La botadura de una nao del siglo XVI permite recuperar la memoria de los balleneros vascos
En Pasaia
La embarcación pondrá rumbo a Canadá en verano, tras haber sido reconstruida durante los últimos 12 años en el museo-astillero Albaola
Imagen de la réplica de la nao San Juan, poco antes de ser botada.
El naufragio de un ballenero en 1565 en las costas de Canadá, una portada de National Geographic en 1985 y la pasión de un carpintero guipuzcoano por la mar han permitido trazar los puntos de una historia apasionante. De ahí nació el proyecto del museo-astillero Albaola, motor de la recuperación de la historia de la navegación vasca y, en particular, de la memoria de los balleneros. La botadura de la nao San Juan este viernes en Pasaia ha cerrado el círculo, tendiendo un puente entre ambas orillas del Atlántico cinco siglos después.
La botadura ha sido celebrada como un acontecimiento por una parte de la sociedad vasca. La televisión pública vasca, ETB, la ha retransmitido en directo, y el acto ha estado presidido por el lehendakari, Imanol Pradales. A ambas orillas de la bahía de Pasaia, en San Pedro y en Donibane, en San Juan, se ha congregado una multitud de varios miles de personas. El fenómeno, puede sorprender desde la distancia: ¿Cómo es posible que la botadura de una réplica de un barco hundido hace cinco siglos haya despertado tal expectación?
Imagen de la nao San Juan, durante la botadura
La historiadora Selma Huxley fue clave para recuperar la historia de los balleneros
La respuesta está en Albaola, en su labor a lo largo de los últimos 15 años. La reconstrucción de la nao San Juan ha sido el vehículo que ha servido para rescatar una historia olvidada. Una historia de balleneros y corsarios, de “navegantes promiscuos” -como ha señalado el escritor Ander Izagirre-, de enormes hazañas y, también, grandes despropósitos. Una historia sorprendente que ha contribuido a desterrar el mito de los vascos como un pueblo aislado y que ha calado en la sociedad vasca.
En realidad, esta otra historia del País Vasco se comenzó a reescribir gracias a la historiadora inglesa de origen canadiense, Selma Huxley-Barkham. A mediados del siglo pasado, después de visitar el País Vasco, se interesó por las expediciones vascas a Canadá en los siglos XVI y XVII. En los años 70, por encargo de los Archivos Públicos de Canadá, se estableció en Gipuzkoa para estudiar todo lo relativo a la presencia vasca en Terranova y la costa atlántica canadiense. Los resultados de sus investigaciones fueron asombrosos. Más allá de la conocida presencia vasca en relación con la pesca del bacalao en la costa de Canadá, descubrió cientos de documentos que evidenciaban el desarrollo en las costas canadienses de toda una industria ligada a la pesca de la ballena por parte de los vascos.
En el contexto de aquellas investigaciones, en 1974 avisó al arqueólogo canadiense Robert Grenier del posible hundimiento de una nao vasca en torno a 1565. Ambos visitaron la zona un año después, y comenzaron las excavaciones en la isla Saddle. Aquel otoño, a unos diez metros de profundidad, apareció el pecio que sería identificado como la nao San Juan, el ballenero hundido allí 400 años atrás. En 1979 se identificaron la proa, la popa y ambos costados del barco. Las campañas se alargaron hasta 1985, y aquel año la revista National Geographic llevó el tema a su portada del mes de julio: “16th century Basque Whaling in America”, rezaba el titular.
Imagen de la botadura de la nao San Juan, momentos antes del traslado al mar de la embarcación.
Un ejemplar de aquella revista llegó a manos de Xabier Agote, y la idea de reconstruir una réplica de aquella embarcación comenzó a rondar su cabeza. “Siempre me había llamado la atención lo olvidada que estaba esta parte de nuestra historia. Es un relato épico, con pasajes difíciles de creer. La caza de la ballena, por ejemplo, se ha dado en otros momentos históricos, en la costa vasca y en otros lugares, pero la caza con carácter industrial y durante siglos es algo específico de los vascos y que después se extendió”, ha explicado a La Vanguardia el presidente y fundador de Albaola.
