños que forman parte del proyecto.  Cristofer se pirra por el rap. “Aunque en realidad, me gusta toda la música; de mayor me imagino sobre un escenario tocando el bajo y la batería”, afirma.

La iniciativa también permite a los alumnos interiorizar hábitos como la puntualidad, el trabajo en equipo, la constancia o la responsabilidad

Álex Pastiu a sus 10 años ya ha hecho algunos pinitos en la composición. Le da vergüenza contarlo, pero sus formadoras explican que el año pasado compuso una canción para la audición de fin de curso. Está aprendiendo a tocar el piano desde hace tres años y aspira a “ser pianista o mecánico cuando sea mayor”. 

También la música está en los planes de futuro de Carla Martínez, aspirante a cocinera o músico. Toca la batería y la trompeta desde hace cinco años y cuenta que le gustan todos los géneros. “Todo menos según qué tipo de reggaeton”, puntualiza.

No se trata de crear músicos de élite, sino de musicalizar al niño, de darle la oportunidad de aprender a tocar un instrumento

Adrià BauzóDirector musical de la Black Music Big Band

El proyecto Música a l'Est ofrece una hora de lenguaje musical, coro, combo y media hora individual de instrumento. Durante este curso son 36 los niños que participan de la iniciativa, aunque a lo largo de estos años han pasado por el proyecto un centenar de alumnos.

Tan importante como lograr aprendizajes musicales, lo son también los hábitos que adquieren los instrumentistas como la puntualidad, el interés o la obligatoriedad de asistir a clase. En uno de los barrios con mayor absentismo escolar, el proyecto es también un antídoto contra ello. 

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Miembros del proyecto Música a l'Est, junto al formador Miquel Freixas, tras el concierto celebrado este sábado en Mas Ramada.

Pere Duran/Nord Media

“La música es muy poderosa, ayuda a mejorar la coordinación física, a desarrollar ciertas zonas del cerebro y a mejorar aspectos que no son estrictamente musicales como la puntualidad, la disciplina...”, explica el formador Miquel Freixas, que inculca a sus alumnos también la importancia del trabajo en equipo. 

El joven, que estudia 3º de Teclados de Música Moderna en el ESMUC, está vinculado a esta iniciativa desde hace cuatro años  y actualmente ejerce de profesor de piano y combo. “Verlos aprender y superarse es de lo más motivador”, subraya. 

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