La bodega Castillo de Encús, ubicada en el Pallars Jussà, lleva más de una década elaborando vino con lagares medievales excavados en la roca, que fueron picados por los monjes hospitalarios en en el siglo XII.
El resultado es un vino de alta calidad que conecta con el pasado y dota a la bebida de unos matices ”únicos y diferentes” con un fuerte componente de cultura e historia, en palabras del responsable de la bodega, Raül Bobet.
Fueron los monjes de la Orden de San Juan los que cultivaron las tierras del castillo de Encús desde el siglo XII hasta bien entrado el siglo XVIII y se encargaron de picar la roca que recuperó como lugar de bodega Raül Bobet, que quiso recuperar la tradición de los primeros viticultores de la Conca de Tremp hace novecientos años.
La fermentación del vino en los lagares medievales es más lenta al ser un proceso natural y manual
Terminada la vendimia estas almazaras se llenan de la uva con pieles y se dejan fermentar, y la roca asegura unas levaduras naturales aportando calidad al producto, con una fermentación más lenta al ser un proceso natural y manual que se controla poco y que no deja que se realicen controles de temperatura.
Todos los vinos que elabora la bodega no se fermentan en los lagares, sino que solo una parte de la producción se lleva lugar ahí porque el vino está fermentado en otros materiales: tinas de madera y de acero inoxidable y lagares de piedra naturales.
Los nueve lagares de piedra se encuentran al aire libre y en condiciones salvajes, lo que son actualmente un testimonio vivo de este legado histórico y cultural, siendo seis de ellos los que están en activo en la bodega.
