Compromís ha reabierto el siempre arriesgado y polémico asunto de la “caja fija”, que es el uso de recursos públicos para el pago de facturas recurrentes menores como comidas y cenas, viajes e incluso compras para uso personal. Se trata de un tema antiguo, que ha emergido en varias ocasiones durante décadas con momentos de enorme tensión, como cuando se descubrió el desproporcionado gasto que algunos consellers de Francisco Camps realizaban en los famosos años del boom del ladrillo, aquellos en los que València se creía el centro del mundo a partir de los grandes eventos. Se recurría a la “caja fija” sin complejos, con comidas que, si no recuerdo mal, supusieron costes de hasta 5.000 euros (en este caso de una famosa alcaldesa). Aquella alegría desapareció con el estallido de la burbuja inmobiliaria y la posterior crisis. Alberto Fabra, hay que reconocérselo, puso orden con las “facturitas”, como se decía, y limitó drásticamente el uso del dinero público para ágapes y similares. Eran tiempos de dura austeridad.

Mesa de restaurante
Decimos que Compromís ha arriesgado en poner sobre la mesa esta cuestión porque, aunque el Botànic se mostró muy estricto para el uso de la “caja única”, hubo algunos cargos públicos que, digamos, no se frenaron a la hora de pasar facturas personales a la administración. La coalición ha querido denunciar la larga lista de notas de comidas y cenas del conseller de Educación y Cultura, José Antonio Rovira, de más de 12.000 euros, alguna en domingo por la noche, que, obviamente, alimenta la polémica de qué uso se debe dar a este recurso, cuáles deben ser los límites, cuándo está justificado pasar los gastos a la Generalitat y, finalmente, cómo debe ser el ejercicio de transparencia que es, sin duda, el mejor mecanismo para evitar que algunos o algunas no abusen del uso de la “caja única”. Como respuesta, el PP ha recordado que Vicent Marzà, exconseller de Educación y Cultura, se gastó 3.000 euros para viajar con el Villarreal para la final de una competición europea o que la exconsellera y diputada Isaura Navarro cargó a la “caja única” en un mismo día comida, merienda y cena.
Con todo lo que se ha conocido en torno a la “caja única” de la administración valenciana en momentos señalados, debería existir una regulación clara para el uso de este recurso de los altos cargos de cualquier ejecutivo autonómico, sea cual sea el partido que esté en el poder. Con el objetivo de evitar, de un lado, cómo los hay que hacen un uso indigno del dinero público y, del otro, trasladar a la población que gastar dinero de todos los valencianos solo debe hacerse cuando esté justificado, desde el sentido común. Ni era lógico que el Botànic impusiera condiciones tan restrictivas a sus consellers (aunque alguno se las saltara) ni puede aceptarse la “barra libre” ahora para acudir a restaurantes con menús de 50 euros, o más, para una comida o cena con su propio equipo cuando la mayoría de los valencianos no pueden permitirse un gasto similar. Existe un punto de virtud alcanzable que, por ejemplo, aplican miles de empresas, y que se sostiene desde el concepto de “gasto justificado”. Es decir, el dinero de la “caja única” debería usarse para todo aquello que sea en beneficio de la administración valenciana pensando siempre en que repercute positivamente en los ciudadanos, desde invitar a otros mandatarios o actores de la política cuya relación beneficie a la administración. Al igual que no puede equipararse el uso que el president haga de esa “caja fija” al de otros consellers o altos cargos, no tienen la misma responsabilidad institucional y ejecutiva.
En lugar de alentar la confrontación con las facturas, que llega de manera nítida a la opinión pública sumando otro malestar, parece razonable establecer unas normas y un pacto sobre el uso coherente de la “caja única”
Por eso, lo primero que debería hacerse es evitar el debate demagógico y usar la “caja única” como un símil de “caja de pandora” en la que unos y otros se lancen a la cabeza los gastos poco razonables realizados por miembros de un partido, sea Compromís o el PP. Es significativo, al respecto, el silencio del PSPV, seguramente porque sabe, como sabemos muchos periodistas, que los ha habido, de todos los colores, que mejor deberían estar callados en este asunto. En lugar de alentar la confrontación con las facturas, que llega de manera nítida a la opinión pública sumando otro malestar, parece razonable establecer unas normas y un pacto sobre el uso coherente de la “caja única”. Gastarse en una comida 300, 500 o 600 euros solo puede justificarse si el objetivo es establecer una relación que, al final, sea positiva para los valencianos. Lo otro es, simplemente, derrochar dinero público.