¿Por qué celebramos el 9 d’Octubre?

¿Por qué celebramos el 9 d’Octubre?
Agnès Noguera
Consellera Delegada de Libertas 7

El 9 d’Octubre no es solo una fecha festiva en el calendario valenciano: es la memoria de un hecho fundacional. Ese día de 1238, el rey Jaume I entró en la ciudad de València, sellando con ello la incorporación de Balansiya al dominio de la Corona de Aragón y dando inicio a una nueva etapa histórica, política y cultural en nuestro territorio.

Mural del castillo de Alcañiz que representa la entrada del rey D. Jaime en Valencia

Mural del castillo de Alcañiz que representa la entrada del rey D. Jaime en Valencia

LVE

Aquel episodio fue el desenlace de una serie de campañas militares impulsadas por la nobleza catalano-aragonesa para avanzar sobre territorio musulmán. Tras derrotar al emir Zayyán de la taifa de Balansiya (Valencia) en la batalla del Puig (15 de agosto de 1237), las tropas de Jaume I sitiaron la ciudad. Los habitantes, cercados, confiaban en recibir víveres desde Túnez, pero el aprovisionamiento fue interceptado por el monarca, lo que precipitó las negociaciones.

Los pactos se firmaron el 28 de septiembre de 1238: se garantizaba la protección de la población musulmana y se prohibía el saqueo, una decisión que disgustó a las tropas cristianas. Ese mismo día, en la torre de Ali Bufat — aproximadamente donde hoy se levanta la iglesia del Temple— ondeó por primera vez el estandarte del rey de Aragón, el Penó de la Conquesta, conservado actualmente en el Ayuntamiento de la ciudad. Finalmente, el 9 de octubre, festividad de Sant Dionís, Jaume I entró triunfalmente en la ciudad, como se narra en la Cronica o Llibre dels Feyts obra que recoge las hazañas del rey conquistador.

Se sabe que cruzó una de las puertas de la muralla y se dirigió a la mezquita mayor —ubicada aproximadamente en el lugar que hoy ocupa la catedral—. ¿Quizás transitó por lo que hoy es el inicio de la calle Caballeros?

Entrada triunfal en Valencia del rey Jaime I el Conquistador. Fernando Richart Montesinos. Museo del Prado

Entrada triunfal en Valencia del rey Jaime I el Conquistador. Fernando Richart Montesinos. Museo del Prado

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El papel del “moro Zeit”

En esta historia aparece una figura clave: el llamado “moro Zeit”. Su verdadero nombre era Zayd Abú Zayd Ab-Alh-Rahmann III, último señor almohade de Balansiya. Tras ser nombrado gobernador por su tío, el califa Yussuf II, su reino de taifa sufrió calamidades: plagas de langosta, rebeliones, ataques de reinos musulmanes vecinos y la presión cristiana del norte. Todo ello le llevó a buscar la protección de Fernando III de Castilla, llamado el Santo, aunque finalmente perdió la ciudad frente a Zayyán, señor de Onda.

Abú Zayd optó entonces por pactar con Jaume I y colaboró en la conquista, logrando que Valencia no fuese saqueada y que sus habitantes pudieran mantener su religión y costumbres. Con el tiempo, se dice que se convirtió al cristianismo bajo el nombre de Vicent Bellvís. En recuerdo suyo, una pequeña calle junto a la calle Caballeros lleva el nombre de Moro Zeit, en cuya esquina se encuentra el popular bar La Pilareta.

Un poeta en el exilio

En aquel tiempo vivió también Aben al-Abbar (1199–1260), poeta, político, diplomático e historiador nacido en Balansiya. Fue secretario del propio Abú Zayd y, tras la rendición de la ciudad, partió al exilio en Túnez. Desde allí escribió versos llenos de nostalgia por su tierra natal, como este:

“¡Cuanta perdida! ¿Cómo revivir el pasado? ¡Solo son ruinas las madrasas aquellas donde todos recitaban el Corán! El jardín que con deleite encantaba nuestros ojos, las arboledas verdeantes, ya se han secado y endurecido. Los parajes de los alrededores ya no existen, aquellos que al viandante invitaban a permanecer o pasear. Un infiel ha venido a borrar tanta belleza; designado por el destino para traerle la perdición, deshacerla quiere a pedazos y ni duerme ni reposa.”

Así, cada 9 d’Octubre no solo recordamos la entrada de Jaume I, sino también el final del dominio musulmán de nuestras tierras y el inicio de la era cristiana en el seno de la Corona de Aragón. Un momento crucial de encuentro, choque y transformación de culturas que marcó para siempre nuestra identidad valenciana.

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