La caza de los cetáceos moldeó los puertos de la costa vasca y fue el motor de su economía. La industria ballenera era posible gracias a la existencia de una cadena de producción organizada en torno a los valles y los acantilados del País Vasco: una industria alrededor de la madera de los robles, las minas de hierro, las ferrerías, los astilleros… El objetivo principal era comerciar con la grasa de la ballena, cuyo aceite era muy codiciado para diferentes usos, entre ellos el alumbrado. Aunque las ballenas estaban en los escudos de muchísimas localidades vascas, tuvo que llegar una historiadora canadiense para redescubrir a los vascos la historia que tenían ante sus ojos.
Imagen de la escuela de carpintería de Albaola.
La industria ballenera ayudó a perfeccionar los conocimientos de los vascos sobre navegación y construcción de embarcaciones. Y el litoral vasco se convirtió, a partir del siglo XV, en un hervidero de astilleros. Allí se fabricaban los barcos para las empresas balleneras o bacaladeras que ponían rumbo a Terranova, Noruega o Islandia. En paralelo, se comenzaron a fabricar las embarcaciones de las grandes expediciones de Carlos V o Felipe II. La primera vuelta al mundo de Juan Sebastián Elcano o la apertura de la ruta Filipinas-Acapulco, de la mano de Andrés de Urdaneta, beben de aquella cultura marítima.
”Gracias a este proyecto, en el que ha sido clave el apoyo del Gobierno de Canadá, hemos conocido 500 años después que los vascos éramos quienes teníamos la tecnología naval más avanzada”, ha señalado Agote en la botadura
Imagen de la nao San Juan, con Pasai Donibane de fondo
De las incursiones vascas en las costas del Atlántico norte surgieron elementos tan peculiares como el pidgin vasco-islandés, reflejado en un glosario de 745 palabras que aún se conserva, o el pidgin vasco-angonquino, lengua simplificada que mezclaba elementos del euskera con palabras de las lenguas habladas por las tribus nativas de Canadá.
Albaola ha sido uno de los principales motores que ha permitido recuperar toda esta historia marítima. Y lo ha hecho con la reconstrucción de la nao San Juan -también de otras embarcaciones- como principal reclamo.
La nao San Juan fue un ballenero de 28 metros de eslora, 7,5 metros de manga y 6 de puntal. Podía cargar varias toneladas y, de hecho, debía transportar grandes cantidades de aceite en toneles. La nao, además, estaba diseñada para transportar cinco txalupas balleneras. La tripulación rondaba las 60 personas.
Una multitud ha asistido a la botadura de la nao San Juan
La embarcación botada este viernes es una reproducción “científica” de la misma, construida siguiendo los procesos de la carpintería de ribera y reproduciendo métodos artesanales de hace cinco siglos.
La botadura se ha realizado con sidra, la bebida de los balleneros, y una vez en la mar, la embarcación ha sido trasladada por un remolcador hasta un emplazamiento técnico. Allí, durante el invierno será equipada con la arboladura (mástiles y velas), el ancla y la motonería, entre otros efectos.
El próximo verano, finalmente, la nao San Juan surcará el océano Atlántico, rememorando las travesías de los antiguos balleneros vascos. Xabier Agote lo ha sintetizado así: “Hemos partido de la nada para recuperar un universo extraordinario”.
Horizonte 2027
La nao San Juan se transformará en un barco-museo antes de partir hacia Canadá
El museo-astillero de Albaola Itsas Kultur Faktoria ha impulsado su labor de recuperación de la memoria marítima del País Vasco a través de un amplio abanico de iniciativa: escuelas de carpintería y navegación, publicación de libros y audiovisuales, la celebración de un Festival Marítimo en Pasaia... La construcción de la nao San Juan y de otras embarcaciones ha sido, no obstante, su proyecto más importante, el reclamo que ha permitido sacar adelante todo el proyecto. Ahora, al tiempo que se montan los mástiles, velas, anclas y aparejos, la San Juan se abrirá al público como espacio visitable durante su fase final. En verano, alrededor de 40 personas partirán rumbo a Canadá.