Los escaloncitos de Camps

La frase fue pronunciada por Francisco Camps hace cerca de 16 años: «Quedan uno o dos escaloncitos y entonces toda esta cuestión tan extraña, tan absurda y tan estrafalaria habrá pasado». Corría el verano de 2009 y su futuro político se veía enturbiado por el tsunami de gomina barata, trajes a medida y contratos suculentos que trajo consigo la trama Gürtel.

GRAFCVA854. VALENCIA, 29/05/2024.- El expresident de la Generalitat, Francisco Camps, durante la rueda de prensa ofrecida este miércoles después de que la Audiencia Nacional le haya absuelto por el último fleco del caso Gürtel que tenía abierto, al considerar que

El expresident Francisco Camps 

Ana Escobar / EFE

Hubo un Camps preGürtel y un Camps postGürtel. El primero embelesó a los valencianos con un discurso grandilocuente, haciéndoles ver que residían en el kilómetro 0 del planeta, mientras mantenía una guerra poco o nada soterrada con los zaplanistas, devotos de su antecesor en el cargo. El segundo Camps, desconfiado y timorato, fue languideciendo hasta que el ministro que se había batido en la defensa del islote de Perejil fue destinado a su domicilio con una misión más heroica si cabe: la de hacerlo dimitir. Así que, justo dos años después de haber afirmado que lo suyo eran «uno o dos escaloncitos», el president ofreció su «sacrificio». Lo hizo, envuelto de una aura de mártir, para no comprometer la victoria de Mariano Rajoy. La derecha española no podía permitirse otra legislatura en la oposición.

Liberado de la soga de Gürtel y más causas, exonerado de cualquier delito por la vía judicial, hace tiempo que Camps llama a la puerta de su partido sin que nadie le abra. Toc, toc; toc, toc. Hace dos años y medio manifestó su voluntad de reincorporarse a la «primera línea política», deslizando que sería un gran candidato a la alcaldía de València y que reunificaría el voto de la derecha. Toc, toc; toc, toc. Ha dicho que hubiese sido un gran vicepresidente para la reconstrucción, el lugar que ocupa el militar Gan Pampols. Toc, toc; toc, toc. De momento, sin embargo, ni Alberto Núñez Feijóo ni Carlos Mazón le han resarcido de la renuncia que hizo en la flor de su vida política, cuando apenas contaba con 48 años.

Aunque sus visitas a pueblos y ciudades desprendan un aroma de fiesta remember, con poco runner y una media de edad superior a la de una corrida de toros, está marcando músculo”

Hoy tiene 62 y se siente empoderado. Aunque sus visitas a pueblos y ciudades desprendan un aroma de fiesta remember, con poco runner y una media de edad superior a la de una corrida de toros, está marcando músculo. En un PPCV depresivo, golpeado por la dana, con un president aún más huidizo que el propio Camps tras el estallido del caso Gürtel, el acto de este sábado en el edificio Veles e Vents, ante 1.500 personas, no es ninguna broma.

No lo es por la capacidad de concurrencia y por otros motivos. Porque ahí renacen las cenizas de la guerra fratricida de dos décadas atrás. Porque así como Camps representaba un obstáculo para Rajoy, Mazón lo es ahora para Feijóo. Porque si a Camps se le atribuía, al menos, una culpa in vigilando, Mazón, en el fatídico 29 de octubre, ni siquiera estuvo vigilando. Y, sobre todo, porque hay un congreso regional a la vista. Un cónclave más morboso que el de la elección del nuevo Papa.

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