Ayer se inició el peligroso y sinuoso camino de la falsa consulta por la libertad lingüística escolar parapetada y maquillada por el actual Consell de la Generalitat. Hasta el próximo 4 de marzo medio millón de familias valencianas se verán requeridas ante una deriva arriesgada (que está generando tensión entre las familias) y una propuesta tramposa. Por todo ello me quedo con una viva pancarta que vi colgada en mis calles del cap i casal: esta casa diu sí al valencià.

Imagen de la concentración en defensa del valenciano celebrada esta tarde en València.
Si para el President Mazón defender y promover la lengua propia, potenciarla en el sistema escolar, significa “una instrumentalización ideológica”, no se está valorando la riqueza de nuestra cultura propia, de esa riqueza que se añade a la del castellano. Y por ende ni a los ciudadanos que la amamos, que somos multitud. Algo falla cuando la enseñanza en una lengua minoritaria y minorizada pasa a depender de mayorías. En esa contradicción tiene todas las de perder, porque en el tratamiento aparentemente igualitario lo cruel es que arrase el más fuerte. Y aquí la diferencia de recursos y poder es abismal. Y de manera inmisericorde.
Una patria uniforme y una historia común no paran de martillerar… no hay manera de decir propio en esta tierra sin molestar, ni lengua propia ni gentilicio propio. Descastados, un concepto repleto de complejos, eso es lo que somos los valencianos. Nación impura, como dijeron mis viejos profesores Eduard Mira y Damià Mollà. Patriotismo es dignidad… para las raíces en las que nací, para la lengua con la que crecí, para la identidad con la que vivo.
Los críticos a la consulta, todo el sector asociativo y de la enseñanza significativo y real, exprime sus argumentos reiterando que la consulta afecta a las competencias estatutarias y poniendo el acento en que ésta no es comparable a otras que se han realizado sobre jornada escolar, ya que respondían a criterios de conciliación y aspectos organizativos escolares, mientras ésta versa sobre una cuestión pedagógica y de derechos lingüísticos.
A las críticas anteriores se sumaba la Universitat de València, mostrando su rechazo frontal por considerar que transmite la idea de que las lenguas son instrumentos de diferenciación, división y segregación. Y eso es lo verdaderamente sangrante, como una vez más se utiliza el eslabón más débil y complejo de nuestra débil identidad y conciencia propia como Pueblo Valenciano para generar ruptura, polémica y confrontación… siempre al servicio de los espurios intereses antivalencianos que cercenan nuestro anhelo de construir una sociedad valenciana orgullosa y ambiciosa por su historia y para su futuro.
Bien es cierto que el anterior Consell del Botànic no estuvo nada acertado en el tránsito de su dirección general de política lingüística amparada por la Conselleria d’Educació ostentada por Compromís. Más de dos veces desde la Acadèmia Valenciana de la Llengua o de los sindicatos y plataformas de la enseñanza valenciana les afeó decisiones y medidas, cosa que ahora parece que pagamos. Pero nada comparable a un actual conseller Rovira que ejerce de alicantino mal entendido dinamitando frontalmente pactos y consensos entre los cinco millones de ciudadanos de la Comunitat Valenciana en beneficio de no se qué alicantonismo irredento y miope.
De los voxeros nada queremos ni esperamos, ya que el gatillo de la fumigación valenciana lo tienen en marcha, pero de los populares valencianos, intento negarme a poderlo creer, pero me cuesta…"
Toda esta mala senda nace de la ley aprobada por PPCV y Vox en Les Corts Valencianes, y en qué mala hora. De los voxeros nada queremos ni esperamos, ya que el gatillo de la fumigación valenciana lo tienen en marcha, pero de los populares valencianos, intento negarme a poderlo creer, pero me cuesta… al menos sí que hay quien ha señalado su apuesta por el valenciano, como la responsable de la Federació Valenciana de Municipis i Províncies Paqui Bartual o el presidente de la Diputació de València Vicent Mompó, ambos de lengua materna valenciana. Els fills de la morta viva, como ya nos sentenció Constantí Llombart.