Entre los calores excesivos de un verano que se alargaba inoportuno e incómodo, reclamando quietas penumbras en las horas tediosamente tórridas, llegó a mis manos por recomendación de Pepe Currás, buen amigo y compañero, el libro titulado El Rey de Bronce (2025), de Javier Alandes, cuya dedicatoria “A los que vivimos a través de los libros las aventuras que habríamos querido vivir en nuestras vidas” sentí que me elegía.
Tal vez si no me hubiese sentido tan cerca de mi amigo en ese rato compartido de libros y experiencias, tal vez si hubiera sido invierno y otros mi tiempo y mi actitud, tal vez si no hubiese leído esa dedicatoria, tal vez si hubiese considerado otros “tal vez”, el libro no hubiera pasado por delante de otras lecturas en mi orden de preferencias. Pero ocurrió que el El Rey de Bronce me eligió y yo me abrí, sin resistencia, seducida desde el principio por una trama trepidante de la que no pude dejar de ser parte.
La portada del libro 'El Rey de Bronce', de Javier Alandes.
Javier Alandes (Valencia 1974) es licenciado en Economía y conocido como autor de novela histórica, lo que le ha valido ya algunos reconocimientos como el premio Cerros de Úbeda 2023, otorgado por el Certamen Internacional de Novela Histórica de Úbeda, por su novela La última mirada de Goya.
La interesante relación entre thriller y arte es una constante que vertebra la obra de Alandes, de manera que, tras haber contado lo que pudo pasar con la cabeza de Goya y lo que pasó con los cuadros del Prado cuando llegaron a Valencia, aparece El Rey de Bronce (Contraluz, 2025) como un homenaje al género “heist”, subgénero narrativo centrado en robos complejos, ejecutados por equipos especializados y en los que la planificación, la ejecución técnica y los giros inesperados son tan importantes como el desenlace.
La historia de las copias que Han van Meegeren realizó de los cuadros inéditos de Vermeer para venderlas a altos cargos del partido nazi constituye el punto de partida del Rey de Bronce, pero, como todo buen “heist”, la novela no solo va de lo que se roba sino, y muy especialmente, del vacío y las insuficiencias que se descubren en el sistema con ello.
Construida sobre un salto temporal de 20 años, la novela entrecruza pasado y presente en un espacio de convivencia pasajera, vívido e inquietante, donde toda razón tiene su origen y su consecuencia, dando sentido y coherencia no solo al protagonista sino también al resto de personajes que lo acompañan.
Luca Santamarta, la figura central de la intriga, es un emprendedor tecnológico valenciano, de inteligencia refinada y audaz, gran atractivo físico y maneras elegantes, que pone en marcha un plan cuidadosamente diseñado, aunque difícil y complejo: vender un legendario busto de bronce de Alejandro Magno, datado en el siglo IV a.C. al American Museum of Classical Arts de Chicago, el tercer mayor museo de Estados Unidos.
Para ello, Santamarta se rodea de un equipo de colaboradores elegidos con precisión por sus habilidades y capacidades, tan específicas como impactantes. Personajes con personalidades divergentes y bien trazadas que deberán superar tensiones del pasado y tejer nuevas complicidades que les permitan enfrentar numerosas e imprevisibles dificultades. Personajes complejos, marcados por experiencias duras y determinantes como el desafecto o la enfermedad y, aun así, cargados de una humanidad y generosidad que el autor contrapone con firmeza y argumentación a la sordidez de un mundo comandado por el dinero, la ambición y las apariencias.
¿Debe considerarse arte la falsificación que emociona? ¿Puede el valor de cualquier obra relacionarse más con la experiencia del espectador que con el certificado de autenticidad?
Aunque un particular sentido de la justicia y del deber es el denominador común de todos y cada uno de los personajes, especialmente fascinante me parece Luca, cuyas firmes convicciones, junto con su especial sentido del deber y de la justicia, enamoran y arrastran, al tiempo que invitan a reflexionar sobre las porosas líneas que separan el bien del mal y sobre posiciones morales que pueden en ocasiones difuminarse o desvanecerse.
La novela avanza así a gran velocidad con una prosa ágil, diálogos cortantes y descripciones precisas de los escenarios donde se desarrolla la trama, especialmente Valencia y Chicago. Las numerosas escenas de acción se superponen y engarzan los distintos capítulos con dinamismo y energía, creando una tensión constante, sin respiro, al tiempo que nos descubren, poco a poco, las múltiples capas psicológicas de cada uno de los miembros del equipo.
Y es que, lejos de la cruda ambición económica, el plan de la trama, difícil y arriesgado, responde a un imperativo moral al que Luca Santamarta se ve abocado desde adolescente y del que el autor se vale para plantear cuestiones interesantes que rozan lo filosófico: ¿Debe considerarse arte la falsificación que emociona? ¿Puede el valor de cualquier obra relacionarse más con la experiencia del espectador que con el certificado de autenticidad? ¿En qué consiste la traición?, ¿en el valor del espectador que siente y admira o en la falta de creatividad y originalidad de quien hace la copia?
En palabras del propio autor, “Si algo falso te conmueve, ¿es realmente falso? Entonces, ¿qué es lo auténtico?, ¿lo que nos emociona o lo que tiene certificado de origen?”
Cuestiones que Alandes pone al descubierto de manera clara y exhaustivamente documentada, abordando los límites de las técnicas modernas de autentificación, al tiempo que critica con dureza la obsesión por la posesión, patrón psicológico y emocional que alimenta un mercado donde lo escaso, por el mero hecho de serlo, es valioso, incluso si es ilegítimo.
Y aún, más allá de estos polémicos interrogantes, el libro nos enfrenta, con mirada analítica y compasiva indulgencia, a un espectro de cuestiones inquietantes, consustanciales probablemente a la propia vida, como son el poder, la venganza, la decrepitud física, la enfermedad e incluso el destino al que nos vemos muchas veces forzados, aún a sabiendas de la soledad a la que nos condena.
Interesantes debates para la post-lectura de un emocionante “heist”.