De pollería a 'paellería': la imparable transformación del Mercat Central de València
Sociedad
Las paradas de comidas para llevar y souvenirs crecen: “Se venden más ensaladillas rusas que quilos de patatas”
Los responsables reconocen los cambios, aunque apuntan que el producto fresco sigue siendo la esencia del mercado más importante de la ciudad
Una mujer pasa por delante de un puesto donde venden raciones de paella para llevar.
A la vuelta de vacaciones, una de las típicas pollerías del Mercat Central de València que vendía pechugas, pollos, conejos, hamburguesas y croquetas había sido traspasada. En su lugar, en el mostrador, se exponían paellas de gran tamaño y variedad -valenciana, arròs del senyoret, arroz negro...- junto con pinchos de tortilla y montaditos de jamón a dos euros. Una historia similar a la que se dio el año pasado, cuando el histórico carnicero José Andreu se jubiló y una parada también de bocadillos, gazpacho y paellas se quedó con el local, o, más recientemente, con el traspaso de otra carnicería, cerca de la entrada de la plaza de Brujas, transformada en una parada con un menú similar de comidas para llevar.
Ejemplos que demuestran cómo poco a poco la fisonomía del principal mercado de la ciudad va cambiando. “Se venden más paellas que pollos, más ensaladillas que kilos de patatas”, admite su gerente, Cristina Oliete. La responsable del Mercat Central matiza que no todos los traspasos que se han hecho últimamente han acabado convertidos en paradas de comidas para llevar y que también se han abierto nuevas verdulerías, una tienda de dulces e incluso un local de venta de productos a granel.
Una turista con pinganillo observa las raciones de patatas bravas, calamares y croquetas.
Con todo, Oliete admite que lo que está sucediendo (no solo) en València es un reflejo de los cambios en la sociedad, con gente que cocina cada vez menos por falta de tiempo o de ganas. “Aquí se pagan 1.500 nóminas todos los meses y los vendedores se adaptan a lo que reclaman los clientes”, explica a La Vanguardia. En este sentido, destaca que, cada vez más, todo tipo de paradas ofrecen desde bebida a alimentos de quinta gama, aquellos que han sido cocinados y envasados y están listos para ser consumidos. Unos productos destinados no solo a los turistas (cada vez hay más carteles en inglés en los mostradores), sino también a los empleados que trabajan en las oficinas y administraciones del centro y buscan algo rápido para comer.
Oliete indica que, pese a todo, el Mercat Central todavía mantiene su esencia y el producto fresco sigue siendo su principal atractivo. “De las 260 paradas, solo hay 10 o 15 de comidas para llevar”, calcula grosso modo. Lo cierto es que a este número hay que añadir la media docena de espacios dedicados a la venta de regalos y souvenirs. “Nuestro objetivo es lograr un equilibrio y que no se convierta todo en ese tipo de establecimientos”, siempre respetando la libertad de cada uno de orientar de una y otra manera su negocio, apunta la gerente de este espacio histórico.
Una de las paradas de paellas y bocadillos que han abierto en el Mercat Central.
El mercado es una parada esencial para los cruceristas y turistas que visitan la ciudad. La gerente destaca al turista como un valor añadido. Señala que la hostelería -de la que viven gran parte de los vendedores- se nutre, en gran parte, de los visitantes foráneos. Y estos, a su vez, hacen gasto en el mercado. Cuenta Oliete los altos tickets que logran algunos charcuteros (rondando los 1.000 euros) vendiendo paquetes del mejor jamón a extranjeros. Ello, explica, ha hecho que algunos prefieran seguir abiertos todo el mes agosto. En este sentido, Oliete insiste en que el Mercado Central “será lo que sus clientes quieran, pues si hubiera muchos valencianos llenado sus carros de la compra, igual los vendedores no tendrían que reinventarse”.