Arcén, de Borja Navarro

Damas y tramas

Arcén, de Borja Navarro
Everilda Ferriols
Bibliotecaria

Los libros de relatos no tienen una publicación fácil en España. Todo el interés en narrativa parece centrarse en la novela. Sin embargo, algunas editoriales, como en este caso dosmanos, se arriesgan con ellos y aciertan plenamente al publicarlos. Creo que, para empezar, era de justicia hacer este reconocimiento al editor de un libro como este, que está firmado por un autor joven y que destaca por su calidad. No había leído nada de Borja Navarro y fue la recomendación de Óscar Brox, gracias también, la que me ha hecho descubrir a un autor que me parece sobresaliente.

Portada libro Arcén, de Borja Navarro

Portada libro Arcén, de Borja Navarro

LVE

Arcén reúne diez relatos cuya acción se desarrolla en CV-500 o en sus alrededores, como si de unos arcenes generosamente ampliados se tratara. La CV-500 es la carretera que une Valencia con Sueca. Discurre entre las playas de sur y la Albufera, y lleva a la playa del Saler, al Perellonet, al Perelló… Una carretera en la que la velocidad está limitada a sesenta y permite disfrutar de tramos verdaderamente hermosos. A un lado la pinada, un imponente muro verdísimo, al otro el lago y los campos de arroz que cambian de aspecto por completo según la estación. Si no fuera por el ruido del tráfico, tienes la impresión de que podrías escuchar el sonido del mar que sabes oculto tras los pinos. Esta zona siempre me ha parecido una extraña mezcla de belleza natural y horrores urbanísticos. Algo, por otro lado, muy nuestro.

Una vez se ha dejado atrás la pinada del Saler y se llega al Perellonet, los edificios construidos desde los sesenta hasta no hace muchos años son, salvo escasas excepciones, indignos del paisaje. Grandotes, incoherentes, pintados de colores raros, distribuidos de forma caprichosa, algunos sobre lo que fue la duna, dibujan un entorno caótico, lleno de gente en verano y solitario en invierno, pero también familiar para cualquier valenciano. Afortunadamente, la franja de tierra edificable no es muy ancha de manera que solo se ha podido construir a un lado de la carretera, ente la CV-500 y la arena de la playa. Es precisamente aquí, en este paisaje, donde Borja Navarro sitúa sus relatos y en ellos este paisaje de características tan especiales es un elemento fundamental.

Los personajes también son tipos raros, excéntricos como mínimo, que viven como pueden, sin grandes esperanzas, sin grandes objetivos, pero en ocasiones con sorprendente lucidez. Algunos transitan entre los relatos consiguiendo una atmósfera coherente e intensa. El protagonista de uno es un secundario en otro o simplemente aparece por allí. Todos resultan cercanos al lector. Aunque no compartamos edad, sexo, situación laboral o social con ellos y sus comportamientos puedan parecernos cuanto menos extravagantes, resultan verosímiles, como si los conociéramos desde hace tiempo y nos sentimos capaces de entender sus razones.

Marian regresando a casa de sus padres por falta de expectativas laborales tras la pandemia. Volviendo con una enorme sensación de fracaso a cuestas. (Tanto cariño, amor)

Paula exasperando a los conductores al circular a veinticinco kilómetros por hora en patinete por el centro de la CV-500 y planeando un delito. (Arde)

Pau que ha visto el cadáver destrozado contra el bordillo de la piscina de un joven huésped del hotel en el que estaba trabajando y ha salido corriendo de allí. (Pau)

Pablo que sigue a un anciano senil para filmarlo. (Pablo)

Arturo y su perplejidad ante los extraños regalos japoneses de su hija y lo difícil que le resulta entenderse con ella. (La tirita)

Xusa y sus reflexiones en los viajes en tren desde Cullera a Valencia. (Rorschach)

Mónica buscando y reconociendo rutas de escape, lugares de fuga, en El fantasma la Ibáñez:

“Mirar el pasado es doloroso, y si no lo es, lo será, es indiscutible que en algún momento lo será, porque la fatalidad siempre llega, y estos lugares de fuga aislados de la angustia, como quien consagra amuletos para su protección, por muy absurdos que sean para los ojos ajenos, deben ser respetados, porque todos sabemos lo que es la tristeza.” (p. 123)

Borja Navarro ha conseguido crear en estos relatos un mundo y una voz absolutamente personales y, casi seguro, por esta misma razón universales. Un libro original sin que se vea en él ningún esfuerzo por serlo”

La CV-500 es un lugar de fuga y también de encuentro de personajes fascinantes que habitan en los márgenes y que quizás precisamente por eso tienen mucho que contarnos.

Borja Navarro ha conseguido crear en estos relatos un mundo y una voz absolutamente personales y, casi seguro, por esta misma razón universales. Un libro original sin que se vea en él ningún esfuerzo por serlo. Un autor que para mí ha sido un gran descubrimiento y del que espero leer mucho más.

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