El PP de Carlos Mazón ha pasado de tocar el cielo con las yemas de los dedos a hundirse políticamente y bracear por su supervivencia política con el único salvavidas de Vox, al que se aferra el presidente valenciano para aprobar hoy unos presupuestos con los que espera alargar (no se sabe por cuánto tiempo) la legislatura. En apenas siete meses, el PP de la Comunidad Valenciana ha pasado de soñar con mayorías absolutas, como apuntaban algunas encuestas del pasado mes de octubre, a no saber si su presidente podrá cumplir con su mandato de cuatro años. La dana del 29-O ha hecho saltar por los aires el tablero político valenciano y ha roto una legislatura que hoy llega a su ecuador.
El pasado 28 de mayo de 2023, Mazón logró volver a convertir al PP en la fuerza más votada de la Comunidad Valenciana. Tras perder las cinco convocatorias anteriores (los populares no ganaban desde las generales de 2016) y tras haber tocado fondo en 2019 (poco más de medio millón de votos, su peor resultado desde 1989), la marca de la gaviota dio un vuelco a las encuestas. La mayoría pronosticaban la continuidad de la izquierda y del Botànic, pero el PP se impuso con 881.000 votos y 40 diputados y cerró una etapa de ocho años de gobiernos progresistas. La ola contra Pedro Sánchez y la poco estratégica irrupción de Sumar pasó factura a las izquierdas que no supieron ver hasta última hora el tsunami que se les venía encima. Los populares, de la mano de una apuesta personal del defenestrado Pablo Casado, lograron la Generalitat Valenciana, las tres diputaciones y las principales ciudades de la Comunidad.
Elecciones del 28-M
En 2019, el PP tocó fondo con su peor resultado desde 1989; en 2023, con Mazón volvió a ser la fuerza más votada
“Demostramos que se podía volver a llenar plazas de toros y que podíamos ganar las elecciones autonómicas y acabar con el régimen que ha habido durante 8 años” y “pasamos de 19 diputados en las Corts a 40”, se reivindicaba hace unos días el propio presidente consciente que desde ese mayo de 2023 su situación ha dado un giro de 180 grados.
Para afianzar su liderazgo, el mandatario popular -crecido entonces por el hito lectoral logrado- fue el primer en plasmar en un papel un pacto de gobierno con Vox. Un acuerdo exprés que generó no pocas tiranteces con Génova -hay que recordar que Mazón no era un hombre de Feijóo- y que muchos lo consideran como el revulsivo que permitió a Pedro Sánchez mantenerse en el poder en las elecciones generales de julio de ese mismo año.
Principio de legislatura
El pacto con Vox evidenció un cambio de paradigma y dio protagonismo a la agenda ultra
Las cesiones a Vox en cuestiones simbólicas como cambios de nomenclatura -violencia intrafamiliar en lugar de violencia de género-, la apuesta por derogar iniciativas en favor de la memoria histórica o la idea de plantear medidas contra la inmigración ilegal resonaron en toda España y evidenciaron un importante cambio de paradigma y el protagonismo de la agenda ultra en el escenario político valenciano.
Durante su primer año, PP y Vox gobernaron sin grandes sobresaltos (salvo alguna salida de tono del entonces vicepresidente Vicente Barrera por ayudas del Consell a potenciar el turismo LGTBI). Incluso dio la sensación que eran los populares los que se comían al socio pequeño y avanzaban electoralmente.
Antes de la dirección nacional de Vox decidiera romper todos los pactos autonómicos con el PP, para decepción de los ultras valencianos, ambos partidos lograron sacar adelante su “agenda reformista” con leyes tan simbólicas como la ley de Concordia que derogaba la de memoria histórica y que ha sido recurrido al Constitucional o la de libertad educativa que ha permitido cambiar el modelo lingüístico de las aulas favoreciendo la vuelta del castellano a la enseñanza. También se aprobó la normativa que ha permitido a la nueva mayoría conservadora hacerse con el control de À Punt o la Agencia Antifraude.
La salida de Vox parecía dejar el camino libre al PP de Mazón para, con dos años y medios por delante, empezar a trabajar con la meta de acercarse a la mayoría absoluta en 2027. Sin embargo, el 29-O la dana y la cuestionada gestión de la Generalitat y de su presidente embarró todos los planes y rompió la legislatura.

Una de las primeras protestas contra el presidente de la Generalitat Valenciana.
Desde entonces el cuestionamiento social y político de Mazón (también de los suyos) no se ha parado. Este jueves se espera una nueva y multitudinaria manifestación para pedir su renuncia. El presidente valenciano ha ligado su futuro a la reconstrucción que avanza, aunque de forma lenta y con pocas sinergias entre las administraciones, y no está claro si podrá sobrevivir al congreso que el PP nacional ha convocado para principios de julio. La Vanguardia explicaba hace unos días que la dirección del partido estaría valorando acelerar un relevo en Valencia antes del congreso del partido en julio o, en su defecto, después del verano. No será fácil pues la decisión de dimitir del cargo todavía recae en Mazón y desde su entorno apuntan que no hay voluntad de ceder el liderazgo.
Nuevo escenario
Las exigencias de Vox al PP son ahora mayores que cuando ambos partidos gobernaban en coalición la Generalitat
Y mientras tanto Mazón sigue intentando sobrevivir. Lo hace con un Vox que le aprieta más que cuando compartían gobierno y que ha aprovechado los presupuestos de la Generalitat que hoy se aprobarán en el Parlamento valenciano para imponer definitivamente su agenda con duros recortes a la promoción del valenciano, a los agentes sociales, a la cooperación internacional y medidas para luchar contra la okupación o la vuelta de los menores migrantes a sus países de origen. Los ultras son conscientes de la debilidad de Mazón que se agarra a ellos para sobrevivir.