Hay ensayos que se leen como tesis, otros que se recitan como manifiestos. Pero Bedroom Safari. Una antropología de la vida cotidiana (La Caja Books, 2025), del escritor Alejandro Pérez-Paredes —finalista del primer Premio La Caja Books de No Ficción—, se despliega como un poema clínico, como una cartografía íntima de lo que hemos olvidado mirar. No hay aquí voluntad de sistematizar la experiencia, sino de elevarla. Porque en estas páginas se encuentra la más bella de las revueltas: la que devuelve hondura a lo minúsculo. El ensayo no nos enseña a pensar desde fuera del mundo, sino desde su contacto. Lo banal se convierte en altar, lo doméstico en metáfora y lo cotidiano en código político.
Portada del libro Bedroom safari
En un gesto revelador, el autor nos invita a imaginar el acto —casi inconsciente— de apagar una colilla contra el asfalto. Una suela la aplasta como quien borra un signo. ¡Sería impensable hacerlo sobre el parquet de un salón! Como fumadora, desde que leí esa imagen —tan breve como incisiva— no he vuelto a dejar una colilla al azar: la guardo con cariño hasta encontrar la papelera más cercana. No se trata de moralina, sino de una constatación: el mundo, la Tierra, ese espacio que habitamos con distracción, no nos pertenece; nos excede y forma parte de nosotros “de la misma forma que los habitantes de la casa son a la vez una de las muchas posibilidades del tapiz genético que es la vida en el planeta”. Pérez-Paredes nos recuerda con la delicadeza del antropólogo y la precisión del poeta que habitamos un planeta como si fuera un decorado, y que nuestra forma de vivir habla de una amnesia compartida.
Estructurado en cinco bloques —Intimidad, piel, palabra; Aroma, banquete, alimento; Sonido, música, silencio; Casa, mobiliario, jardín; Mudanzas— el ensayo no pretende ser leído en orden. Cada capítulo es un pasaje autónomo, una estancia por la que uno puede perderse según lo que busque entender o, mejor aún, lo que no sepa que ya sabía. El autor desmenuza lo que hemos aprendido a ignorar: el roce de una tela sobre la piel, la reverberación sorda de los electrodomésticos, el olor a suavizante, la no-modulación lumínica de un flexo, la eucaristía de los calcetines. Hasta el pantalón del pijama, afirma: hace rizoma. No hay ironía. Hay lucidez.
Lo político, en este libro, no se manifiesta desde el panfleto, sino desde el cuerpo. En uno de los pasajes más agudos, el autor observa cómo el contacto perpetuo entre piel y tejido convierte a la ropa en una extensión técnico-sensorial. No solo nos cubre: interviene, condiciona, participa de nuestras decisiones motoras, morales, simbólicas. La vestimenta no es anécdota, es agencia. Aquí no se juega a la apropiación ni al desdén teórico: se parte de una conciencia radical de que todo lo que nos rodea —objetos, ruidos, olores, ritmos— nos modifica, “nuestras rutinas toman su forma en el orden mobiliario de la casa”. El texto avanza con una inteligencia porosa, capaz de citar a Barthes, Proust, Baudrillard, Deleuze, Benjamin, Averroes, Nietzsche o Guattari sin solemnidad, como si esas voces estuvieran en la habitación de al lado. Las referencias no interrumpen el fluir del ensayo, lo habitan. El lector doblará esquinas de páginas y subrayará una infinidad de frases. Algunas imágenes son inolvidables: la reflexión acerca de la televisión de las viudas y jubilados, por ejemplo, convocando sin saberlo la presencia de Vesta, al ocupar hoy el lugar simbólico de la antigua chimenea. O el tintineo de los halógenos de la cocina de una abuela, que se distancia menos del sonido de los exvotos que de cualquier canon académico. Todo en Bedroom Safari late con una potencia arqueológica.
Pérez-Paredes revisa con precisión etimológica los términos que dan sentido a este rastreo: madre, fantasía, palabras que comparten más relación con la fisonomía de nuestra boca que con sus derivas culturales. La boca como origen y frontera, como órgano simbólico que traza los límites entre lo propio y lo ajeno. No se trata aquí de una simple filología poética, sino de una excavación emocional del lenguaje que habitamos y que nos habita.
Hay capítulos especialmente memorables: el dedicado al concierto doméstico —donde la música se entiende no como disciplina, sino como condición de lo viviente— y el que aborda la iluminación, con una mirada que transforma cualquier lámpara de escritorio en un artefacto metafísico. La casa, como señala implícitamente el ensayo, no es “el lugar donde estamos con alguien”, como rezamos de manera manida; es el espacio vibrante, multisensorial, donde todo —hasta la sombra— nos devuelve una versión de nosotros mismos. Y aquí introduzco, como lectora, mi propia disonancia: “Home is wherever I’m with you”, cantaba Edward Sharpe and the Magnetic Zeros, pero Bedroom Safari desmonta esa premisa con elegancia. La casa no depende de con quién, sino de cómo. Es un sistema de signos afectivos, materiales, sonoros, visuales, olfativos. No se trata de la compañía, sino del vínculo con lo que nos envuelve.
Confieso que al tener el libro por primera vez entre mis manos, me dejé llevar por la curiosidad. Abrí directamente el capítulo dedicado a la mudanza. Por entonces, quince cajas enormes acababan de llegar a mi nuevo piso en Valencia. Al abrir la primera, brotó un olor denso, reconocible: el de mi ex-casa en Madrid. Mi gata lo reconoció también. Se frotó contra las esquinas, recorría con la nariz lo que también había sido suyo. Cerré el libro. No porque no me interesara, sino porque Bedroom Safari invita a leerlo con cierta calma. Es un ensayo que remueve. Porque lo dice claro: lo que parece insignificante —una caja, un ruido, una brizna de olor— puede convertirse en una puerta inesperada a lo que creíamos guardado bajo llave. Pérez-Paredes se acerca así al mundo con el rigor de un observador clínico, pero sin perder nunca el temblor del tacto. Cada pelusa, cada crujido, cada destello encuentra su lugar en una trama que no busca imponer sentido, sino despertarlo. Y lo hace sin recurrir a metáforas místicas ni a espiritualismos de manual. No hay espejos, ni osmosis, ni mantras de autoayuda. Solo una afirmación serena, rotunda, profundamente ética: somos saprófagos sentimentales. Nos alimentamos del residuo emocional de las cosas. Y ese residuo —lejos de ensuciar— es lo que nos permite habitar, recordar, cuidar.
Bedroom Safari es una delicia rigurosa. No se limita a observar lo cotidiano, sino que nos entrena a habitarlo con otra disposición”
Bedroom Safari es una delicia rigurosa. No se limita a observar lo cotidiano, sino que nos entrena a habitarlo con otra disposición. Como ese gesto íntimo y casi instintivo de colgarse un llamador de ángeles durante el embarazo a la altura del ombligo, que más tarde se traslada a la cuna: un objeto mínimo que acompaña, que da presencia sin exigir atención. Así funciona este ensayo: discreto, constante, afinado con el pulso de lo real. No porque el mundo sea nuestro, sino porque aprender a estar en él —con cuidado, con escucha— sí lo es.
Ficha del libro
Reseña Bedroom Safari. Una antropología de la vida cotidiana (La Caja Books, 2025), Alejandro Pérez-Paredes