Complicado no, imposible. Demasiado pronto y con la herida en carne, sangrando y supurando. Ya más de un mes de la debacle valenciana y no podemos pasar página… igual porque no debemos pasarla, al menos aún. Y tampoco porque no nos dejan nuestros responsables públicos, algunos de ellos, que coleccionan torpezas y miopías a manos llenas. Y no de lodo, sino de inaptitud.
Asistimos a la pestilencia del resentimiento. Porque a quién le correspondía no estaba donde debía estar. Y en ese justo momento se perdió para siempre la credibilidad como responsable político. Ya no queda oportunidad alguna para todos ellos, más aún cuando ante tan extraordinaria tragedia se replica con tan estulta incapacidad.

Los Arrozales del Parque Natural de la Albufera, en Valencia, han desaparecido o se han visto altamente dañados por la consecuencia de la riada provocada durante la DANA
Aggiornamento, renacimiento, refundación… en todo ello debemos poner ahora la proa. Como punto de inflexión impertérrito para toda la Comunitat Valenciana ante la catástrofe de octubre de 2024. Y lo repito, no hace aguas el estado compuesto, hacen aguas los gestores indolentes, provocando la peor riada de consecuencias fatales. Y que dejen de actuar como espectadores de una tragedia en tres actos. Y cuatro olas.
La primera, desgarradora y destructiva ola de agua y barro que golpeó a nuestra vida y nuestra gente. Y evidenció el segundo golpe, la ola de la irresponsabilidad, la de todos aquellos que no tomaron decisión alguna por no estar o tener pavor de hacerlo. Y ante la cruda indignación sobrevenida nos arropó la tercera ola, la tremenda solidaridad que cruzó puentes y recompuso lazos. Una riada humana incontestable y admirable de por vida.
No hace aguas el estado compuesto, hacen aguas los gestores indolentes, provocando la peor riada de consecuencias fatales"
Pero también padecemos el último empuje, la cuarta peligrosa oleada de dura desconfianza en las instituciones, inescrutable en cuanto a la medición de su alcance y efecto. Las administraciones deben garantizar la protección de sus ciudadanos y deben no sólo responder a la catástrofe sufrida, sino que deben anticiparse a ella. Si las instituciones nos han fallado y ha sido el empuje de la sociedad civil la que se ha organizado y ha respondido con celeridad ante la mayor devastación natural en nuestra tierra en el último siglo, pues tenemos un problema. Un peligroso problemón.
Que si tuviéramos opciones políticas de estricta obediencia valenciana, que si la derecha extrema va a recoger todo el descontento, que si los partidos tradicionales han primado el tacticismo antes que la responsabilidad… La retórica de la resiliencia, que diría aquel. De todo ello ya habrá tiempo de razonar, por desgracia este lodo nos va a acompañar a todos los valencianos durante años. Por ello y ante lo venidero, me quedo una vez más con mi Winston Churchill: el coraje es lo que se necesita para pararse y hablar, también es lo que se necesita para sentarse y escuchar. A quién corresponda.