Niños, dana y colegio

Si tú me has entendido

Ya voy tarde, que me diría alguno. Pero es que aunque los colegios empezaron ayer en la Comunidad Valenciana, para algunos las clases no empiezan hasta el jueves porque en sus centros educativos, que ahora son barracones, aún están trabajando en la puesta a punto. Son unos 600 alumnos y alumnas los que empiezan a contrapié, como quien dice, de los más de 3.000 que recibirán clase este curso en las aulas prefabricadas que se han montado, tan rápido como se ha podido, en sus municipios inundados en octubre. En Massanassa ayer no pudieron arrancar y hubo protestas. Yo solo pienso en esos accesos el día que al cielo le de por llover mucho. Veremos.

Y es que hay algo intangible, difícil de concretar, que a las administraciones se les escapa. En sus declaraciones, en sus comparecencias, olvidan – ¿o lo hacen conscientemente? - el sentimiento de los ciudadanos, ese que se palpa en comentarios  escritos en muros de Facebook, en los vídeos compartidos en WhatsApp… ¿Y qué pasará cuando llueva? Ya lo experimentamos en la última dana, posterior a la más trágica, que el miedo se apoderó de muchos. Ahora hay un plan de emergencias en marcha, consejos reiterados de “seguir los canales oficiales”, insistencia en la prevención pero, ¿qué hace el que no puede evitar sufrir por lo pasado?

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Varias familias cruzan el barranco del Poyo camino al colegio durante este lunes en el que comienza el curso escolar 2025-2026 en la Comunitat Valenciana 

Manuel Bruque / EFE

En conseguir que el sufrimiento no caiga en el olvido trabajan las asociaciones de víctimas de la dana, que ayer se reunieron con el vicepresidente Francisco José Gan Pampols, quien les dio a conocer el plan de recuperación. Por mucho que les explique el teniente general, que me consta lo hace especialmente bien, si no le pone empatía, de nada servirá. Porque el agredido quiere justicia y reconocimiento, apoyo moral, respeto. En la dana y en cualquier suceso.

Sabe el conseller de Educación José Antonio Rovira y cualquiera de nosotros que las obras no se acaban en dos días. Que hay retrasos, incidencias, períodos vacacionales… pero son niños con quienes se juega. De su tranquilidad depende la de sus familias, que estarán haciendo malabares estos días para cuidarlos a la espera de volver. ¿Se podría haber buscado una alternativa? ¿Correr un poco más, tal vez?

Son niños con quienes se juega. De su tranquilidad depende la de sus familias, que estarán haciendo malabares estos días para cuidarlos a la espera de volver”

Me carga un poco, o un mucho, que sean los pequeños a quienes más se ningunee. Que les abran escuelas gratuitas para que sus padres los dejen con meses para que corran a trabajar, a ¡producir!; que luego les abran el colegio tarde, con todo lo pasado ya, porque hay “pequeños retrasos” o; haciendo memoria, que no se les permita pasear, al contrario que a los perros, como pasaba en la pandemia. Ojo que es esta generación ninguneada la que pagará nuestras pensiones, cuidará nuestra vejez y dirigirá nuestras futuras empresas. Si nos devuelve la misma empatía, ya podemos rezar al cielo que no llueva.

Vuelven con las matemáticas, la lectura o el dibujo, pero lo que de verdad importa es la humanidad. ¿Hay asignatura? 

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