Gan Pampols, ¿misión cumplida?

Diario de València

Gan Pampols, ¿misión cumplida?
Periodista

Francisco José Gan Pampols, teniente general retirado, abandonará el Consell el próximo 4 de noviembre, menos de un año después de su fichaje sorpresa por Carlos Mazón. Llegó al Palau con el aura de los hombres de misión, de quienes acuden a la llamada de lo extraordinario, como si la política necesitara un refuerzo externo capaz de transmitir seriedad y disciplina militar. Fue poco después de que la dana devastara buena parte del territorio valenciano, cuando Mazón quiso señalar con aquel nombramiento que la Generalitat estaba dispuesta a ponerse al frente de la recuperación. No era un político, y se encargó de repetirlo en más de una ocasión. Tal vez esa insistencia fue la primera pista de que su tránsito por el poder autonómico no iba a ser largo ni cómodo.

El vicepresidente segundo y conseller para la Recuperación Económica y Social, Francisco José Gan Pampols, presenta los objetivos de la nueva vicepresidencia segunda y conselleria para la recuperación económica y social, en la sede de la vicepresidencia segunda, a 2 de diciembre de 2024, en Valencia, Comunidad Valenciana (España).

El vicepresidente segundo y conseller para la Recuperación Económica y Social, Francisco José Gan Pampols. 

Eduardo Manzana / Europa Press

Su encargo era claro: elaborar un plan de reconstrucción, el bautizado como Plan Endavant  (que se elaboró sin el concurso del Gobierno), que devolviera esperanza y perspectiva a una sociedad golpeada por la furia de la naturaleza y por la fragilidad de las instituciones. Pero pronto se vio que Pampols navegaba en aguas que no le eran propias. Su figura, marcada por la sobriedad castrense y por una cierta ingenuidad frente a las lógicas partidistas, resultó demasiado extraña en la mesa de un Consell en posición de autodefensa ante la crítica por su gestión de la DANA que causó 229 muertos y por la movilización social contra Carlos Mazón. 

Pampols, natural de Girona, al poco de ser nombrado fue objeto de polémica cuando se conoció lo que se le había asignado como sueldo, muy superior al del president. Una vez en el cargo, quiso construir puentes con la Administración del Estado, algo que no suele cotizar en exceso en la política. Mantuvo contacto con José María Ángel, excomisionado del Gobierno, y reclamó con perseverancia la creación de una comisión mixta Generalitat–Estado. Su actitud conciliadora, orientada al entendimiento más que a la confrontación, desentonaba en una atmósfera dominada por la crispación. Quizá por ello fue señalado sin piedad por Vox en Les Corts, donde lo acusaron poco menos que de traidor, con la complacencia silenciosa de un PP que rara vez salió a defenderlo. El exmilitar no era de los suyos, y se le hizo notar.

Su figura, marcada por la sobriedad castrense y por una cierta ingenuidad frente a las lógicas partidistas, resultó demasiado extraña en la mesa de un Consell en posición de autodefensa”

El Plan Endavant acabó en manos de una consultora externa por dos millones de euros, decisión que desató críticas tanto por el coste como por la sensación de que la Generalitat había delegado la tarea. Pampols, con sinceridad poco común, dijo en varias entrevistas que no halló suficiente colaboración en la maquinaria administrativa para llevar a cabo sus objetivos, es decir, entre el funcionariado. Lo dijo sin amargura, pero con la claridad de quien no tiene nada que perder en un mundo que no es el suyo. 

Si algo cabe reconocerle, más allá de la eficacia discutible de su gestión en la elaboración del citado Plan, es su empatía con las víctimas. Se reunió con ellas, escuchó sus quejas, y les explicó pacientemente los objetivos de Endavant. También suele tener la deferencia de atender a los periodistas, un gesto cada vez más raro en la clase política, más preocupada en blindarse que en comunicar. En paralelo, la percepción de soledad se ha ido acrecentando, soledad institucional. 

Su salida devuelve al Consell a la lógica de siempre, a la rutina de cargos de partido y técnicos disciplinados. El tiempo dirá si el Plan Endavant justifica el esfuerzo y los recursos invertidos; y si es posible ejecutarlo sin haber contado con la colaboración del Gobierno. Lo que ya sabemos es que la aventura de Pampols confirma hasta qué punto la política es impermeable a quienes no aceptan sus códigos internos. Ha chocado contra una muralla invisible: la de los intereses partidistas y la frialdad burocrática. Respecto a su misión, veremos si se puede dar por cumplida si, finalmente, su Plan no se ejecuta en sus principales objetivos. Fue nombrado con fuerte carga efectista y se marchará sin una fiesta de despedida, aunque a decir verdad así es como él advirtió que seria su retirada, del Consell.

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