En 1910, una joven llamada Inés Rosales comenzó un negocio de venta de tortas de aceite artesanas, que elaboraba a mano, una a una. Hoy, 115 años después, la empresa que lleva el nombre de aquella joven factura 19 millones al año y vende a 35 países, pero sigue haciendo las tortas igual: a mano, y una a una.

Inés Rosales
El sueño de aquella mujer comenzó en la localidad sevillana de Castilleja de la Cuesta, y hoy día sigue a 30 kilómetros, en Huévar del Aljarafe, donde el empresario chiclanero Juan Moreno levantó la actual fábrica en 1991, seis años después de adquirir la empresa para reflotarla.
Ana Moreno es la directora de Comunicación, Relaciones Institucionales y Sostenibilidad de la empresa, que mantiene su trabajo directivo como el de una empresa familiar, a pesar de los números que maneja. Afirma que su único secreto es “respetar los ingredientes, la artesanía y el proceso, que hace que cada torta sea única”.
Ana Moreno y su equipo, aunque gestionan una empresa, se toman el día a día como un continuo homenaje a la creadora de la marca. Inés Rosales falleció prematuramente en 1934, a la edad de 42 años. Aquella joven había logrado un éxito impensable para una mujer empresaria en los albores del siglo XX, y tras su muerte inesperada se hizo cargo de la empresa un familiar conocido como ‘el Tito’, el encargado de tomar las riendas de la empresa y afrontar una de sus épocas más duras, hasta que lo relevó el hijo de Inés.
Inés Rosales cerró 2024 dando empleo a 145 personas, un 4 % más respecto al año anterior, y comercializa sus productos en más de 35 países, con España como el principal país en el que vende, con una cuota de mercado del 80 %.
En este 2025 espera aumentar el volumen de exportaciones, después de vender un total de 11 millones de unidades de Tortas de Aceite y 450.000 kilos de otras variedades de sus productos, y todo “siempre como una empresa familiar”, apostilla Ana Moreno.